Eckhardt Tolle : Practicando el poder del Ahora
CAPÍTULO
UNO
SER
E ILUMINACIÓN
Más
allá de la miríada de formas de vida que están sujetas al nacimiento y a la
muerte existe la Vida Una, eterna y omnipresente. Muchas personas utilizan la
palabra Dios para describirla, pero yo suelo llamarla Ser. La palabra Ser no
explica nada, pero la palabra Dios tampoco. Ser, no obstante, tiene la ventaja
de ser un concepto abierto. No reduce el infinito invisible a una entidad
finita. Es imposible formarse una imagen mental del Ser, y nadie puede pretender
su posesión exclusiva. Es tu esencia misma; puedes acceder a ella
inmediatamente como el sentimiento de tu propia presencia.
Por
eso sólo hay un pequeño paso entre la palabra Ser y la experiencia del Ser.
EL
SER NO SÓLO ES TRASCENDENTE; TAMBIÉN IMPREGNA PROFUNDAMENTE cada forma, y su
esencia es invisible e indestructible. Esto significa que ahora mismo puedes
acceder al Ser porque es tu identidad más profunda, tu verdadera naturaleza.
Pero no trates de aferrarlo con la mente. No trates de entenderlo.
Sólo
puedes conocerlo dejando la mente en silencio. Cuando estás presente, cuando tu
atención está plena e intensamente en el ahora, puedes sentir el Ser, pero
nunca podrás entenderlo mentalmente.
La
iluminación es recuperar la conciencia del Ser y residir en ese estado de «sensación-realización».
La
palabra iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano, y al ego le gusta
que sea así; pero no es más que tu estado natural en el que sientes la unidad
con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible,
con algo que es esencialmente tú, y sin embargo es mucho mayor que tú. Es
encontrar tu verdadera naturaleza más allá del nombre y de la forma.
La
incapacidad de sentir esta conexión crea la ilusión de que estás separado de
ti mismo y del mundo que te rodea. Entonces te percibes, consciente o
inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el miedo, y los conflictos
internos y externos pasan a ser la norma.
El
mayor obstáculo para experimentar la realidad de tu conexión es la
identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo.
Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no nos damos
cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se considera algo normal.
Este ruido mental incesante te impide encontrar el reino de quietud interior que
es inseparable del Ser. También crea un falso yo fabricado por la mente, que
lanza una sombra de miedo y sufrimiento.
La
identificación con la mente produce una pantalla opaca de conceptos, etiquetas,
imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquean toda verdadera relación.
Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y tu prójimo, entre
tú y la naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de separación, la ilusión
de que tú y el «otro» estáis totalmente separados. Entonces te olvidas del
hecho esencial de que, debajo del nivel de las apariencias físicas y de las
formas separadas, eres uno con todo lo que es.
La mente es un instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin embargo, si se usa de forma in-apropiada, se vuelve muy destructiva. Para decirlo con más precisión, no se trata tanto de que usas la mente equivocadamente: por lo general no la usas en absoluto, sino que ella te usa a ti. Ésa es la enfermedad. Crees que tú eres tu mente. Ese es el engaño. El instrumento se ha apoderado de ti.
Es
como si estuvieras poseído sin saberlo, y crees que la entidad posesora eres tú.
LA
LIBERTAD COMIENZA cuando te das cuenta de que no eres la entidad posesora, el
pensador. Saberlo te permite examinar la entidad. En el momento en que empiezas
a observar al pensador, se activa un nivel de conciencia superior.
Entonces
empiezas a darte cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del
pensamiento, y de que el pensamiento sólo es una pequeña parte de esa
inteligencia. También te das cuenta de que todas las cosas verdaderamente
importantes —la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz
interna— surgen de más allá de la mente.
Empiezas
a despertar.
LIBÉRATE
DE TU MENTE
La
buena nueva es que puedes liberarte de tu mente, que es la única verdadera
liberación. Y puedes dar el primer paso ahora mismo.
