JIDDU KRISHNAMURTI


LA SOLEDAD INTERIOR


 
 

...... Si se me permite repetir lo que dije el otro día, estas charlas tienen muy poca significación si no experimentamos no sólo directamente sino también de forma inmediata lo que se está diciendo; no sirve de nada reflexionar, o recordar y luego poner en práctica lo que se ha dicho,porque la experiencia directa de lo que es la verdad tendrá su propio efecto sin que la mente haya de buscar intervención alguna sobre ella.Ésta es la razón por que es muy importante escuchar no sólo lo que se está diciendo, sino todo en la vida.

Cuando escuchamos a otra persona decir algo, cuando leemos, cuando oímos el canto de los pájaros o el sonido del mar agitado, es importante escuchar atentamente, porque en el mismo acto de escuchar existe una vivencia directa que no se encuentra contaminada por ninguno de nuestros prejuicios o nuestro particular condicionamiento. Tengo la impresión de que la mayoría de nosotros encuentra extremadamente arduo escuchar, porque hemos leído muchas cosas, y entonces justificamos o comparamos lo que hemos leído con lo que estamos escuchando, o intentamos recordar lo que se está diciendo para luego reflexionar sobre ello. Entonces la mente está intranquila y, por lo tanto, no escucha con atención.

Interlocutor: Usted ha dicho que las nacionalidades, las creencias, los dogmas, son separativos. ¿Es también la familia una fuerza separativa?
 

KRISHNAMURTI: Mientras exista alguna forma de identificación con la familia, con un grupo nacional, con un dogma, con unas creencias, obviamente será también separativa. Si yo me identifico con la India, con su pasado, con su religión, con sus dogmas, con su nacionalidad, yo, obviamente, estoy construyendo un muro a mi alrededor a través de la identificación con lo que yo pienso que es más importante que yo mismo.

Claramente, la cuestión no es si la familia o el grupo son separativos, sino si la mente se identifica a sí misma con algo y, en consecuencia, crea división. ¿Por qué me identifico a mí mismo con la India? Porque, si no me identifico con la India, con América, con Oriente o con Occidente, o con lo que sea, estoy perdido, me siento solo, abandonado. Este temor a quedarse solo, aislado, me obliga a identificarme con mi familia, con mi propiedad, con una casa, con una creencia. Eso es lo que está causando separación, no la familia. Si yo no me identifico con nada, ¿qué es lo que soy? No soy nadie. Pero si digo que soy un hindú con sabiduría oriental y toda esa insensatez (ya ustedes saben todo lo que hay detrás de ello), entonces sí que soy alguien. El identificarme con América o con Rusia me da prestigio, hace que me sienta importante, le proporciona un significado a mi vida; porque yo no quiero ser nadie, no quiero pasar desapercibido. Puede que yo tenga un nombre, pero ese nombre debe proporcionarme una categoría; rechazo ser realmente nadie, no tener una identificación con el mí, con algo que yo considero más grande: Dios, la verdad, el país, la familia o la ideología.
Es este proceso de identificación el que es separativo, destructivo. Por favor, escuchen esto. Este es su problema porque el mundo está siendo dividido actualmente en dos identificaciones dogmáticas que no están sino incrementando la fuerza separativa. Somos seres humanos, no hindúes, o americanos, o rusos. ¿Mas es posible vivir sin identificarnos, ser nadie en este mundo en el que todos luchan por ser alguien? Desde luego, es posible. Nuestros intentos por ser alguien nos están llevando a la miseria, a las guerras, todo lo cual lleva implicado la persecución del poder; y, cuando buscamos el poder individualmente, como grupo o como nación, estamos conduciéndonos hacia nuestra propia destrucción; esto es un hecho.

¿Podemos, tanto yo como ustedes, permanecer en soledad internamente, sin ir en busca de poder, sin identificarnos con nada -lo cual significa, realmente, carecer de temor? Encontrarán la respuesta por ustedes mismos si profundizan en la cuestión.

Interlocutor: ¿Niega usted el valor y la integridad de los santos de todas las épocas, incluyendo a Cristo y a Buda?

KRISHNAMURTI: Eso plantea una cuestión muy interesante: ¿Por qué quiere usted  santos?, ¿Por qué quiere héroes?, ¿Por qué quiere ejemplos? ¿Y quién es un santo? Porque una Iglesia canonice a alguien, ¿es ese alguien un santo? ¿Y cuál es su medida de un santo? Su medida estará acorde con sus deseos, esperanzas y condicionamientos; pero, como usted ve, la mente quiere a alguien a quien aferrarse, algo que esté más allá de sí misma. Usted quiere líderes, santos, ejemplos a seguir, a imitar, porque por sí mismo es pobre, deficiente; por ello, usted dice: “Si pudiese seguir a alguien, me enriquecería”. Usted nunca se verá enriquecido; usted se convertirá en el más pobre porque es solo cuando la mente, cuando la totalidad del ser, se encuentra vacía, sin buscar, que la creatividad de la realidad aparece.

