VEN, SIGUEME VOL 1 - 2ª parte


CAPÍTULO 6

EL LUJO DE DIOS

 

¿Para qué es necesario el secreto en las relaciones Maestro‑discípulo y en las relaciones humanas corrientes?

El ser tiene dos lados, el exterior y el interior. El exterior puede ser público, pero el interior no puede serlo. Si el interior se vuelve público, perderás tu alma, perderás tu rostro original. Entonces vivirás como si no tuvieras ser interior. La vida se volverá monótona, fútil. Esto le ocurre a la gente que lleva una vida pública: políticos, actores de cine. Se vuelven públicos, pierden su ser interior completamente, no saben quiénes son, excepto por lo que el público dice de ellos. Dependen de la opinión de los demás, no tienen un sentido de su propio ser.

Una de las actrices más famosas, Marilyn Monroe, se suicidó, y los sicoanalistas han estado cavilando acerca del motivo que tuvo para hacerlo. Fue una de las mujeres más bellas que nunca han existido, una de las que más éxito tuvo. Hasta el Presidente de Estados Unidos, Kennedy, estaba enamorado de ella, y tuvo otros miles de amantes. Uno no puede imaginar qué más se puede tener. Ella lo tenía todo.

Pero ella era pública, y lo sabía. Hasta en su cámara de amor, cuando el Presidente Kennedy estaba allí, ella solía llamarle Señor Presidente ‑como si no estuviera haciendo el amor a un hombre, sino que a una institución.

Ella era una institución. Poco a poco se dio cuenta de que no tenía nada privado. Una vez alguien le preguntó ‑ella recién había posado desnuda para un calendario, y alguien le preguntó: "¿Tenías algo puesto mientras posabas para el calendario?".

Ella contestó: "Sí, tenía algo puesto. La radio".

Expuesta, desnuda, sin un yo privado. Mí sensación es que se suicid6 porque éste era el único acto que podía hacer en privado. Todo era público, aquello fue lo único que pudo hacer por sí misma, sola; algo absolutamente intimo y secreto. Las figuras públicas siempre se sienten atraídas hacia el suicidio, porque sólo a través del suicidio pueden vislumbrar quiénes son.

Todo lo que es hermoso es interior, e interior significa privacidad. ¿Has observado cómo las mujeres hacen el amor? Siempre cierran los ojos. Ellas saben algo. Un hombre hace el amor con los ojos abiertos, es también un observador. No está completamente involucrado en el acto, no está totalmente en él. Actúa como un mirón, como si otra persona estuviera haciendo el amor y él estuviera observando, como si el acto amoroso estuviera ocurriendo en la TV o en una película. Pero una mujer es más sabia, porque está en una sintonía más delicada con lo interior. Ella siempre cierra los ojos. Entonces, el amor tiene una fragancia totalmente diferente.

Haz esto alguna vez: haz correr el agua del baño, y entonces enciende y apaga la luz. Cuando esté oscuro, oirás más claramente el sonido del agua al caer, el sonido será agudo. Cuando la luz esté encendida, el sonido no será tan agudo. ¿Qué es lo que sucede en la oscuridad?

En la oscuridad, todo lo demás desaparece, porque no puedes ver. Estás solo con el sonido. Por ese motivo, en todos los buenos restaurantes se evita la luz, se evita la luz intensa. Hay luz de velas. Cuando un restaurante está iluminado con velas, el sabor es más profundo, comes bien y saboreas más. La fragancia te rodea. Si la luz es muy brillante, el sabor se escapa. Los ojos hacen que todo se vuelva público.

En la primera frase de su Metafísica, Aristóteles afirma que la vista es el más alto sentido del hombre. No lo es. De hecho, la vista se ha convertido en algo demasiado dominante. Ha monopolizado todo el yo, y ha destruido a todos los otros sentidos. Su Maestro ‑el Maestro de Aristóteles, Platón‑ afirma que hay una jerarquía en los sentidos: la vista al principio, el tacto al final. Está absolutamente equivocado. No hay jerarquía. Todos los sentidos están al mismo nivel, y no debería haber ninguna jerarquía. Pero vives a través de los ojos: el ochenta por ciento de tu vida está orientada a los ojos. No debería ser así; hay que restablecer un equilibrio. También deberías tocar, porque el tacto tiene algo que los ojos no pueden dar. Pero inténtalo: intenta tocar a la mujer que amas o al hombre que amas con luz brillante, y después tócalo en la oscuridad. En la oscuridad, el cuerpo se revela; en la luz brillante, se esconde.

¿Has visto los cuadros de cuerpos femeninos de Renoir? Tienen algo milagroso en ellos. Muchos pintores han pintado el cuerpo femenino, pero no hay comparación con Renoir. ¿Cuál es la diferencia? Todos los demás pintores han pintado el cuerpo femenino tal como aparece a los ojos. Renoir lo ha pintado como lo sienten las manos; por lo tanto, el cuadro tiene calor, cercanía y vida.

Cuando tocas, algo muy cercano sucede. Cuando ves, algo está muy lejos. En la oscuridad, en secreto, en privado, se revela algo que no puede ser revelado abiertamente en el mercado. Otros están viendo y observando; algo en tu profundidad se encoge, no puede florecer. Es tal como si pusieras las semillas sobre la tierra, para que todo el mundo las mire. Nunca brotarán. Necesitan ser colocadas profundamente dentro del útero de la tierra, en profunda oscuridad, donde nadie pueda verlas. Ahí empiezan a brotar, y nace un gran árbol.

Tal como las semillas necesitan oscuridad y privacidad dentro de la tierra, todas las relaciones que son profundas e íntimas permanecen en el interior. Necesitan privacidad, necesitan un sitio donde sólo ellos dos existen. Entonces llega un momento en que incluso esos dos se disuelven, y sólo uno existe.

Dos amantes profundamente compenetrados el uno con el otro, se disuelven. Sólo uno existe. Respiran juntos, están juntos; existe una unión. Esto no sería posible si hubiera observadores. Nunca serían capaces de dejarse ir si otros estuvieran mirando. Los mismos ojos de los demás crearían la barrera. Por lo tanto, todo lo que es bello, todo lo que es profundo, sucede en la oscuridad.

        En las relaciones humanas corrientes, la privacidad es necesaria. Y cuando preguntas acerca de la relación entre un Maestro y su discípulo, es necesaria aún más privacidad, porque es una transmisión de la más alta energía posible al hombre. Es la más alta cima de amor, donde un hombre se vierte a sí mismo en otro, y el. otro se transforma en un útero receptivo. Incluso una ligera alteración ‑alguien mirando‑ bastará para transformarse en obstáculo.

El secreto tiene su propia razón de existir. Recuerda eso, y recuerda siempre que te comportarás muy estúpidamente en la vida si llegas a ser completamente público. Será como si alguien volviera sus bolsillos al revés. Esa será tu forma ‑como bolsillos vueltos al revés. No hay nada malo en ir hacia afuera; pero recuerda que ésa sólo es una parte de la vida. No debería llegar a convertirse en la totalidad.

No estoy hablando de moverse en la oscuridad para siempre. La luz tiene su propia belleza y su propia razón. Si la semilla permanece en la oscuridad para siempre, y nunca sale a recibir el sol de la mañana, morirá. Tiene que ir a la oscuridad para brotar, para reunir fuerzas, para vitalizarse, para renacer, y después tiene que salir y enfrentarse al mundo y a la luz, las tormentas y las lluvias. Tiene que aceptar el desafío del exterior.

Pero ese desafío sólo puede ser aceptado si estás profundamente enraizado en tu interior. No estoy diciendo que se vuelvan escapistas, no estoy diciendo que cierren los ojos, que se vuelquen hacia adentro y nunca salgan. Estoy simplemente diciendo: ve hacia adentro, para que puedas salir con energía, con amor, con compasión. Ve hacia adentro, para que cuando salgas no seas un mendigo, sino un rey; ve hacia adentro, de modo que cuando salgas tengas algo que compartir: las flores, las hojas.

Ve a tu interior, para que tu salida se vuelva más rica, y no se empobrezca. Y recuerda siempre que cuando te sientas exhausto, la fuente de energía está adentro. Cierra tus ojos y sumérgete en tu interior.

Establece relaciones externas; y establece también relaciones internas. Naturalmente que siempre habrán relaciones externas ‑te mueves en el mundo, habrá relaciones de negocios‑ pero eso no debería ser todo. Tienen que tener su parte, pero debe haber algo absolutamente secreto y privado, algo que puedas llamar tuyo.

Eso es lo que le faltó a Marilyn Monroe. Ella fue una figura pública ‑exitosa; y, sin embargo, un total fracaso. Cuando estaba en la cumbre de su éxito y fama, se suicidó. El por qué se suicidó sigue siendo un enigma. Tenía todos los motivos para vivir; no puedes imaginar más fama, más éxito, más carisma, más belleza, más salud. Todo estaba ahí, nada podía ser mejorado, y aún así, algo faltaba. El interior, lo interno, estaba vacío. El suicidio es, entonces, el único camino.

Puede que no tengas el valor suficiente como para suicidarte como Marilyn Monroe. Puedes ser muy cobarde y suicidarte en forma muy lenta ‑puedes demorarte setenta años en llevarlo a cabo. Pero aún así será un suicidio. A menos que tengas algo en tu interior que no dependa en nada de lo externo, que sea sólo tuyo ‑un mundo, un espacio propio donde puedas cerrar los ojos y moverte, donde puedas olvidar que todo lo demás existe‑ te estarás suicidando.

        La vida surge de esa fuente interior y se extiende al cielo exterior. Tiene que haber un equilibrio –yo siempre estoy por el equilibrio. Así que no diré, como Mahatma Gandhi, que tu vida debería ser un libro abierto‑no. Algunos capítulos abiertos, de acuerdo. Y algunos capítulos completamente cerrados, en total misterio. Sí sólo eres un libro abierto, serás una prostituta, estarás de pie en la plaza del mercado, desnudo, sólo con la radio puesta. No, no es así como debe ser.

       Si el libro entero está abierto, serás‑sólo el día ‑sin la noche‑, sólo el verano ‑sin el invierno‑. Entonces, ¿dónde descansarás y dónde te centrarás y adónde te refugiarás? ¿Dónde irás cuando el mundo sea demasiado para ti? ¿Dónde irás a orar y a meditar? No, mitad y mitad es perfecto. Deja la mitad de tu libro abierto ‑abierto a todo el mundo, al alcance de todo el mundo‑ y deja que la otra mitad de tu libro sea tan secreto que sólo a invitados especiales se les permita entrar.

Sólo rara vez se le permite a alguien entrar en tu templo. Así es como debería ser. Si la multitud está entrando y saliendo, el templo deja de ser un templo. Puede ser la sala de espera de un aeropuerto, pero no puede ser un templo. Sólo rara vez, muy rara vez, permites a alguien que entre en tu yo. Eso es el amor.

A veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo aquí, sentado frente a ti. Y entonces, de repente eres demasiado para mí, demasiada luz y amor. Sin embargo, quiero dejarte. ¿Me puedes explicar esto?

Sí. Esta pregunta le sucederá a todos, un día u otro.

¿Qué estás haciendo aquí? La pregunta surge porque yo no enfatizo la acción; te estoy enseñando la no‑acci6n. La pregunta es relevante. Si estuviera enseñándote a hacer algo, la pregunta no surgiría, porque estarías ocupado. Si vas a ver a otra persona ‑hay mil y un ashrams en el mundo, en donde te enseñarán a hacer algo. No te dejarán desocupado en absoluto, porque piensan que una mente desocupada es el taller del diablo.

Mi comprensión es total y diametralmente opuesta.

 

Cuando estás absolutamente vacío, Dios te llena. Cuando estás desocupado, sólo entonces eres. Tus actos ocurren sólo en la periferia. Todos los actos están en la periferia; buenos y malos, todos. Si eres un pecador, estás en la periferia; si eres un santo, también estás en la periferia. Para hacer el mal tienes que salirte de ti mismo; para hacer el bien también tienes que salirte de ti mismo.

La acción es externa, la no‑acción es interna. La no‑acción es tu yo privado, la acción es tu yo público. No les estoy enseñando a ser santos; de ser así, habría sido muy fácil: no hagas esto, no hagas aquello; modifica sólo la periferia, modifica tus actos.

Estoy intentando algo totalmente diferente, una mutación ‑no un cambio de una parte de la periferia a otra parte de la periferia, sino una transmutación desde la periferia hacia el centro. El centro está vacío, absolutamente vacío. Ahí, tu eres. Hay ser, no hacer.