EMPIEZA
POR ESCUCHAR LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y hazlo tan frecuentemente
como puedas. Presta una atención especial a cualquier patrón de pensamiento
repetitivo, a esos viejos discos de gramófono que pueden haber estado dando
vueltas en tu cabeza durante años.
Esto
es lo que llamo «observar al pensador», que es otra manera de decir: escucha
la voz dentro de tu cabeza, mantente allí como presencia que atestigua.
Cuando
escuches la voz, hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues ni
condenes lo que oyes, porque eso significaría que la misma voz ha vuelto a
entrar por la puerta de atrás.
Pronto
te darás cuenta de esto: la voz está allí y yo estoy aquí, observándola.
Esta comprensión Yo soy, esta sensación de tu propia presencia, no es un
pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así,
cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento, sino
también de ti mismo como testigo del pensamiento. Ha hecho su aparición una
nueva dimensión de conciencia.
CUANDO
ESCUCHAS EL PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia consciente —tu
yo profundo— por debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde
su poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente
mediante la identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento
compulsivo e involuntario.
Cuando
el pensamiento se aquieta, experimentas una discontinuidad en la corriente
mental, una brecha de «no-mente». Al principio las brechas serán cortas, tal
vez duren unos segundos, pero gradualmente se irán prolongando. Cuando ocurren
estas discontinuidades, sientes cierta quietud y paz dentro de ti. Es el
principio del estado natural de sentirte unido al Ser, generalmente nublado por
la mente.
Con
la práctica, la sensación de quietud y de paz
se va ahondando. De hecho, esa profundidad no tiene fin. También sentirás una
sutil emanación de alegría elevándose desde lo más hondo de ti: la alegría
de Ser.
En
este estado de conexión interna estás mucho más alerta, más despierto que en
el estado de identificación mental. Estás plenamente presente. Y también se
eleva la frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.
A
medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces se le denomina
en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura. En ese estado sientes
tu propia presencia con tal intensidad y alegría que, en comparación, todo
pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelven
relativamente insignificantes. Sin embargo, no es un estado de egoísmo, sino de
desprendimiento y generosidad. Te lleva más allá de lo que pensabas que era «tu
identidad». Esa presencia es esencialmente tú, y al mismo tiempo es
inconcebiblemente mayor que tú.
EN
LUGAR DE «OBSERVAR AL PENSADOR», también puedes crear una apertura en la
corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al
ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento presente.
Esto es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.
En
TU
VIDA COTIDIANA puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria, que
habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para que
se convierta en un fin en sí misma.
Por
ejemplo, cada vez que subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu puesto de
trabajo, presta mucha atención a cada escalón, a cada movimiento, incluso a tu
respiración. Mantente totalmente presente.
O
cuando
te laves las manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales
asociadas con esa actividad: el sonido y la sensación del agua, el movimiento
de tus manos, el aroma del jabón, etc.
O
cuando entres en tu coche, después de cerrar la puerta, detente durante unos
segundos y observa el flujo de tu respiración. Toma conciencia de una
silenciosa pero intensa sensación de presencia.
Hay
un criterio que te permite medir el éxito logrado en esta práctica: el grado
de paz que sientas en tu interior.
El
paso más vital en tu camino hacia la iluminación es éste: aprende a no
identificarte con tu mente. Cada vez que creas una apertura en el flujo mental,
la luz de tu conciencia se fortalece.
Puede
que un día te sorprendas sonriendo a la voz que suena en tu cabeza como sonreirías
a las travesuras de un niño. Esto significa que has dejado de tomarte el
contenido de tu mente tan en serio, y que tu sentido de identidad ya no depende
de él.
ILUMINACIÓN:
ELEVARSE POR ENCIMA DEL PENSAMIENTO
A
medida que uno crece, va formándose una imagen mental de sí mismo basada en su
condicionamiento personal y cultural. A este yo fantasma lo llamamos ego. El ego
es tu actividad mental y sólo puede funcionar mediante el pensamiento
constante. El término ego tiene distinto significado según se trate de una
persona u otra, pero cuando lo uso aquí me refiero al falso yo, creado por una
identificación inconsciente con la mente.