Ustedes no tienen que creer en lo que yo estoy diciendo: sus santos, sus líderes les han conducido hacia ninguna parte. Ustedes solo tienen guerras, miseria, disputas, un continuo batallar interna y externamente. Pero si pueden ver lo que ustedes son -que son pobres internamente, que están atrapados en luchas y miserias-, verlo sin tratar de cambiar lo que son por otra cosa -lo cual solo sería una modificación; si pudiesen permanecer con lo que es sin guardar ningún deseo de transformarlo, entonces habría una transformación. Pero, mientras la mente esté tratando de imitar, de ajustarse, de medirse con sus ideas preconcebidas de lo que es o de lo que no es un santo, entonces todo ello no será más que una persecución de su particular realización, lo cual es vanidad.

Interlocutor: Si pudiésemos experimentar la inmortalidad, ¿existiría el miedo a la muerte?

KRISHNAMURTI: ¿Es posible para la mente, para usted, tener la experiencia de algo que no es mortal, que no es creado por la mente, que no pertenece al tiempo? Obviamente, si pudiésemos tener la experiencia de ello, no existiría el miedo a la muerte. Pero, ¿es eso posible? ¿Es posible para una mente que es  temerosa, que funciona dentro de los dominios del tiempo, es posible para una mente así experimentar aquello que está fuera del tiempo? Quizá, si uno llevase a cabo algunos trucos, podría experimentar algo, pero eso aún estaría dentro de los dominios del tiempo.

Por lo tanto, abandonemos por el momento la cuestión de qué es lo inmortal, porque desconocemos lo que es; pero sí que conocemos el miedo a la muerte, a la vejez y a deterioro; estamos muy familiarizados con ello. En consecuencia, examinémoslo, profundicemos en ello; y no preguntemos si podemos estar libres del temor si experimentamos la inmortalidad; una pregunta así tiene muy poca razón de ser.

Tenemos miedo a la muerte, lo cual significa que estamos temerosos de llegar a un final. Tememos ver que todo lo que hemos adquirido -las experiencias que hemos acumulado, el conocimiento, las relaciones, los afectos, las virtudes que hemos cultivado- llegue a acabarse. Uno puede albergar la esperanza o la creencia de que habrá una resurrección en el futuro, pero sigue habiendo temor, porque el futuro es incierto. Aunque sus religiones, sus sacerdotes, sus esperanzas, han dicho que existe algún tipo u otro de continuidad, aún subsiste la incertidumbre. Uno no quiere morir; este es un hecho. En consecuencia, ¿existe en ello la comprensión del temor relacionado con la muerte?

¿Es posible morir mientras se vive? Por favor, escuchen: si yo no estoy acumulando, si no estoy viviendo en el futuro, en el mañana; si estoy satisfecho con el desbordante júbilo del momento, entonces, no existe una continuidad. Continuidad implica tiempo: yo fui, yo soy, yo seré. Siempre y cuando yo esté seguro de que seré, no tendré miedo; pero el seré es algo muy incierto; y entonces busco la inmortalidad, una confirmación de que voy a continuar.

¿Existe transformación en la continuidad? ¿Puede algo que continúa en el tiempo estar en un estado de completa revolución? ¿Puede haber renovación en algo que continúa? ¿Y no es importante morir internamente cada día, no teóricamente, sino realmente no acumular, no dejar que ninguna experiencia eche raíces, no pensar en el mañana psicológicamente?

Mientras pensemos en términos de tiempo, existirá el miedo a la muerte. He aprendido, pero no he llegado a la culminación, y antes de morirme debo encontrarla; o, si no la encuentro antes de morir, al menos espero encontrarla en mi próxima vida, etcétera. Todo nuestro pensar se basa en el tiempo: nuestro pensamiento es lo conocido, es el resultado de lo conocido, y lo conocido es el proceso del tiempo; y es con esa mente que tratamos de descubrir lo que es inmortal, lo que más allá del tiempo, lo cual no es sino una búsqueda en vano, carente de sentido, excepto para los filósofos, teóricos y especuladores. Si yo quiero hallar la verdad, no mañana, sino realmente, directamente, ¿acaso no debo yo -con el mí, el yo que siempre está acumulando, compitiendo y dándose a sí mismo continuidad por medio de la memoria- dejar de continuar? ¿Es posible morir mientras se vive –que no es perder la memoria de forma artificial, lo cual es amnesia, sino dejar realmente de acumular por medio de la memoria y, en consecuencia, cesar de darle continuidad al mí? Viviendo en este mundo, que pertenece al tiempo ¿es posible para la mente generar, sin ningún tipo de compulsión, un estado en que quien tiene experiencias y la experiencia misma carezcan de razón de ser? Mientras haya alguien que tenga experiencias, que sea el observador, el pensador, debe existir el miedo a acabarse y, en consecuencia, a la muerte. Mientras siga buscando otras experiencias, mientras siga fortaleciendo mi propia continuidad a través de mi familia, de mi propiedad, de mi nación, de mis ideas, de cualquier forma de identificación, debe existir el miedo a que todo se acabe.

Y, por tal razón, si fuese posible para la mente comprender todo esto, ser plenamente consciente de ello y no únicamente decir: “Sí, es muy simple”; si la mente pudiese ser consciente de la totalidad del proceso de la conciencia, si pudiese ver completamente lo que significa la continuidad y el tiempo, y la futilidad del buscar a través del tiempo para encontrar lo que está más allá de él; si tomase consciencia de todo ello, entonces, quizá hubiese muerte, que, de hecho, es la creatividad total que está más allá del tiempo.