Esto necesariamente te pasará a veces: sentado ante mí, te preguntarás qué es lo que estás haciendo aquí. Nada; no estás haciendo nada aquí. Estás aprendiendo a sólo ser, no a hacer ‑cómo no hacer nada: sin acción, sin movimiento ... como si todo se detuviera, como si el tiempo se detuviera. Y en ese instante de no‑movimiento estás en sintonía con el presente, estás en sintonía con Dios.

Los actos se convierten en parte del pasado. Los actos pueden ocurrir en el futuro, pueden ocurrir en el pasado; pero Dios está siempre en el presente. Dios no tiene pasado ni futuro. Y Dios no ha hecho nada; cuando piensas que El ha creado el mundo, estás creando su imagen según tu propio criterio. No puedes quedarte sin hacer nada ‑te vuelves demasiado inquieto, esto te hace sentir demasiado incómodo‑ así que también has concebido a Dios como un creador.

        No sólo como un creador: los Cristianos dicen que durante seis días El creó, y que al séptimo día    descansó: unas vacaciones. La Biblia dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. La verdad parece ser exactamente la opuesta: el hombre ha creado a Dios a su imagen y semejanza. Dado que no puedes permanecer desocupado, piensas. ¿qué haría Dios si no estuviese creando al mundo? Y debido a que te cansas haciendo cosas, piensas que Dios también debe haberse cansado después de seis días ‑así que al séptimo día, El descansó.

Esto es sólo antropomórfico. Estás concibiendo a Dios tal como te imaginas a ti mismo. No, Dios no ha creado el mundo; el mundo surge de su no‑actividad, el mundo surge de su no‑acción. El mundo es un florecimiento de Dios, tal como un árbol lo es.

¿Crees que un árbol está creando las flores ‑esforzándose mucho, haciendo ejercicios, planeando, interrogando a los expertos? El árbol no está haciendo nada en lo absoluto. El árbol está ahí, absolutamente desocupado. En ese estado de desocupación, la flor florece por sí sola. Y recuerda, si algún día los árboles se vuelven locos ‑tan locos como lo es el hombre‑ y empiezan a tratar de producir las flores, las flores dejarán de brotar. No surgirán, porque siempre surgen sin esfuerzo.

Observa a una flor: ¿puedes ver algo de esfuerzo en ella? El ser mismo de una flor es tan carente de esfuerzo; simplemente se abre. Pero no podemos concebirlo. Los pájaros cantando por la mañana; ¿crees que van a aprender con Ravi Shankar? ¿Crees que están haciendo algo cuando en la mañana empiezan a cantar? No, nada de eso. Sale el sol, y la canción surge de su vaciedad. El milagro más grandioso en el mundo es que Dios ha creado sin hacer absolutamente nada. Es algo que sale de la nada.

He estado leyendo acerca de Wagner, un compositor y gran músico alemán. Alguien le preguntó a Wagner: "¿Puedes revelar el motivo por el cual creaste tan bella música ‑y cómo lo hiciste?".

Wagner contestó: “Porque era desgraciado". Dijo: "Si hubiese sido feliz, no hubiera escrito ni siquiera una nota". Y agregó: "La gente, desgraciada tiene que llenar su vida con imaginación, porque a su realidad le falta algo". Y tiene razón, en muchos sentidos. Gente que nunca ha amado escribe poesía acerca del amor. Es un sustituto. Si el amor se ha presentado de verdad en la vida, ¿quién va a molestarse en escribir poesía acerca de él? Uno mismo sería el poema; no sería necesario escribirlo.

Wagner dijo: "Los poetas escriben acerca del amor porque el amor se les ha escapado". Y después formuló una declaración tremendamente significativa. Dijo: "Y creo que Dios creó al mundo porque era desgraciado". Una gran comprensión ‑pero este descubrimiento viene al caso para el hombre, no para Dios.

Si me preguntas a mí, Dios creó al mundo ‑en primer lugar, El no es un creador, sino creatividad; pero para usar la vieja expresión‑‑ Dios creó al mundo, no porque El fuera infeliz, sino porque era tan feliz que su abundancia desbordó; El tenía demasiado.

El árbol no está floreciendo en el jardín porque sea desgraciado. La flor sale solamente cuando el árbol tiene demasiado que compartir y no sabe qué hacer con ello. La flor es un desborde. Cuando el árbol no está bien alimentado, sin suficiente agua, cuando no ha recibido la cuota correcta de luz del sol, de cuidados y amor, no florece, porque el florecimiento es un lujo. Sólo sucede cuando tienes demasiado, más de lo que necesitas. Cuando sea que tienes demasiado, ¿qué es lo que haces? Se transformará en un peso, será una carga; tienes que dejarla ir. El árbol brota y florece; su momento de lujo ha llegado.

El mundo es el lujo de Dios: un florecimiento. El tiene tanto; ¿qué hacer con ello? Lo comparte, lo tira, comienza a expandirse, comienza a crear.

Pero recuerda siempre: El no es un creador de la misma forma que el pintor que pinta. El pintor está separado de la pintura. Si el pintor muere, la pintura seguirá viviendo. Dios es un creador como un bailarín lo es: el baile y el que baila son uno solo. Si el bailarín se detiene, la danza se detiene.

No puedes separar el baile del bailarín, no puedes decirle al bailarín: "Dame tu danza para llevármela a casa. Estoy dispuesto a adquirirla". La danza no puede ser adquirida. Es una de las cosas más espirituales del mundo, porque no puede ser comprada. No puedes irte con ella, no puedes transformarla en una mercancía. Cuando el bailarín está bailando, está allí; cuando el bailarín se ha detenido, desaparece ‑como si nunca hubiera existido‑.

Dios es creatividad. No es que El creara algo en el pasado y después se detuviera y descansara. ¿Y qué ha estado haciendo desde entonces? No; El está creando continuamente. Dios no es un acontecimiento, es un proceso.

No es que El creara en una ocasión y después se detuviera. En ese caso, el mundo estaría muerto. Está creando continuamente, tal como los pájaros cantan y los árboles florecen y las nubes se mueven en el cielo. El está creando ‑y no necesita tomarse ningún descanso, pues la creatividad no es un acto; no puedes cansarte. Surge de Su nada.

A esto nos referimos en el Oriente cuando decimos que Dios es vacío. Sólo la nada puede ser infinita; cualquier objeto será, necesariamente, finito. Só1o de la nada es posible una infinita expansión de vida, de existencia ‑de ninguna otra cosa. Dios no es alguien; El es nadie, O, más correctamente, una nadiedad. Dios no es algo; El es nada, o, aún más correctamente, ninguna‑cosa, ningún‑objeto. El es un vacío creativo ‑lo que Buda ha llamado sunya. El es un vacío creativo.

¿Qué es lo que les estoy enseñando? Les estoy enseñando lo mismo: llegar a ser vacíos creativos, no‑activos, que se deleiten sólo siendo. Por ese motivo, la pregunta aparecerá necesariamente en la mente de todo el mundo, tarde o temprano. Preguntas: "A veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo aquí". Tu duda es correcta: aquí no estás haciendo nada. Tu mente puede entregar respuestas, pero no les prestes atención. Escucha mi respuesta. Aquí no estás haciendo nada; no te estoy enseñando a hacer algo. Tu mente puede decir que estás aprendiendo a meditar: estás haciendo meditación, yoga, esto y aquello; o estás tratando de obtener la iluminación, el satori, el samadhi ‑puras tonterías.

Esta es tu mente proporcionando respuestas, porque la mente es un ejecutor, la mente no puede permanecer inactiva. La mente crea una actividad tras otra. Obtener dinero; si has acabado con eso, entonces obtener meditación ‑pero obtener. Obtener algo, hacer algo.

Te asustas cuando no estás haciendo nada, porque entonces te encuentras de improviso con el vacío creativo. Ese es el rostro de Dios. Estás en un caos, estás cayendo en un abismo infinito y no‑ puedes ver el fondo. No hay un fondo.

Sentado ante mí, ¿qué es lo que estás haciendo? Sólo estar sentado. Eso es lo que zazen significa. En Zen, a la meditación la llaman "zazen". Zazen significa sólo sentarse, sin, hacer nada. Si sólo puedes estar sentado cerca de mí, eso es suficiente, más que suficiente; nada más es necesario. Si sólo puedes estar sentado sin hacer nada ‑ni siquiera fabricar pensamientos o sueños‑ si sólo puedes estar sentado cerca de mí, eso lo hará todo.

         "De repente eres demasiado para mí", dices. Sí; si sólo te sientas, seré demasiado ‑porque si sólo estás sentado, estaré repentinamente fluyendo dentro de ti. Si sólo estás sentado, inmediatamente tomarás consciencia de la luz y del; amor, y entonces dirás: "Quiero dejarte", porque temes al amor y a la luz.

Te has convertido en un habitante de la oscuridad. Has vivido en la oscuridad durante tanto tiempo que tus ojos tienen miedo. No importa lo que digas ‑que te gustaría vivir en la luz‑ tus hábitos profundamente enraizados se encogen y dicen: "¿Dónde vas?". Tienes una gran inversión en la oscuridad.

Todo tu conocimiento está relacionado con la oscuridad. En la luz, serás absolutamente ignorante. Toda tu sabiduría y experiencia surgen de la oscuridad; en la luz te encontrarás desnudo. Todo lo que sabes pertenece a la oscuridad; en la luz, estarás como un bebé inocente, como un niño pequeño, sin saber nada.

Han vivido en la esclavitud y ahora temen ser libres. Hablan acerca de la libertad y de moksha ‑la libertad absoluta‑, pero si te observas a ti mismo, te darás cuenta de que siempre que la libertad se cruza en tu camino, huyes. Te asustas. Quizás hablas de la libertad sólo para engañarte a ti mismo; quizás es un sustituto, el sustituto del que habla  Wagner.

Estás esclavizado; nunca has conocido la libertad. Hablas de la libertad, cantas canciones de libertad, y a través de esas canciones obtienes una engañosa satisfacción ‑como si hubieras llegado a ser libre. Es como‑si hubiera libertad. Pero conmigo no va a ser como‑si, va a ser una realidad. La realidad te asusta.

Pides y pides amor, pero cuando éste llega, huyes, porque el amor es peligroso. Una de las cosas más peligrosas de la vida es el amor. La mente puede consolidarse con el matrimonio, pero no con el amor.

La mente siempre quiere ley, no amor. La mente siempre ama el orden, no el caos que el amor supone. La mente quiere permanecer segura, y el amor es la inseguridad más grande con la que puedas cruzarte. Siempre que el amor llega, te asustas hasta tus mismas raíces, te agitas y tiemblas, porque ese amor, si le permites entrar dentro de ti, destruirá tu mente. La mente dice: " ¡Huye! Huye de inmediato!". La mente está tratando de salvarse.

Has vivido en un contacto demasiado profundo con la mente, y te has apegado demasiado a ella. Crees que todo lo que dice la mente es correcto; confías en que todo lo que para la mente es seguridad, es seguridad para ti. Ahí está todo el malentendido. La muerte de la mente será vida para ti, y la vida de la mente no es otra cosa que la muerte para ti.

La identidad tiene que romperse. Tienes que llegar a darte cuenta de que no eres la mente. Sólo entonces puedes estar cerca de mí, sólo entonces desaparecerán los esfuerzos por marcharte y escapar. De lo contrario, puedes encontrar razones para marcharte, pero todas esas razones serán falsas. La verdadera razón será ésta: que no fuiste capaz de dejar entrar la luz, que no fuiste capaz de dejar que el amor entrara y destruyera tu mente, destruyera tu ego y te diera un renacer.

Tu enseñanza parece ser: ser absolutamente uno mismo. Esto me sobrepasa. ¿Cómo puede uno ser uno mismo si uno no es uno mismo?

Déjame formularte otra pregunta: ¿Cómo puedes no ser tú mismo? Puedes creerlo, pero no puedes ser otro que tú mismo. Puedes creer que eres otra persona, puedes imaginar que eres otro, pero todo el tiempo eres sólo tú mismo, nadie más.

Por lo tanto, el que creas o no que eres tú mismo no tiene importancia. Todo el tiempo sigues siendo tú mismo. Puedes seguir corriendo y cazando sombras, pero un día u otro tendrás que darte cuenta de que sólo has estado haciendo algo absurdo.

¿Cómo puedes ser otro que tú mismo? ¿Cómo? Me preguntas: "¿Cómo puede uno ser uno mismo?"