Para
el ego, el momento presente apenas existe. Sólo considera importantes el pasado
y el futuro. Esta inversión total de la verdad explica por qué, en la
modalidad ego, la mente es tan disfuncional. Siempre está tratando de mantener
el pasado vivo, porque ¿quién serías sin él? Y se proyecta constantemente
hacia el futuro para asegurarse la supervivencia y buscar en él una sensación
de liberación o satisfacción. Dice: «Algún día, cuando haya ocurrido esto,
lo otro o lo de más allá, estaré bien, en paz, seré feliz.»
Incluso
cuando parece que el ego está en el presente, no ve el presente: lo percibe
equivocadamente porque lo mira con los ojos del pasado. O reduce el presente a
ser un medio para un fin, un fin que siempre reside en el futuro proyectado por
la mente. Observa tu mente y comprobarás que funciona así.
El
momento presente contiene la clave de la liberación, pero no puedes encontrar
el momento presente mientras seas tu mente.
Alcanzar
la iluminación significa elevarse por encima del pensamiento. En el estado de
iluminación sigues usando la mente cuando la necesitas, pero de un modo mucho más
enfocado y eficaz que antes. La empleas principalmente con fines prácticos,
pero eres libre
del diálogo interno involuntario, y vives en la quietud interior.
Cuando
empleas la mente, y en particular cuando necesitas dar una solución creativa a
algo, vas oscilando cada pocos minutos entre la mente y la quietud, entre la
mente y la no-mente. La no-mente es conciencia sin pensamiento. Sólo la
no-mente permite pensar creativamente, porque da al pensamiento un poder real.
El pensamiento por sí solo, desconectado del vasto campo de la conciencia, se
convierte rápidamente en algo estéril, insano, destructivo.
EMOCIÓN:
LA REACCIÓN DEL CUERPO A LA MENTE
La
mente, tal como yo uso la palabra, no es únicamente el pensamiento. Incluye
también las emociones y las pautas de reacción inconscientes, tanto mentales
como emocionales. La emoción surge en el punto donde cuerpo y mente se
encuentran. Es la reacción del cuerpo a la mente o, dicho de otra forma, el
reflejo de la mente en el cuerpo.
Cuanto más te identificas con el pensamiento, con lo que te gusta o disgusta, con tus juicios e interpretaciones, es decir, cuanto menos presente estás como conciencia observante, más fuerte es la carga de energía emocional, seas consciente de ella o no. Si no puedes sentir tus emociones, si estás desconectado de ellas, acabarás sintiéndolas a un nivel puramente físico, como un problema o síntoma físico.
Si
TE ES DIFÍCIL SENTIR TUS EMOCIONES, empieza por enfocar la atención en el
campo energético interno de tu cuerpo. Siente el cuerpo desde dentro. Así
estarás en contacto con tus emociones.
Si
realmente quieres conocer tu mente, el cuerpo siempre te dará un reflejo fiel;
por tanto, observa la emoción o, más bien, siéntela en tu cuerpo. Si existe
un conflicto aparente entre ambos, el pensamiento es el que miente y la emoción
dice la verdad. No la verdad última de tu identidad real, sino la verdad
relativa de tu estado mental en ese momento.
Es
posible que aún no puedas hacer consciente la actividad de tu mente
inconsciente en forma de pensamientos, pero siempre se reflejará
en el cuerpo como una emoción, de la que sí puedes tomar conciencia.
Observar
una emoción es básicamente igual que escuchar u observar un pensamiento, tal
como he descrito el proceso anteriormente. La única diferencia es que, mientras
el pensamiento está en tu cabeza, la emoción tiene un fuerte componente físico,
de modo que se siente principalmente en el cuerpo. Puedes dejar que la emoción
esté ahí sin ser controlado por ella. Ya no eres la emoción; eres el
observador, la presencia que mira.
Si
practicas así, todo lo que es inconsciente en ti saldrá a la luz de la
conciencia.
ADQUIERE
EL HÁBITO DE PREGUNTARTE: ¿Qué está pasando dentro de mí en este momento?