Yo te pregunto, ¿cómo puede uno ser otro que uno mismo? ‑y en mi pregunta está la respuesta. Nadie ha sido nunca otro que el que es; nadie puede ser otra cosa que el que es. Ser uno mismo es la única manera de ser; nada se puede hacer al respecto.

Puedes creer ... es tal como si durmieras en la noche en Poona y soñaras que estás en Filadelfia. Eso no supone ningún cambio en la realidad. Sigues estando en Poona ‑aquí, en alguna parte de Mobo's. Permaneces en Poona; Filadelfia sigue siendo un sueño. Por la mañana no despertarás en Filadelfia, recuérdalo. Despertarás en Mobo's, en Poona. ¡Por triste que sea, pero así será! Nada se puede hacer al respecto; a lo más puedes soñar de nuevo con Filadelfia.

Ustedes son dioses. Esa es su realidad. Pueden creer ... han creído muchas cosas. A veces creyeron que eran un árbol ‑muchos árboles todavía creen eso. A veces creíste que eras un animal: un tigre, un león. Hay algunas personas que pertenecen al Club de Leones: León Bhabhutmal Sanghvi. No les basta ser hombres: ¡leones! A veces creíste que eras un león, y entonces fuiste un león: un sueño. A veces creíste que eras una roca, y fuiste una roca: un sueño. Has estado cambiando tus sueños.

Ahora, el momento ha llegado. ¡Despierta! Recuerda esto: no te estoy dando otro sueño. Ansías eso, te gustaría que te proporcionara otro sueno, pero no te voy a dar otro sueño. Por eso, estar conmigo es arduo y difícil: porque insisto en que despiertes. Ya es suficiente. Has soñado muchísimo; desde la eternidad has estado soñando. Sólo has estado cambiando los sueños. Cuando te cansas de un sueño, empiezas a cambiarlo; sueñas otro sueño. Me esfuerzo en sacudirte, en sobresaltarte...en despertarte.

 

No se trata de lograr algo nuevo. Ya es tu ser. Sólo abrir los ojos, sólo tirar los sueños a un lado, sólo tirar a un lado las nubes y la visión. Es cuestión de claridad y comprensión, eso es todo. Entre tu ser y el de Jesús, entre tu ser y el mío, entre tu ser y el de Buda, no hay diferencia ‑ninguna. Eres exactamente igual. La diferencia, a lo sumo, consiste en que tú estás dormido y Jesús no lo está, eso es todo.

Por lo tanto, no me preguntes cómo ser uno mismo; no puedes ser de otra manera. Sólo pregúntame como estar despierto. ¡Eres tú mismo todo el tiempo! Sólo debes estar un poco más alerta, tan sólo trae una nueva cualidad de consciencia despierta ‑sólo observa. No trates de ser nada, porque con eso tendrás otro sueño. Sólo observa: quien quiera que seas, donde quiera que estés, sólo observa, y sé ... y permite que ocurra. Entonces sucede, sucede de improviso, ‑puede suceder en cualquier momento. Los cielos pueden abrirse y el espíritu de Dios, a modo de paloma, puede entrar en ti.

En realidad, ésta es sólo una forma de decir algo que no puede decirse. También puede expresarse al revés. Déjame decirlo: que cuando Juan el Bautista inició, bautizó a Jesús ‑Jesús se abrió y el espíritu de Dios, a modo de paloma, salió de él y voló hacia el cielo infinito. Esa es exactamente la misma verdad. Es sólo una manera de expresarlo desde dos extremos.

Son dioses, y nunca han sido otra cosa. Por eso, no me preocupo si quieren dormir un poco más. No importa; la elección es tuya. Puedes dormir un poco más, darte la vuelta y dormir un poco más; roncar un poco más ‑no pasa nada malo. Pero no trates de mejorar, no trates de obtener nada. No trates de llegar a ser nada, porque ¡ya eres lo que puedes llegar a ser! El ser es tu única realización, llevas tu destino dentro de ti mismo. Relájate ... y sé.

 

¿ Tú también estás aún aprendiendo?

Sí, porque si el aprendizaje se detiene, estás muerto. El aprendizaje es vida. Me puedes preguntar: "¿Estás aún vivo?" ‑ésa sería la misma pregunta.

El ego es un perfeccionista, y el ego cree que cuando has arribado, cuando te has iluminado, deja de haber aprendizaje; ya lo sabes todo. Pero si sabes todo, ese "todo" será finito. justamente, por ser conocido, se ha convertido en finito.

No puedes conocer lo infinito. Lo infinito simplemente significa que puedes seguir aprendiendo, aprendiendo y aprendiendo y el final nunca llega, es un viaje eterno. Empieza pero nunca termina.

Pero entonces el ego piensa: en ese caso, ¿cuál es la diferencia, si nosotros también estamos aprendiendo? La diferencia es que estás aprendiendo en un estado de profundo sueño, inconsciencia, y un hombre que está iluminado aprende conscientemente. Tu aprendizaje no es saber; tu aprendizaje es conocimiento, información muerta. Un hombre despierto ‑su aprendizaje no es como el conocimiento: su aprendizaje es, simplemente, saber.

El es como un espejo. El espejo refleja. Un pájaro vuela ante el espejo y el espejo lo refleja. ¿Hay acaso un punto en que puedas decir: "Ahora el espejo es perfecto. No refleja nada"? Cuando el espejo es perfecto, reflejará perfectamente, eso es todo.

Cuando has despertado, aprendes en forma perfecta. No es que dejes de aprender, no es que hayas alcanzado la perfección y que ahora no quede nada más por saber ‑precisamente lo contrario. Cuanto más sabes, más queda por saber; cuanto más abres tus ojos, más te rodea el infinito. Es un viaje al infinito.

Aún estoy aprendiendo. Y estoy contento así, no me gustaría que fuera de otra manera. No me gustaría llegar a un punto en el que pudiera decir: "He conocido todo", porque eso sería la muerte. Y entonces, ¿qué? ‑el río estaría helado, ya no fluiría. No, un río perfecto sigue fluyendo; nunca se congela. Seguiré aprendiendo; Buda y Jesús aún están aprendiendo. Es así como debe ser.

Mahavir todavía está aprendiendo, sin importar lo que digan los Jainas. Ellos dicen que él ha conocido todo, que lo sabe todo ‑porque su ego está comprometido. Su Maestro: ¿cómo puede estar aún aprendiendo? Eso quiere decir que todavía no es perfecto. Así que los Jainas dicen que Mahavir lo ha conocido todo, que ha llegado a ser un sarpagya ‑que lo sabe todo, omnisciente. Este es su ego, no Mahavir.

Si les dices a los Cristianos que Jesús aún está aprendiendo, se pondrán furiosos. El hijo de Dios, el único hijo engendrado por Dios ‑¿cómo puede estar aún aprendiendo? ¡El lo sabe todo! Pero yo te digo: todavía está aprendiendo, porque todavía está vivo, vivo con lo infinito ‑aprendiendo infinitamente; pero, por supuesto, aprendiendo en forma perfecta.

Es muy difícil comprender esto, porque el ego siempre busca metas; y si el aprendizaje continúa para siempre, desaparece la meta. Pero te digo, así es la vida. La vida no tiene metas, es un río que siempre está fluyendo; siempre avanzando, pero nunca llegando; siempre llegando ‑‑‑pero cada llegada se convierte en una nueva partida.

Anda a los Himalayas. Caminas fatigosamente, te mueves, vas a lo alto de la cima. Durante todo el tiempo en que estabas escalando, no veías ninguna cima más allá. Pero cuando alcanzas la cima, descubres muchas más cimas. Sigues y sigues y sigues; es un proceso interminable.

Dios es el proceso. Hasta Dios está aprendiendo. Tiene que ser así; de lo contrario, El sería un estúpido. No es estúpido, está aprendiendo. Está evolucionando ‑y eso es hermoso. Nada es estático, todo es dinámico. Eso es lo que quiero decir cuando digo: no digas que "Dios es", di siempre "Dios está sucediendo". No uses un término estático, no uses un sustantivo para El ‑usa un verbo. Di: "El está sucediendo"; di: "El está aprendiendo"; di: "El está evolucionando"; di: "El es un proceso, El es un río", y te habrás topado con la verdad.

Sí, estoy aprendiendo constantemente. En cada instante, la vida es tan tremendamente bella y tan tremendamente vasta, tan tremendamente infinita y tan tremendamente misteriosa. Afirmar que lo has conocido todo será sacrílego.

¿Por qué Jesús habló constantemente en oscuras parábolas, que confundieron incluso a sus discípulos la mayoría de las veces, ~ ¿Era ésta una técnica deliberada? ¿Por qué no pudo ser más directo, como tú por ejemplo?

¿Quién te dijo que yo soy directo? Mientras me escuchas puede que tengas esa impresión. Piensa y medítalo más tarde; me hallarás más desconcertante que Jesús. ¡Al menos él es consistente!

Y nunca hagas tales preguntas, porque estas preguntas muestran que te encuentras en posición de juez. ¿Por qué Jesús hizo esto o aquello? Si no dejas de juzgar ni siquiera a Jesús, ¿cómo te será posible dejar de juzgar a los demás? ¿Por qué no puedes aceptar las cosas como son? "¿Por qué esta flor es blanca ‑o roja?" ‑¿no es acaso una pregunta estúpida? Esta flor es roja, aquella flor es blanca ‑¿por qué?

Un niñito caminaba con D.H. Lawrence por un jardín, y el niño preguntó: "Por qué los árboles son verdes?".

D.H. Lawrence miró al niño y le respondió, "¡Son verdes porque son verdes!".

Jesús es Jesús, yo soy yo. No se trata de que Jesús sea como yo, ni que yo sea como él. Y es bueno que todo el mundo sea único; de lo contrario, la vida sería un hastío, sería monótona. Pero la gente es tonta ‑siguen viniendo a preguntarme: "¿Por qué Buda dijo esto, por qué Mahavir nunca dijo esto?". Pero Mahavir es Mahavir y Buda es Buda. El Ganges fluye hacia el Este y el Narmada sigue fluyendo hacia el Oeste ‑¿qué hacer? Si todos los ríos fluyeran hacia el Este, ¿piensas que el mundo sería mejor? Tan sólo imagina un mundo con cuatro mil millones de Budas ‑¿puedes imaginar algo más aburrido? Comenzarían a suicidarse: dondequiera que fueras te encontrarías con tu réplica, dondequiera que miraras tendrías la sensación de estarte mirando en el espejo ‑sólo encontrarías gente exactamente igual a ti.

No, es bueno que todo el mundo sea único. ¿Por qué deseas este tipo de cosas? Jesús es hermoso con sus parábolas; sin parábolas no sería hermoso, sin parábolas algo faltaría. El es uno de los más hermosos narradores de historias.

Y, naturalmente, la belleza de una parábola es que confunde la razón. Pero eres infantil: piensas que una historia es perfecta cuando te da la conclusión, la máxima. Son igual que escolares, que no están satisfechos a menos que la historia llegue a una conclusión, a menos que incluya una conclusión matemática exacta. Entonces están satisfechos, pero entonces la historia está muerta. Una historia perfectamente concluida está muerta.

Una parábola trata de mostrar algo, no de decirlo. Indica en forma indirecta; la conclusión tienes que ponerla tú. Deja un intervalo, deja un espacio para que descubras la conclusión. Una parábola es creativa. Cuando una historia está absolutamente completa ‑como dos y dos son cuatro‑‑‑, no le da espacio a tu imaginación ni espacio a tu meditación. Entonces es simple matemática. Ya no es poética; está muerta.

Te gustaría que la gente dijera en forma absoluta, exacta, lo que quiere decir; pero el supremo significado no te puede ser mostrado. El supremo significado siempre va a ser indirecto, indicado ‑dicho, y sin embargo, no dicho. Sientes algo vago, pero nunca es algo concreto.

Si se vuelve concreto, es de este mundo. Si permanece vago, y lo sigues y tratas de encontrar la clave, en el esfuerzo mismo por descubrir la clave te elevas por encima de ella ‑y ya has entrado en otro mundo.

Una parábola no es una historia común: es simbólica, es creativa. Si la escuchas, sí tratas de entenderla, tu comprensión llegará a ser mayor de lo que era antes de oírla. Una historia ordinaria permanece por debajo de tu comprensión: puedes entenderla perfectamente, porque no hay nada más allá. Las parábolas son del más allá: un paso dentro de tu mente, un paso fuera ‑‑un paso más allá. Es una persuasión.

Jesús habla constantemente en parábolas. Realmente quiere confundirte, porque está hablando de algo inefable, escurridizo ‑arcano. Está hablando de lo misterioso. Debe dejar intervalos para que tú los rellenes. Las parábolas deben ser como acertijos que te desafíen y, a través de este desafío, tú creces.

Y nunca compares: ¿por qué Jesús es así? Los árboles son verdes porque son verdes. Jesús sólo es como Jesús, y no es como nadie más.

Es en eso que he estado continuamente insistiendo, también para ti: que sólo seas tú mismo, nunca nadie más. Nunca seas un Cristiano, nunca seas un Hindú, nunca seas un Jaina; porque de ser así estarás siguiendo un patrón y pasarás por alto tu alma. El alma es tuya ‑individual, única‑ y el patrón es público, colectivo, social. Nunca trates de ser otra persona. Sólo trata de descubrir quién eres y permítelo, acéptalo, dale la bienvenida, deléitate en ello, saboréalo, de modo que sea alimentado, de modo que crezca. A través de ti, Dios está intentando algo totalmente nuevo: ser alguien que El nunca ha sido antes.

 

Dios no es repetitivo: Su creatividad es infinita. Nunca conduce el mismo modelo por segunda vez ‑no es un Henry Ford. Es absolutamente inventivo; cada día prueba lo nuevo, lo fresco. Nunca se molesta en repetir nuevamente un modelo, siempre va mejorando. Es un gran innovador. Eso es la creatividad. Por lo tanto, no trates de convertirte en un Jesús ‑porque entonces Dios no te recibirá.

Un Hassid se estaba muriendo. Su nombre era Josiah. Alguien le preguntó: "¿Has rezado a Dios, has hecho la paz con Dios? ¿Estás seguro de que Moisés será un testigo para ti?".

Josiah miró al que preguntaba y le dijo: "Moisés no me preocupa, porque cuando me encuentre frente a Dios, sé perfectamente bien que El no me preguntará: Josiah, ¿por qué no fuiste un Moisés?. El me preguntará: Josiah, ¿por qué no fuiste un Josiah?'. Por lo tanto, me estoy preocupando por mí mismo. ¡Deja de decir tonterías! Moisés ‑¿qué tengo yo que ver con Moisés? He desperdiciado toda mi vida en eso. Ahora me estoy muriendo, y me enfrento con la verdadera pregunta que El me formulará: ¿Fuiste Josiah o no? Te hice para que fueras alguien especial, alguien único. ¿Alcanzaste esa cima o no? ¿Has perdido la oportunidad?”.

Dios ciertamente te preguntará: "¿Fuiste capaz de llegar a ser tú mismo?". Ninguna otra pregunta puede ser formulada,

No hagas estas preguntas: "¿Por qué Jesús habló constantemente en oscuras parábolas?” ¡Le gusta hacerlo así! Y una parábola tiene que ser oscura, tenue, a la luz de una vela. La luz demasiado brillante mata una parábola; demasiado análisis mata. Es poesía.

¿Era ésta una técnica deliberada?". Nunca puedes ir más allá de la técnica, estás demasiado obsesionado con la técnica. Para ti, todo se convierte en una técnica. Esta es la manera en que Jesús es, no es cuestión de técnica. El no está siguiendo una técnica determinada ‑no es un seguidor de Dale Carnegie, nunca ha leído el libro Cómo tener amigos e influir en la gente. No está siguiendo una técnica, no era un americano.

En América, todo se ha convertido en una técnica. Incluso si quieres hacer el amor, vas y aprendes la técnica. ¿Puedes imaginar un día más desgraciado para la humanidad? Ni siquiera los animales preguntan. Saben perfectamente bien cómo hacer el amor, no van a ninguna escuela a aprender la técnica. Pero en América, todo se ha convertido en una técnica. Cómo ser amistoso ‑hasta eso hay que aprenderlo. ¿Está el hombre tan absolutamente perdido que hasta la amistad tiene que ser aprendida?

La gente viene a mí, y yo les digo una y otra vez:

i Rían!". Me preguntan cómo reírse. ¿Cómo reír? ‑¡aprendan de Swarni Sardar Gurudayal, es un maestro perfecto! Pero me ha llegado el rumor de que la gente no le deja reír. Dicen: "interrumpe nuestra meditación”

¿La risa interrumpe su meditación? Entonces su meditación no vale nada.

Deben aprenderlo todo. Creo que tarde o temprano tendrán que aprender a respirar. Es posible, porque hacen muchas cosas de la misma manera. Tienen que preguntar cómo dormir, cómo relajarse. Un día, éstas fueron cosas naturales, tal como respirar. Ve y pregunta a un primitivo; simplemente se reirá si le preguntas: ¿Cómo duermes tan profundamente?".

Te contestará: ¡Qué pregunta tan tonta! Simplemente apoyo la cabeza y me duermo. No hay un cómo hacerlo".

Pero tú dirás: "Aún así debe haber un truco, porque me esfuerzo mucho y no pasa nada. Debes conocer un secreto que escondes".

No está escondiendo nada; así es como sucede. Simplemente apoya su cabeza y se duerme. No hay intervalo entre estos dos estados.

Un día u otro, el hombre va a preguntar cómo respirar; y entonces, si dices: "Sólo respira; no hay un cómo hacerlo", no te creerá. Cómo amar, cómo vivir, cómo reír, como ser feliz ‑todas éstas son cosas simples, y no necesitas ningún cómo. Estas son cosas naturales, no son técnicas.

Así es Jesús. Ama la forma en que dice sus parábolas. ¡La ama! Sabe que tiene una habilidad intrínseca para decir parábolas.

Una parábola no es aritmética. No debe ser demasiado clara; de lo contrario, se pierde el propósito. Debiera ser una persuasión, no un anuncio. No debe razonar, porque entonces se pierde el propósito ‑entonces, ¿por qué no discutir, para qué decir una parábola? No debe dar pruebas, debe sólo dar indicios; y eso también, no completamente. Sólo unos pocos indicios para desafiar a tu ser, para que te pongas alerta.

Conozco una historia acerca de ChuangTzu: estaba hablando a sus discípulos, y muchos de ellos estaban profundamente dormidos ‑como lo están los discípulos. Debió de haber sido tarde en la noche y estaban cansados, y Chuang Tzu estaba diciendo cosas difíciles que estaban más allá de su comprensión. Cuando algo te sobrepasa, es mejor descansar y dormir que molestarse con ello.

De repente, Chuang Tzu se dio cuenta de que muchos de sus discípulos estaban profundamente dormidos, y que todo era inútil. Estaban incluso roncando, y sus ronquidos le interrumpían. Así que contó una parábola. Dijo: "Sucedió una vez que un hombre tenía un burro, y estaba viajando en peregrinaje hacia algún sitio sagrado. Pero era muy pobre, y llegó el momento en que tuvo hambre. No le quedaba dinero, así que vendió el burro sobre el cual estaba cabalgando a otro viajero que era rico. Pero a la tarde siguiente, cuando el sol calentaba mucho, el primer dueño descansó a la sombra del burro.

El segundo dueño dijo: 'Esto no está bien. Tú has vendido el burro'.

El primer dueño respondió: 'He vendido el burro, pero no la sombra`.

Todo el mundo se puso alerta ‑nadie estaba dormido, nadie estaba roncando. ¡Cuando hablas acerca de burros, los burros lo oyen inmediatamente! Chuang Tzu dijo: "He terminado la historia. Ahora voy al punto".

Pero todos dijeron: " ¡Espera! Por favor, termina la historia".

Chuang Tzu respondió: "Era una parábola, no una historia. Están más interesados en los burros que en mí".

Ahora todo el mundo vibraba de excitación: «¿Qué pasó? ¿Y qué sucedió después?" ‑pero Chuang Tzu lo dejó ahí, nunca lo terminó. Nunca fue su intención terminarla; fue sólo una indicación de que la mente humana está más interesada en estupideces que en más altos valores y cosas más elevadas, está más interesada en boberías.

Pero me encanta. Fue hermoso de su parte. Acercó a todas las estúpidas mentes a un cierto punto ‑a una indicación, aun indicio.

Jesús habla en parábolas por muchas razones. Pero esas razones no son técnicas. Puedes pensar en ellas, pero no son técnicas. Simplemente, a él esto le sucedía en forma natural, era un buen narrador.

Pero puedes pensar acerca de los motivos por los que habló en parábolas. El primero: se pueden decir grandes cosas si creas un drama a su alrededor. Si las dices sin drama, quedan planas. Es por ese motivo que las historias tienden a permanecer, a vivir para siempre. Los Vedas pueden desaparecer, pero Ramayana, la historia de Ram, no desaparecerá. Es una historia; será conservada. Los Upanishads pueden desaparecer, pero las parábolas de Jesús permanecerán. Se quedan cerca de ti, se convierten en un clima.

Nunca olvidas una hermosa historia. Es tal como ‑si cantas una hermosa canción, la recordarás mejor que si fuese prosa. Si es poesía, se recuerda mejor. De algún modo, encaja con la cualidad más profunda de tu mente, Si es una parábola, si hay un drama en ella, tiende a adherirse a ti. Vendrá una y otra y otra vez; se convertirá en un clima interno.

Los principios desnudos pronto se olvidan. Y en los días de Jesús no se escribían libros. Todo lo que dijo Jesús fue registrado muchos, muchos años después. Durante esos muchos, muchos años, sólo estaba en el recuerdo de la gente que le había oído.

Una parábola puede ser bien recordada. Olvidarán lo que yo digo; pero nunca olvidarán las parábolas, las anécdotas, los chistes. Puedes olvidar a Mahavir y a Moisés, pero nunca olvidarás a Mullá Nasrudín. Mahavir está demasiado lejano; el Mullá es tu vecino. Mahavir puede estar en alguna parte del moksha, el Mullá está dentro de ti. Tú eres él; puedes reconocerte a ti mismo en él.

Por lo tanto, pueden haber razones, pero no te molestes por ellas. Es el estilo de Jesús, y está bien que nunca probara el estilo de ninguna otra persona.

En el judaísmo hubo profetas, grandes profetas: Jeremías, Ezequiel ... ellos tenían su propio estilo. Ni siquiera Juan el Bautista usó nunca ninguna parábola.

Esto tiene que ser entendido. Los profetas son algo especial en el judaísmo. No existen en ningún otro sitio. Los místicos están en todas partes: Buda es un místico, no un profeta; Mahavir es un místico, no un profeta. Un místico es aquél que ha alcanzado a Dios; un profeta es aquél a quien Dios se ha acercado. Sólo existe en el Judaísmo ‑el concepto de profetas‑ porque solamente en el Judaísmo es Dios el que busca al hombre. En todas las otras religiones, el hombre busca a Dios.

Cuando el hombre busca a Dios y Le encuentra, es un místico. Cuando Dios busca al hombre y le encuentra, éste es un profeta. Cuando el hombre se acerca a Dios, es un místico; cuando Dios se acerca al hombre, es un profeta. Cuando la gota cae en el océano, es un místico. Cuando el océano cae en la gota, entonces es un profeta.

Un profeta es un hombre muy frenético y enardecido. Naturalmente, tiene que serlo; un océano ha llegado a él. Jeremías, Ezequiel, Juan el Bautista ‑todos son profetas, gente frenética, gente enloquecida con Dios. Hablan fuego, no hablan en parábolas. Sus frases son ácidas: te quemarán.

No pueden aliviarte. Buda alivia mucho; Krishna es como una canción de cuna que te envuelve, te calma, te consuela, te cura. Un profeta simplemente te quema con un deseo desconocido, te vuelve loco.

Jesús es ambos: profeta y místico, uno que ha llegado a Dios y también uno a quien Dios ha venido. A veces habla como Juan el Bautista y otras lo hace como Kríshna. A veces calma y otras hiere. Es un fenómeno profundamente equilibrado: un profeta y un místico, ambos. Por eso, encontrarás en él una síntesis. Encontrarás en él todo lo que hay en el judaísmo ‑todo lo que es hermoso y grande‑‑‑ y encontrarás en él todo lo que es hermoso en Krishna, Buda, Mahavir, Jainismo, Hinduismo, Budismo.

Jesús es un punto culminante, como si todas las religiones del mundo se encontraran en él y alcanzaran un crescendo, A veces habla como un profeta: invoca, provoca ‑‑te llama. Pero ésa no es su única cualidad. ‑Te calma, cuenta parábolas, consuela, te canta una canción de cuna. Te despierta y te ayuda a dormir. Pero ésa es su forma de ser. Todas las explicaciones son explicaciones después del hecho, recuerda. Lo fundamental es que ésta es la forma como él es, y para él no es posible otra manera.