Esa pregunta te orientará en la dirección correcta. Pero no analices,
simplemente observa. Enfoca tu atención hacia dentro. Siente la energía de la
emoción.
Si
no hay ninguna emoción presente, lleva la atención más profundamente al campo
energético de tu cuerpo. Es el pasadizo hacia el Ser.
CAPÍTULO
DOS
EL
ORIGEN DEL MIEDO
El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc. El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro. Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro.
Además,
mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a
su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el
ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por
cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora
bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué
mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo
fabricado por la mente?: peligro, estoy amenazado. ¿Y qué emoción genera este
mensaje continuo?: miedo, por supuesto.
El
miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a
que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos
pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación. Para el
ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de
identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos
de tu vida.
Por
ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad
compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está
equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se
debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta
que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá
bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes
permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas
guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones.
Cuando
dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado
es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad
compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una
forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y
lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de
agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un
lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente.
OBSERVA
CUALQUIER ACTITUD DEFENSIVA
que
surja en ti. ¿Qué estás defendiendo?: una identidad ilusoria, una imagen
mental, una entidad ficticia. Haciendo consciente este patrón y observándolo,
puedes romper la identificación con él. El patrón inconsciente comenzará a
disolverse rápidamente a la luz de tu conciencia.
Este
es el final de todas las discusiones y juegos de poder, que son tan corrosivos
para las relaciones. El poder sobre los demás es debilidad disfrazada de
fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu disposición ahora.
La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
Si
no deseas crear más dolor para ti mismo ni para los demás, si no quieres añadir
más dolor al residuo del pasado que aún vive en ti, no crees más tiempo, o
crea el imprescindible para gestionar los aspectos prácticos de la vida. ¿Cómo
dejar de crear tiempo?
DATE
CUENTA INEQUÍVOCAMENTE DE QUE EL MOMENTO PRESENTE
es
lo único que tienes. Haz del
ahora el centro
fundamental de tu vida. Si antes
vivías en
el tiempo y hacías breves visitas al
ahora, establece tu
residencia habitual en el ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro
cuando tengas que resolver los asuntos prácticos de tu vida.
Di
siempre «sí» al momento presente.
ACABA
CON LA ILUSIÓN DEL TIEMPO
La
clave es ésta: acaba con la ilusión del tiempo. Tiempo y mente son
inseparables. Retira el tiempo de la mente y ésta se para, a menos que elijas
usarla.
Estar
identificado con la mente es estar atrapado en el tiempo: vives de forma
compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el recuerdo y la anticipación. Esto
produce una preocupación interminable por el pasado y el futuro, y una falta de
disposición a honrar y reconocer el momento presente y permitir que sea. La
compulsión surge porque el pasado te da una identidad y el futuro contiene una
promesa de salvación, de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones.
Cuanto
más te enfocas en el tiempo —pasado y futuro— más pierdes el ahora, lo más
precioso que hay.
¿Por
qué es lo más precioso? En primer lugar, porque es lo único que hay. Es todo
lo que hay. El eterno presente es el espacio dentro del que se despliega tu
vida, el único factor que permanece constante. La vida es ahora. No ha habido
nunca un momento en que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá jamás. En segundo
lugar, el ahora es el único punto que
puede
llevarte más allá de los limitados confines de la mente. Es tu único punto de
acceso al reino informe e intemporal del Ser.
¿Has
experimentado, hecho, pensado o sentido algo fuera del momento presente? ¿Piensas
que lo harás alguna vez? ¿Es posible que algo ocurra o sea fuera del ahora? La
respuesta es evidente, ¿no es cierto?
Nada
ocurrió nunca en el pasado; ocurrió en el ahora. Nada ocurrirá nunca en el
futuro; ocurrirá en el ahora.
La
esencia de lo que estoy diciendo aquí no puede entenderse mentalmente. En el
momento que lo entiendes, se produce un cambio de conciencia de la mente al Ser,
del tiempo a la presencia. De
repente, todo
se vivifica, irradia energía, emana Ser.