Sócrates fue envenenado. El tribunal decidió que debía ser asesinado, pero la gente le amaba mucho ‑hasta en el tribunal: casi la mitad de ellos estaban a su favor. Así que le dieron una oportunidad. Le dijeron: "Si dejas de hablar de la verdad, si te quedas callado, puedes ser perdonado y tu muerte podrá evitarse".

Sócrates respondió: "Eso será imposible. Eso será más mortal que la misma muerte, porque hablar de la verdad es la única forma de ser que conozco. Será peor que la muerte. Por lo tanto, por favor mátenme, pues si me liberan diciéndome que permanezca en silencio ... esto será imposible. Yo no soy así".

"Hablar acerca de la verdad es la única ocupación que conozco ‑la única ocupación que conozco. Es mi única forma de ser. No puedo prometer que deje de hablar de la verdad, porque aunque dejara de hacerlo, aún en mí silencio sólo la verdad sería pronunciada. Por lo tanto, no puedo prometer eso. Es mejor que me maten". ‑y así lo hicieron.

Esto es muy significativo. Un Sócrates es un crates. Un Sócrates es un Sócrates, y no puede ser de otra manera. Todas las explicaciones son explicaciones posteriores al hecho. Pero no te preocupes de ellas. Ama si puedes ‑y si no puedes amar a Jesús, olvídate de él y encuentra a alguien a quien puedas amar. No te preocupes con explicaciones, razonamientos y pruebas.

Sólo el amor te ayudará a entender, nada más. Cuando amas a una persona ‑quien quiera que sea: Jesús o Krishna‑ cuando amas a una persona, inmediatamente comprendes que ésa es su manera de ser. Entonces ya no quieres que sea de otra manera. El amor nunca quiere cambiar a nadie. El amor acepta y comprende.

¿Hay algún misterio detrás de tu respuesta cuando también mencionas el nombre del que pregunta? Por favor explícalo ‑pero no digas mí nombre porque a veces resulta demasiado intenso‑.

Esto viene de una sannyasin ... No diré el nombre, porque en el fondo ella quiere que se mencione su nombre. No es la primera vez que ha formulado la pregunta; he estado evitando esta pregunta muchas veces.

En el fondo quiere que se mencione su nombre, para así llegar a formar parte de la historia, de un registro. Este es ahora su último esfuerzo. Está intentando una jugarreta al decir: "Por favor no digas mi nombre", y así provocarme.

Pero no me puedes provocar ...


 

 

 

CAPÍTULO 7

MATEO 9

 

9        Y habiendo partido de allí, vio Jesús a su paso a un  hombre llamado Mateo sentado en el recibo de impuestos, y le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió.

10      Y he aquí que, estando Jesús a la mesa en la casa, muchos publicanos (*)  y pecadores vinieron y se  sentaron a la mesa con él y sus discípulos.

11      Y cuando los Fariseos vieron esto, les dijeron a sus discípulos: ¿Cómo es que vuestro Maestro come con publicanos y pecadores?

12      Pero Jesús, oyéndoles, les dijo: No tienen los sanos        necesidad de médico, sino los que están enfermos.

13      Id, pues, y aprended lo que eso significa; más estimo la misericordia que el sacrificio. Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores.

                                 

LUCAS 9

23      Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome cada día su cruz a cuestas, y sígame.

24      Pues quien quisiera poner a salvo su vida. la perderá; mas quien perdiera su vida por mí, la salvará.

25      Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo    el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

            (*) Cobradores de impuestos de los Romanos (N. M T.)


 

 

 

NO HE VENIDO A LLAMAR

A LOS VIRTUOSOS

 

La religión es, básicamente, esencialmente, una rebelión. No es conformidad, no guarda relación con la pertenencia a ninguna organización, sociedad, iglesia; porque toda pertenencia proviene del miedo y la religión es libertad. El estar solo produce temor. A uno le gusta pertenecer a una nación, a una iglesia, a una sociedad porque cuando perteneces a una multitud te olvidas de tu soledad. Esta no desaparece, pero te olvidas de ella. Te engañas a ti mismo, creas un sueño a tu alrededor, como si no estuvieras solo. Permaneces solo de todas maneras; esto es sólo un intoxicante.

La religión no es un intoxicante. No te da inconsciencia, te da consciencia. Y la consciencia es rebelde. Cuando llegas a estar consciente, no puedes pertenecer a ninguna sociedad, a ninguna nación, a ninguna iglesia, porque cuando te vuelves consciente, también te das cuenta de la austera belleza de la soledad. Percibes por primera vez la música que está continuamente ocurriendo dentro de tu alma ... pero nunca te habías permitido el estar solo para oírla, estar en consonancia con ella, estar unido a ella.

La religión no es conformidad, porque toda conformidad es mecánica. Haces ciertas cosas porque se supone que las hagas. Las haces porque tienes que vivir con la gente y tienes que seguir sus reglas; las haces porque has sido condicionado a hacerlas. Vas a la iglesia, vas al templo, rezas, sigues ciertos rituales, pero todo eso está vacío. A menos que tu corazón esté en ello, todo es muerto y mecánico. Puede que hagas todo tal como está prescrito, sin ningún error ‑puede ser perfecto‑ pero aún así estará muerto.

He oído que el Presidente Kennedy tenía que firmar tantas cartas, autógrafos y retratos personales que inventaron un pequeño mecanismo para él. La máquina firmaba por él, y la firma era tan perfecta que ningún experto era capaz de distinguir la mecánica de la verdadera ‑ni siquiera el mismo Presidente Kennedy era capaz de distinguir la falsa de la verdadera. Malcolm Muggeridge afirma que cuando Kennedy fue asesinado, olvidaron desconectar la máquina, y ésta siguió funcionando. El Presidente siguió firmando cartas personalizadas aún después de muerto. Un mecanismo es un mecanismo.

Te conviertes en un Cristiano: te transformas entonces en un mecanismo. Te comportas como si realmente amaras a Cristo, pero ese "como si" debe recordarse. Te haces Budista: te comportas como si siguieras a Buda, pero no debieras olvidar ese "como si". Tu firma puede ser perfecta, pero surge de un mecanismo muerto.

La religión no es conformidad. La conformidad ocurre entre el individuo y el pasado, y la religión es algo entre el individuo y el presente ‑la poesía es algo entre el individuo y el futuro‑. La conformidad significa conformarte con aquellos que ya no son, los muertos ‑conformarte con Moisés, con Mahavir. Conformarte ahora con Jesús es una cosa muerta; te estás conformando con el pasado. Si te relacionas con el presente, es totalmente diferente. Te revoluciona; te hace renacer.

La conformidad es algo que ocurre entre el individuo y la sociedad. La religión es algo que sucede entre el individuo y la existencia misma. La sociedad es nuestra creación: Dios creó a Adán ‑no a la humanidad; Dios creó a Eva ‑‑no a la humanidad. Dios crea individuos; la humanidad es nuestra invención.

Pero la ficción puede apoderarse de ti; puedes olvidar lo real y aferrarte a la ficción. Conozco personas que quieren amar a la humanidad, y no pueden amar a otro ser humano. ¿Dónde está la humanidad, y cómo vas a amar a la humanidad? Sólo puedes hacer gestos vacíos en el aire.

La humanidad no está en ninguna parte. Donde sea que te la cruces, te cruzarás con seres humanos reales y concretos. La humanidad es una abstracción, una mera palabra. No tiene realidad en sí ‑una pompa de jabón, nada más. Sólo puedes cruzarte con seres humanos reales. Amar a un ser humano real es muy difícil, pero amar a la humanidad es muy fácil. Es casi igual que no amar a nadie. Amar a la humanidad es igual, equivalente, a no amar a nadie. Entonces no hay problema, no hay dificultad alguna.

La religión es algo que sucede entre la existencia concreta y tú. No tiene nada que ver con ficciones. Y la religión no es tradición. La tradición pertenece al tiempo, la religión pertenece a la eternidad. Para incursionar en la religión, tienes que moverte en el ahora eterno. La religión no tiene historia. En esto, Occidente tiene que aprender algo del Oriente.

En Oriente, nunca nos hemos preocupado por la historia. La razón ... la razón es simple. Toda la historia se refiere al tiempo: lo que sucede en el tiempo es registrado en la Historia. La historia es un libro muerto. Nunca nos hemos interesado por la historia, porque la religión pertenece a la eternidad; no puedes registrarla como un acontecimiento, es un proceso eterno. Sólo puedes registrar su hecho esencial, su verdad esencial; no las ondulaciones que ocurren en el río del tiempo.

Por eso, si vas a un templo Jaina y ves los veinticuatro teerthankaras, estarás confundido, no sabrás quién es quién. Todos se parecen. No le encontrarás ningún sentido ‑¿por qué los veinticuatro teerthankaras de los Janas se parecen? No pueden parecerse ‑existieron en diferentes épocas, eran diferentes individuos pero no nos hemos preocupado acerca de los acontecimientos que ocurrieron en el tiempo.

“El cuerpo" es un acontecimiento en el tiempo. La diferencia entre los cuerpos es historia pasada, pero el ser más interno, que está en la eternidad, es el mismo dentro de mí, dentro de ti, dentro de todo el mundo. La forma difiere, pero el centro más interno es el mismo. Aquellos veinticuatro teerthankaras de los templos Jainas dicen algo acerca del ser más interno. Es por ese motivo que fueron esculpidos en forma idéntica. Mira a Buda. También se parece a Mahavir; no hay diferencia. No son hechos, son verdades.

A la religión no le interesan los hechos, le interesa la verdad. Los hechos pueden ser aprendidos en los libros ‑la verdad nunca lo será. Si te llegas a interesar demasiado por los hechos, tus ojos se nublarán y confundirán, y no podrás conocer la verdad. ¡Cuidado con los hechos! ‑te pueden hacer equivocar el camino. Escoge la verdad. Trata siempre de encontrar la verdad; no te molestes demasiado con los hechos. Los hechos son irrelevantes.

Lo que cambia es el hecho, y lo que permanece siempre igual es la verdad. Tu cuerpo es un hecho: un día fuiste un niño, ahora eres un joven o un viejo; un día naciste, un día morirás ‑el cuerpo cambia. pero el tú que habita en el cuerpo, que lo ha convertido en su morada temporal ‑ese tú es eterno, ésa es la verdad. No tiene forma, no tiene cualidades. Es inmortal; es eternidad.

La religión no es una tradición; por lo tanto, no la puedes pedir prestada. Tendrás que arriesgarte tú mismo; tendrás que ganártela. Tendrás que jugarte la vida por ella‑, ésa es la única forma que hay. No puedes llevártela a un precio barato. Si la quieres barata, te llevarás una imitación.

La religión no es una consolación. Es, por el contrario, un desafío: Dios desafía al hombre, Dios ronda al hombre, Dios grita una y otra vez: "¡Retorna! ¡Entronízame!". No te dejará tranquilo. Seguirá tocando a tus puertas; seguirá creando tormentas en tu ser, en tu espíritu; te seguirá agitando. No dejará que te conformes con menos. A menos que obtengas lo supremo, no se te permitirá descansar. La religión es un desafío, es una gran tormenta. Es como la muerte; no es una consolación.

Las mal llamadas religiones, las religiones organizadas, son consuelos. Te consuelan, esconden tus heridas. No te agitan, no te llaman y no te invocan. No te piden que seas aventurero, no te piden que seas atrevido, no te atraen hacia una vida peligrosa. Son como lubricantes.

En una sociedad tan numerosa necesitas lubricantes a tu alrededor, para que no se produzca tanto conflicto. Te puedes mover fácilmente, el movimiento no es demasiado difícil, y no te rozas con el vecino. No surge conflicto ‑el lubricante fluye a tu alrededor.

Vas a la iglesia como un lubricante. Ayuda, ayuda en una forma social; es una formalidad. Si satisfaces esa formalidad, te vuelves respetable. Es como hacerse miembro del Rotary Club ‑es respetable, ayuda. Te haces miembro de una iglesia y eso también ayuda. Te haces miembro de una religión y eso también ayuda. La gente piensa que eres religioso.

Cuando la gente cree que eres religioso, puedes engañarles más fácilmente. Teniendo a tu alrededor una vestidura de religiosidad, tienes un arma potencial a tu disposición. Tu religión es un consuelo para ti mismo, y también representa respetabilidad. De hecho, es política, diplomacia‑ parte de la lucha por la supervivencia, parte de tu ambición, parte de toda la política del ego. Es el juego político por conseguir el poder.

Estas cosas deben recordarse cuando trates de entender a Jesús. La religión tampoco equivale a moralidad. La moralidad, nuevamente, es sólo las reglas del juego. Aquellos que quieran jugar el juego social, tienen que seguir sus reglas ‑tal como cuando juegas a las cartas, tienes que respetar ciertas reglas. No es que esas reglas sean nada supremo, no es que provengan de Dios. Tú creas el juego; tú creas las reglas y sigues esas reglas. Pero si deseas jugar, tienes que seguir las reglas.

La moralidad no tiene nada supremo. Por ese motivo, cada sociedad tiene su propia moralidad, cada cultura tiene su propia moralidad. Algo puede ser moral en la India e inmoral en América; otra cosa puede ser moral en América e inmoral en la India. Sí la moralidad fuera verdaderamente real, no podría haber diferencias.

En la India, divorciarse de un hombre o de una mujer es inmoral. Es mal visto. Una vez que estás casado, tienes que vivir con tu compañero. Pero en América, el hecho de vivir con una mujer que no quieres es considerado inmoral. Si no la amas, es inmoral dormir con esa mujer. Sólo el amor, solamente un profundo amor, te  autoriza a estar con esa mujer. De lo contrario, abandónala. No la engañes; no desperdicies su vida.

La moralidad es un juego; cambia, varía. De una sociedad a otra, de una edad a otra, de un período a otro, va variando. Depende, no hay nada de lo supremo en ella.

Pero la religión es suprema. No tiene nada que ver con América o la India. Guarda relación con una nueva consciencia dentro del individuo. Es un amanecer en el individuo, es un nuevo ser que surge y se expande dentro del individuo. A través de ella, adquieres una nueva forma de mirar, adquieres nuevos ojos. Puedes ver los viejos problemas, pero éstos desaparecen. No es que éstos se hayan solucionado ‑simplemente desaparecen, se disuelven. Con nuevos ojos, no pueden permanecer allí por más tiempo. Tienes una nueva visión, una nueva dimensión.

Estas cosas deben recordarse, porque cuando llega un Jesús ‑un hombre como Jesús‑ estas cosas se convierten en un problema.

He oído un proverbio árabe que dice: "Muéstrale a un hombre demasiados huesos de camello, o bien muéstraselos con demasiada frecuencia, y no será capaz de reconocer a un camello cuando se cruce con uno vivo".

"Muéstrale a un hombre huesos de camello demasiadas veces, o bien con demasiada frecuencia, y" ‑dice el proverbio árabe‑ "ese hombre no será capaz de reconocer a un camello cuando se cruce con uno vivo". Esto sucede cuando un Jesús viene al mundo. Has visto a tantos falsos sacerdotes, has visto a tantos predicadores estilo "abracadabra", has visto a tantos eruditos ‑que no saben nada pero crean mucho jaleo‑ que cuando un Jesús llega, no puedes reconocerle. Cuando un Jesús o un Buda llega, resulta casi imposible reconocerle. Para la mayoría, es casi imposible. Sólo unos seres especiales que tienen algún potencial o que están un poco alertas ‑sólo ellos pueden tener algunos vislumbres.

Reconocer a un Jesús es un gran logro, porque eso quiere decir que tienes una cierta consciencia que puede relacionarse con Jesús. Tienes cierta cualidad que puede relacionarse con Jesús: tú ya estás en vías de transformarte en un Jesús. Sólo puedes reconocer lo que ya tienes dentro de ti ‑abierto, floreciente. Puede que sólo sea un capullo, pero puedes reconocer, al menos vagamente; tus ojos no están completamente cerrados.

Hay sacerdotes que son unos hipócritas. Para ellos, la religión es un oficio. Es un medio de subsistencia, no su vida. Para Jesús, la religión es la vida; para los rabinos, los sacerdotes, es un medio de subsistencia. También están los eruditos, que hablan y hablan de nada ‑y es tanto lo que pueden hablar, hablan en forma tan clara, que nunca te será posible darte cuenta de que, en el fondo, están vacíos.

He oído acerca de un concurso internacional. Un concurso fue preparado, y se enviaron invitaciones a muchos países a participar con un ensayo. El tema de la competencia era "El Elefante". El inglés se dirigió de inmediato a Sudáfrica con cámaras y un grupo de seguidores, e investigó todo el asunto. Volvió al cabo de seis meses y escribió un libro ‑una impresión de buena calidad, ilustrada. El título del libro fue La caza del Elefante en Sudáfrica.

El francés nunca fue a ninguna parte. Simplemente acudió todos los días a visitar la jaula del elefante en el zoológico de París. Después de dos o tres semanas, empezó a escribir un libro ‑en una edición muy descuidada, ni siquiera de cubierta dura: sólo un libro de bolsillo. El título del libro fue: La vida amorosa del Elefante.

El indio ‑que fue elegido por el Gobierno de la India‑ nunca había visto a un elefante, porque siempre había vivido en los Himalayas. Era un gran yogi, poeta y erudito en Sánscrito. Ni siquiera fue nunca al zoológico. Escribió un gran libro, un gran tratado. El título fue El Divino Elefante. Estaba escrito en forma de poesía, y citaba grandes libros en Sánscrito, desde los Vedas a Shree Aurobindo. Cualquiera que leyese el libro tenía la impresión de que este hombre nunca había visto un elefante. Era un poeta; puede que hubiera visto uno en sus sueños. Habló del elefante que había visto la madre de Buda antes de que él fuera concebido ‑mitología, un elefante blanco.

Y finalmente, los alemanes. Designaron seis profesores de filosofía para escribir el libro. Viajaron por todo el mundo, a todos los museos y bibliotecas, a estudiar todo lo que se había escrito acerca del elefante. Nunca fueron a ver a ningún elefante, ni fueron a ningún zoológico ‑sólo museos y bibliotecas. Buscaron por todas partes: les tomó casi seis años, y luego escribieron un libro ‑doce volúmenes, casi una Enciclopedia Británica. ¡El título del libro fue: Breve Introducción al Estudio del Elefante! Profesores de filosofía ‑¿qué tienen que ver ellos con los elefantes? Y aún así, una breve introducción ‑un prólogo. Ni siquiera se refería al elefante. Era sólo una introducción al estudio del elefante.

 

Cuando llega un Jesús, ya estás repleto de conocimientos. Has leído los libros, has escuchado a los eruditos, has escuchado a los sacerdotes. Estás demasiado lleno de ideas; y cuando Jesús ‑o un hombre como Jesús‑ viene, simplemente no puedes reconocerle. El animal vivo está ahí, pero te has aficionado demasiado a los huesos muertos. Reconocer a Jesús implica tener que tirar a un lado todo lo que ya sabes.

Jesús no fue asesinado por gente mala, no fue asesinado por criminales: fue asesinado por rabinos muy respetables. En realidad, la gente religiosa le mató. La gente irreligiosa nunca pone en peligro a la religión, porque ellos no están interesados. La religión siempre peligra debido a la mal llamada gente religiosa, porque su vida entera está en peligro. Si Jesús tiene la razón, significa que todos los rabinos están equivocados. Si Jesús está en lo correcto, toda la tradición está equivocada. Si Jesús está en lo correcto, la Iglesia entera está equivocada.

Todo el mundo se opone a Jesús. Jesús está siempre solo, muy solo. No puedes comprender su soledad. Todo lo que tú sabes acerca de la soledad sólo se refiere a la soledad física. A veces no hay nadie en la casa, la casa está oscura y estás solo. También la electricidad se ha descompuesto, y no puedes prender la luz, no puedes prender la radio o la TV. De improviso has sido arrojado a la soledad. Pero ésta es una sensación física de soledad; no sabes lo que Jesús siente.

El está espiritualmente solo, entre extraños donde es tan difícil encontrar a un amigo que te reconozca. El mira a todos y cada uno de los que encuentra en el camino, mirando profundamente, penetrando los ojos del otro. Nadie le reconoce, nadie le entiende. Más bien, la gente le malinterpreta. Están listos para saltar hacia la mal interpretación, pero nadie está dispuesto en forma alguna a comprenderle.

Siempre que hay un ser religioso, la llamada gente religiosa se vuelve en masa en su contra. Les gustaría matarle de inmediato, para así evitar el peligro y poner nuevamente a salvo su propia seguridad.

Recuerda: ¡él fue asesinado por muy buena gente! Vayan .. aún es lo mismo. Vayan a pasearse por Poona y pregunten a la que llaman gente buena: siempre les encontrarás en mi contra. Tienen que estarlo. Todo su estilo de vida está en peligro. Tienen miedo hasta de escucharme, porque, ¿quién sabe? ‑una verdad puede entrar en ellos. No se acercarán a mí, no leerán mis libros; no pueden arriesgarse tanto. Tienen siempre sus propias opiniones.

Un día presencié una hermosa escena. Un hombre estaba hablando con Mullá Nasrudín. El hombre dijo: "¿Por qué eres tan miserable y tan tacaño con tu mujer?".

El Mullá respondió: "Debes haber oído algo equivocado acerca de mí, porque hasta donde yo sé, normalmente soy un hombre muy generoso".

El hombre se puso furioso, porque siempre que desafías la opinión de los demás, se ponen furiosos. Se puso furioso y dijo: "Deja de defenderte. Todo el mundo en la ciudad sabe que eres demasiado duro con tu esposa. Hasta para los gastos del día tiene que rogarte como un mendigo. Y deja de defenderte. ¡Todo el mundo lo sabe! ".

Nasrudín respondió: "De acuerdo; si te enojas tanto, no me defenderé. Pero, ¿puedo decir una cosa, sólo una cosa? ".

El hombre dijo en voz muy alta: "¡¿Qué?!".

Nasrudín dijo: "Que no estoy casado".

Desde ese día, ese hombre está en contra de Nasrudín. Una vez me encontré con él y le dije que, puesto que Mullá Nasrudín no está casado, todo el asunto es absurdo. "Todo su argumento no tiene base. ¿Por qué está furioso?".

El respondió: "No hace diferencia; es sólo cuestión de tiempo. Espere, tarde o temprano se casará y entonces, ¡yo tendré razón! Aún estoy diciendo la verdad. Es sólo cuestión de tiempo. Espere, mi opinión no puede estar errada".

La gente se aferra a sus opiniones. No tienen base, pero aún así se aferran a ellas. Cuanto menos base tenga su opinión, más apego le tienen. Si se basa en fundamentos reales, no es necesario aferrarse: es verdad en sí misma. Es cuando no tiene fundamento que necesitas aferrarte a ella, porque sólo tu aferrarte puede convertirse en la base. Recuerda siempre: nunca te enojas si alguien contradice algo que tú sabes que es verdad. Te pones furioso en la misma proporción en que sabes que no es verdad. La ira demuestra que tienes sólo una mera opinión, no el saber.

La gente estaba muy en contra de Jesús, porque él estaba arruinando todos sus edificios. Creían que sus casas estaban construidas sobre rocas, y la mera presencia de Jesús les mostró que estaban construidas sobre arena, que ya se estaban cayendo. Saltaron sobre él, le mataron. No fue asesinado por el poder político; fue asesinado por los poderes seudo -religiosos, por los sacerdotes.

Así es como yo lo entiendo: si la religión se halla desaparecida en el mundo hoy en día, no es debido a la ciencia ‑no. No es debido a los ateos ‑no. No es a causa de los racionalistas ‑tampoco. Es debido a la seudo‑religi6n. Hay demasiada seudo‑religi6n, y es tan artificial, tan falsa, que sólo la gente falsa puede estar interesada en la religión. La gente que tiene un ápice de realidad irá en contra de ella: se rebelarán.

La gente auténtica siempre ha sido rebelde, porque la realidad quiere defender su ser, expresar su libertad. La gente auténtica no se transforma en esclava. Recuerda esto, y luego entraremos en los sutras.

Y habiendo partido de allí, vio Jesús a su paso

a un hombre llamado Mateo

sentado en el recibo de impuestos,

y le dijo: Sígueme.

Y él, levantándose, le siguió.

Todo el asunto parece un poco irreal. Es mucho lo que el mundo ha cambiado. Parece teatro más que vida real. Jesús llega y le dice a un hombre que está sentado en el recibo de impuestos, trabajando allí ‑quizá un escribiente o algo así‑; simplemente le mira y le dice: gueme. Y él, levantándose, le siguió. Parece teatro, no realidad, pues la realidad que conocemos hoy es absolutamente diferente. El mundo ha cambiado, la mente humana ha cambiado.

Durante tres siglos, la mente humana ha sido entrenada para dudar. Antes de Jesús, la mente humana vivió durante siglos con confianza, vivió con la simplicidad del corazón. Los ojos de la gente eran claros. Este Mateo ‑un hombre corriente‑ debió de mirar los ojos de Jesús, su manera de caminar, la presencia que traía consigo, la penetrante mirada que agitaba el corazón. Todo esto le llegó profundamente.

Esto ocurre rara vez en nuestros días. Me cruzo con mucha gente, pero rara vez veo a una persona tan abierta que cualquier cosa que yo diga simplemente le llegue al corazón y se convierta inmediatamente, sin pérdida de tiempo, en una semilla. De otra forma, la gente se protege.

Vienen a mí y afirman que les gustaría entregarse, que les gustaría seguirme; pero veo que una gran armadura les rodea ‑muy sutil, pero se están protegiendo por todos 1ados. No permitirán que exista ninguna brecha por donde pueda entrar en ellos. Si me esfuerzo demasiado, empiezan a protegerse mucho más. Siguen diciendo una y otra vez que les gustaría relajarse y dejarse ir; sus bocas dicen una cosa, sus cuerpos muestran otra. Sus pensamientos son una cosa; su realidad es precisamente la opuesta.

La gente era simple en la época de Jesús. Sólo debieron mirarle, y cuando Jesús dijo: "Seguidme", simplemente le siguieron. Era natural. Cuando estos evangelios fueron escritos, los que los estaban escribiendo no se dieron cuenta de que algún día estas cosas parecerían ficticias. Era tan natural en aquellos días, que los escritores del evangelio no pudieron imaginar que algún día este asunto parecería falso, que no sonaría real.

Esto está ocurriendo ahora en todas partes del mundo.

 Entra en la atmósfera de Buda: una cualidad diferente de humanidad le rodea.

Prasanjit, un rey, fue a ver a Buda. Era amigo del padre de Buda ‑ambos eran reyes‑ y cuando llegó a sus oídos que el hijo de su amigo había renunciado al mundo, se quedó muy preocupado. Cuando Buda llegó a su ciudad capital, fue a verle y a convencerle. Le dijo a Buda: "¿Qué es lo que has hecho? Si no eres feliz con tu padre, ven y quédate en mi palacio. Cásate con mi hija ‑sólo tengo una hija‑ y este reino será tuyo. Pero no andes como un mendigo: es doloroso. Eres el único hijo de tu padre ‑¿qué estás haciendo? Estos dos reinos serán tuyos. Ven a mi casa".

Buda miró a los ojos de Prasanjit y le dijo: "Sólo una pregunta. ¿Has logrado alguna felicidad a través de tu reino? Sólo di sí o no. Si dices , te sigo. Si dices no, entonces tú tendrás que seguirme".

Pransanjit cayó a los pies de Buda y dijo: "No. Renuncio; iníciame. Dejo todo esto" ‑un tipo muy diferente de inmediación.

La misma cosa me sucedió, la misma. Uno de los amigos de mi padre era un abogado, un abogado muy astuto. Cuando volví de la universidad a casa, mis padres naturalmente‑ estaban preocupados. Querían que me casara y me estableciera, pero no querían decírmelo directamente. Sabían que decirlo en forma directa sería una interferencia en mi vida, y no son nada agresivos ‑más bien silenciosos, simples. Así que pensaron en su amigo y le pidieron que viniera.

Vino con todos sus argumentos a la mano ‑¡era un abogado! Me dijo: "Si te convenzo de que debes casarte, ¿te casarás?".

Yo le contesté: "Naturalmente. Pero si no puedes, ¿estarás entonces dispuesto a dejar a tu esposa y a tus hijos? “. ¡El hombre no había pensado en eso! Me dijo: "En ese caso, tendré que pensarlo".

Nunca regresó. La cualidad de la mente ha cambiado ‑‑de lo contrario, había una oportunidad para él, una abertura en el cielo. Esperé y esperé, pero nunca volvió. Se asustó, porque todos saben que la vida, tal corno la has vivido, no te ha dado nada. Pero uno necesita valor para reconocerlo, porque junto con decir esto, ocurre una profunda renunciación. Una vez que te das cuenta de que la vida, tal como la has vivido, ha sido fútil, infructuosa, irrelevante, ya has entrado en otro sendero.

Y Jesús le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió. ¡Qué mundo tan maravilloso, qué consciencia tan hermosa! Tú puedes tener esa consciencia; y, a través de ella, todo se vuelve posible: hasta lo imposible se vuelve posible.

Prueba. Tira las dudas, porque siempre que dudas eres destructivo. La duda es destructiva; la confianza es creativa. La duda mata, la duda es un veneno. La confianza te da vida, vida en abundancia, vida infinita ‑porque cuando confías te relajas.

Con la confianza no hay miedo, con la confianza no hay necesidad de defenderse, con la confianza no hay lucha. Te dejas ir, fluyes con el río. Ni siquiera nadas: el río te lleva al océano. Ya se dirige hacia el océano. Luchas innecesariamente; y, a través de la lucha, destruyes tu energía. Cuando luchas, te frustras,‑ cuando luchas, pierdes la oportunidad en que podrías haber bailado, en que podrías haber celebrado. La misma energía se convierte en lucha. La misma energía puede transformarse en entrega.

Y he aquí que, estando Jesús a la mesa en la casa, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron a la mesa con él y sus discípulos.

Esto debe ser entendido. Es un punto muy delicado: cuando un hombre como Jesús está en la tierra, los pecadores le reconocen antes que la mal llamada gente de bien ‑porque los pecadores no tienen nada que perder, excepto sus pecados. Los pecadores no tienen mentes obstinadas; no tienen teologías y escrituras. Los pecadores tienen la sensación de que sus vidas han sido fútiles, los pecadores sienten una urgencia por arrepentirse y retornar.

Pero la mal llamada gente respetable ‑guardianes de templos e iglesias, alcaldes, políticos, dirigentes, sabihondos, eruditos‑ tienen mucho que perder y ninguna urgencia de ser, ningún apremio por transformarse a sí mismos ‑ningún deseo, en realidad. Están embotados y muertos. Los pecadores están más vivos que los mal llamados santos, y los pecadores son más valientes que los mal llamados santos. Necesitas valor para acercarte, para aproximarte a Jesús.

¿Has observado que los mal llamados santos no son en verdad religiosos, sino simplemente gente temerosa? Miedo del infierno, miedo del castigo de Dios... o codiciosos, codiciosos y ambiciosos por obtener el cielo: los premios y bendiciones de Dios. Pero no son realmente religiosos. Cuando eres de verdad religioso, no te interesa el cielo y el infierno, no te molestas por nada. En este mismo instante estás tan totalmente sumergido en el paraíso, que ¿a quién le importa el paraíso que vendrá después de la muerte?

Los pecadores tienen más valor, se arriesgan. Y he aquí que, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron a la mesa con él y sus discípulos.

Y cuando los Fariseos vieron esto ‑la gente respetable, la gente buena‑‑‑

les dijeron a sus discípulos:

¿Cómo es que vuestro Maestro

come con publican os y pecadores?

Sus mentes siempre están pendientes de esas tonterías: con quién estás comiendo, con quién estás sentado. No miran directamente a Jesús: están más interesados en los que están sentados con él. Está sentado con pecadores: ése es el problema que tienen en este momento. Jesús no les produce absolutamente nada, pero los pecadores les producen ansiedad. ¿Cómo pueden llegar y sentarse con este Maestro?

Los pecadores están ahí. Los condenados para los cuales ellos han inventado el infierno están ahí sentados. Tus mal llamados santos no permitirán a esos pecadores estar tan cerca ‑nunca. No les gustaría en absoluto estar en su compañía. ¿Por qué? ¿Por qué tus santos temen tanto a los pecadores?

Temen su propio miedo interior, temen que al estar con pecadores, la posibilidad de que los pecadores les conviertan a ellos sea más probable que la de que ellos conviertan a los pecadores. Tienen miedo. Tienen miedo de los pecadores que tienen en su interior. De ahí surge el miedo al pecador allí afuera. Recuerda siempre que cualquier cosa que digas, a fin de cuentas se refiere a ti, a nada más. Si temes ir a un sitio donde se reúnen borrachos, eso simplemente muestra que tienes cierta tendencia hacia el alcohol, hacia los intoxicantes, y que tienes miedo. De lo contrario, ¿por qué temer? – puedes estar tranquilo allí. Nadie te puede corromper, excepto tú mismo.

Les dijeron a sus discípulos ... Esto también debe recordarse; no se lo dijeron a él. Conozco a esos Fariseos que andan por ahí. Te lo dirán a ti, no vendrán a decírmelo a mí. Se lo dicen a los discípulos ‑porque incluso acercarse a Jesús a decírselo es peligroso. El puede hipnotizarte, es arriesgado ‑habla sólo con los discípulos. Y es gente tan impotente la que ha llegado a ser importante; poseen todos los puestos clave en el mundo, poseen todo el poder ‑‑‑y son absolutamente impotentes. Ni siquiera están dispuestos a acercarse y a enfrentar a Jesús.

¿Cómo es que vuestro Maestro come con publicanos y pecadores? ‑como si los pecadores no fueran seres humanos. Como si ellos mismos no fueran pecadores. ¿Quién puede decir: "No soy un pecador"? Estar aquí en este mundo es estar de una manera u otra envuelto en el pecado. Nadie puede proclamar lo contrario.

Cuando toda la humanidad está envuelta en el pecado.

219

¿cómo puedes tú permanecer ajeno a él? Tienes parte en ello. Si el pecado ocurre en algún sitio, soy parte de él, porque soy parte de la humanidad. Produzco el clima ‑‑quizá una parte muy pequeña de él, pero aún así, también creo el clima. Ocurre un Vietnam: soy parte de él, soy un pecador. ¿Cómo puedo imaginarme fuera de ello? Todo lo que cualquier ser humano esté haciendo en algún sitio: él es parte de mí y yo soy parte de él. Unos formamos parte de los otros.

Un verdadero santo siempre se siente humilde, porque sabe que también es un pecador. Sólo un santo falso se siente orgulloso y piensa que está por encima. Nadie está por encima. Si existe un Dios, El también debe ser parte de tu pecado. Y El lo sabe, porque El está involucrado contigo. El late en tu corazón, respira en ti; y si cometes un pecado, El es parte de él. Sólo los mal llamados santos ‑los falsos, los de mentira pueden pensar lo contrario y sentirse orgullosos.

 

Pero Jesús, oyéndoles, les dijo:

No tienen los sanos necesidad de médico,

sino los que están enfermos

El simplemente dijo: "Son aquellos que están enfermos los que necesitan al médico. Yo soy el médico; por lo tanto, los enfermos se han acercado a mí". Este debería ser el indicador: alrededor de un santo se reunirán los pecadores. Este debería ser el criterio. Si ves a un santo rodeado sólo de gente respetable, querrá decir que no es un santo en absoluto. El médico es falso, porque cuando un gran médico viene al mundo, los enfermos siempre corren hacia él. Siempre se aglomeran a su alrededor, porque ahí se encuentra su necesidad. Quieren sanar y curarse, y el médico ha llegado.

 

No tienen los sanos necesidad de médico, sino los que están enfermos.

Pero lo contrario no es cierto, recuérdalo. Un pecador necesita a un santo, pero si piensas que tú no necesitas a ese santo, no significa que no seas un pecador. Un hombre enfermo busca a un médico ‑ y no es necesario que lo busque un hombre sano; pero si tú no lo buscas, no te engañes creyendo que estás sano. Recuerda que lo contrario no es cierto. Por ese motivo, en el siguiente sutra  Jesús dice:

Id, pues, y aprended lo que eso significa.

El dijo: "Esta es la verdad: los pecadores necesariamente me buscarán y la gente enferma necesariamente vendrá a mí. Soy el médico de sus almas. No soy para aquellos que están sanos; ellos no necesitan venir. Id, pues, y aprended lo que eso significa: no es simple. Ve y medítalo. Puede que tú también estés enfermo y me necesites, puede que sólo hayas estado pensando que no lo estás".

La mayor enfermedad que puede sufrir un hombre es estar enfermo y creer que no lo está. Entonces nadie le puede curar, ninguna medicina le puede ayudar. El médico puede vivir en la casa contigua, pero el hombre morirá sin curarse. Esta es la mayor desgracia que pueda ocurrirle a un hombre: estar enfermo y creer que está sano.

Id, pues, y aprended lo que eso significa; más estimo la misericordia que el sacrificio.

Este es uno de los dichos más significativos que Jesús nunca haya pronunciado. Este es todo su secreto: más estimo la misericordia que el sacrificio. Mahavir no es tan misericordioso, ni Mahoma, ni siquiera el compasivo Buda es tan misericordioso como Jesús, porque todos ellos dicen que tendrás que sacrificarte, tendrás que cambiar de forma de actuar y tendrás que dar cuenta de tus karmas pasados.

En la India hemos hablado de compasión durante mucho tiempo, pero hemos hablado continuamente acerca del karma. Uno debe arreglar cuentas, y todas las malas acciones que hayas hecho tendrás que contrarrestarlas con buenas acciones. Tendrás que llegar a un equilibrio; sólo entonces puedes saldar cuentas. A esto se refiere Jesús con "sacrificio".

El dice: más estimo la misericordia. Esta es su llave secreta. ¿Qué quiere decir cuando dice: más estimo la misericordia? Quiere decir que te será casi imposible anular todos los malos karmas que has cometido, porque la totalidad es inmensa, gigantesca. Durante millones de vidas has estado haciendo cosas, y todo lo que has hecho ha sido malo: tiene que serlo, porque has estado inconsciente. ¿Cómo puedes hacer algo bueno estando inconsciente? Has hecho millones de cosas, pero todas malas.

Mientras uno está dormido no puede hacer nada bueno. La virtud es imposible en la inconsciencia; sólo el pecado es posible. La inconsciencia es la fuente del pecado. Has cometido tantos pecados que la tarea parece casi imposible. ¿Cómo saldrás de esto? ‑el esfuerzo mismo no parece probable, el esfuerzo mismo parece inútil. Jesús dice: "La misericordia lo hará. Sólo entrégate a mí". Jesús dice: "Y yo tendré misericordia". ¿Qué es lo que quiere decir? Simplemente quiere decir que: "Si puedes confiar en mí y confías en que has sido perdonado, eres perdonado" ‑porque has cometido todos esos karmas mientras estabas en un sueño inconsciente. No eres responsable de ellos.

Este es el mensaje clave de Jesús: que el hombre no es responsable, a menos que esté alerta. Es igual que si un niño cometiese un pecado. Ningún tribunal castigará al niño, porque dirán que el niño no sabe, que lo ha hecho en forma inconsciente. No tenía intención de hacerlo: simplemente ha ocurrido. El no es responsable. O bien, un loco que comete un crimen, que asesina a alguien. Una vez que se ha probado que el hombre está loco, el tribunal tiene que perdonarle, porque un loco no es responsable. O un borracho que ha hecho algo, y se prueba que estaba bebido, absolutamente borracho. A lo más, puedes castigarle por beber. No puedes castigarle por su acto.

Jesús dice: "He venido. Tendré misericordia". No quiere decir que dependa de Jesús el perdonarte, recuérdalo. Esa ha sido una equivocación. Los Cristianos han creído que, puesto que Jesús es el único hijo engendrado por Dios y que él es misericordioso, no hay necesidad de hacer nada. Sólo rezarle, confesar tus pecados. El es misericordioso, te perdonará.

De hecho, Jesús es sólo un pretexto. El dice: si llegas a estar alerta, y llegas a darte cuenta de que todo lo que has hecho hasta ahora, lo has hecho en inconsciencia ‑‑esta sola consciencia de que eras inconsciente, la sola comprensión, perdona, se convierte en perdón. No es que Jesús esté haciendo nada.

Es tal como cuando te prometo que si te entregas a mí, te transformaré. No hay promesa y yo no voy a hacer nada. Te entregas, eso es todo ‑y la transformación ocurre. Pero será difícil para ti entregarte si no hay nadie a quien entregarse. Entonces dirías: "¿A quién me entrego?". Será casi imposible, absurdo. ¿Sólo entregarse, sin tener a nadie a quien entregarse? Te sentirás ridículo: ¿qué estás haciendo? ‑‑‑se necesita a alguien a quien entregarse. Ese alguien es sólo una excusa para la entrega.

Cuando digo: "Te prometo que te transformaré", no quiero decir que vaya a hacer nada, porque nadie puede transformarte. Pero si te entregas, en el mismo esfuerzo ... Cuando te entregas, el ego se entrega y surge la transformación ‑porque el ego es la única barrera. Es debido al ego que no cambias; es debido al ego que tu corazón está cargado de rocas y no late bien. Una vez que quitas la roca ...

Has desarrollado tal adicción a esa roca que dices: "A menos que encuentre unos pies de loto dorado, no voy a entregar esta roca".

Por lo tanto, digo: "De acuerdo, deja que mis pies sean la excusa". Te has vuelto tan adicto a la roca que crees que a menos que encuentres unos pies de loto, unos pies dorados, a menos que halles a un dios, no te vas a entregar, porque la roca es muy valiosa. Es debido a tu necedad que tengo que jugar el rol de dios. Así que digo: "De acuerdo: yo seré un dios. Pero por favor, entrega tu roca, para que tu corazón comience a latir bien, para que empieces a sentir, a amar, a ser".

Cuando Jesús dice: más estimo la misericordia, está diciendo lo mismo. Está diciendo: Estoy aquí para perdonarte. Tú sólo entrégate. Ven y sígueme, y más estimo la misericordia que el sacrificio. Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores. Esto es tremendamente hermoso. Cada vez que sucede un Jesús, un Buda o un Krishna: es a esto que vienen.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos...

En primer lugar, ellos nunca escuchan la llamada. Los virtuosos son gente muerta; están sordos, están demasiado llenos de su propio ruido. Y están tan seguros respecto a sus virtudes. No tienen tierra en la cual pararse más que la de sus creencias y la de su imaginación; creen estar parados en un terreno muy seguro. No tienen base alguna ‑su edificio es tal como uno de naipes hecho por un niño: una brisa y la casa se habrá ido. Pero ellos creen en ella. La casa existe sólo en su imaginación.

En primer lugar, ellos no escucharán la llamada. En segundo lugar, si insistes demasiado, se pondrán furiosos. En tercer lugar, si eres obstinado ‑como lo era Jesús‑ te matarán. Y en cuarto lugar, cuando estés muerto, te venerarán. Así se dan las cosas.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores.

De hecho, darte cuenta de que eres un pecador es ya una transformación. Apenas reconoces que eres un pecador, te has arrepentido. No hay otro arrepentimiento.

Míralo de esta manera. Por la noche estás profundamente dormido, soñando. Si te das cuenta de que estás soñando, ¿qué significa? Significa que ya no estás durmiendo. Una vez que te das cuenta de que estás soñando, estás despierto. Una vez que te das cuenta de que estás dormido, ya no lo estás ‑terminado. El sueño ya te ha abandonado.

Para seguir siendo un pecador, necesitas creer que no eres un pecador, sino que un hombre virtuoso. Para esconder el pecado, necesitas la seguridad de que eres virtuoso, no un pecador. A veces la gente que se llama a sí misma virtuosa piensa que, aunque pequen algunas veces, es sólo para proteger su virtud, para proteger su rectitud.

Sucedió: India y Pakistán estaban en guerra, y todo el mundo estaba en ánimo guerrero. Hasta los santos Jains estaban en ánimo de guerra. Por lo menos ellos no deberían haberlo estado ‑han predicado la no violencia durante siglos. Pero me encontré con la noticia de que Acharya Tulsi, uno de los más grandes munis Jains, había dado sus bendiciones a la guerra. ¿Qué fue lo que él dijo?

Dijo que era para proteger "al país de la no‑violencia. Si hay que usar la violencia, hay que usarla, para proteger al país de Buda, Mahavir, Gandhi". ¿Te das cuenta del truco? La no‑violencia tiene que ser protegida por medio de la violencia. Uno tiene que ir a la guerra para que reine la paz. Tengo que matarte porque te quiero; lo estoy haciendo por tu bien.

Un hombre que cree que es un pecador ya se ha entregado. Se da cuenta: "Soy un pecador y no he hecho otra cosa que pecar y pecar. No es que a veces haya cometido un pecado. Más bien, lo contrario: soy un pecador. No es cuestión de actos: es una continuidad de inconsciencia. Soy un pecador, y no importa si he hecho algo malo o no. A veces no hago nada malo, pero aún así soy un pecador".

Ser un pecador es una cualidad de la inconsciencia. No guarda relación con los actos. Puede que no hayas hecho nada malo durante veinticuatro horas ‑‑puede que te hayas quedado en casa, ayunando, sentado en silencio, meditando; no has hecho nada malo‑ pero aún así, sigues siendo un pecador. Si estás inconsciente, eres un pecador.

El que seas un pecador no es consecuencia de los pecados que has cometido. El ser un pecador es simplemente el estado de inconsciencia. No es porque cometas pecados que eres un pecador. Cometes pecados porque eres un pecador. Es una continuidad de inconsciencia ‑un continuo, sin intervalo alguno. Una vez que te das cuenta de esto, el mismo darte cuenta es un despertar. La mañana ha llegado, ha llamado a tu puerta: has despertado. ‑La consciencia aún es muy frágil, muy delicada puedes adormecerte otra vez, sí, existe la posibilidad pero aún así, estás consciente. Puedes utilizar este momento y salir de la cama.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos

al arrepentimiento,

sino a los pecadores.

Y decía a todos:

Si alguno quiere venir en pos de mí,

niéguese a sí mismo

y tome cada día su cruz a cuestas,

y sígame.

Si alguno quiere venir en pos de mí.. Si has decidido venir en pos de mí, entonces esto es lo que tienes que hacer. Esta es la disciplina, la única disciplina que Jesús  jamás dijo: niéguese así mismo.

Cuando llegas ante un hombre como Jesús, tienes que tirar tus propias ideas y tu ego. Tienes que abandonar totalmente tus propias decisiones, porque solamente si tiras tus ideas, tus decisiones, tu ego, puede Jesús penetrar dentro de ti. Al poco tiempo, no necesitarás a Jesús ‑una vez que has tirado tu ego, las cosas empezarán a pasarte por sí solas‑ pero como primer paso: niéguese a sí mismo.

         Mira ... puedes venir a mi  y entregarte. Pero es posible que esa entrega sea tu idea. Entonces deja de ser una entrega. La entrega es entrega cuando es idea mía no tuya.. entonces no es entrega ‑estás siguiendo tu propia idea.

Sucede todos los días. Alguien llega y le pregunto: "¿Te gustaría iniciarte en sannyas?".

El me contesta: "Espera, tengo que pensarlo".

Yo le digo: "Si lo piensas, entonces será tu sannyas, no el mío ".

Entonces lo piensas y llegas a una conclusión, pero es tu ego el que piensa y llega a una conclusión. Y luego te haces sannyasin, pero has perdido la oportunidad. Cuando te lo pregunté, la oportunidad estaba ahí para dar el salto. Si hubieras saltado sin pensarlo, hubiera sido un arrepentimiento, un vuelco, una conversión. Si piensas que está bien, pero simplemente que está bien y nada más, entonces has entrado, pero es tu idea la que estás siguiendo. No hay entrega en ello.

Niégate a ti mismo. Y la segunda cosa: Y tome cada día su cruz a cuestas. Una vida con Jesús es una vida momento‑a‑momento. No es un planeamiento del futuro. No hay plan; es algo espontáneo. Uno tiene que vivir momento a momento y tomar cada día su cruz a cuestas.

¿Y por qué una cruz? ‑porque entregarse equivale a morir. ¿Y por qué una cruz? ‑porque entregarse es dolor. ¿Por qué una cruz? ‑porque entregarse es sufrimiento. Todo tu ego sufrirá y arderá. Tus ideas, tu pasado, tu personalidad, estarán ardiendo continuamente. De ahí la cruz. La cruz es un símbolo de muerte  y hasta que mueras, nada es posible; antes de que mueras, la resurrección no será posible.

Niéguese a sí mismo, y tome cada día su cruz a cuestas. Esto tiene que hacerse cada mañana, diariamente. No puedes pensar que: "Sí, me he entregado una vez. Ya se acabó". No es tan fácil. Tendrás que entregarte un millón de veces. Tendrás que entregarte a cada momento, porque la mente es muy astuta. Tratará de recuperarte. Si piensas que te has entregado una vez y que con ello has liquidado el asunto, la mente te envolverá de nuevo. Tiene que hacerse a cada momento ‑ hasta que estés totalmente muerto y una nueva entidad haya surgido, hasta que un nuevo hombre haya nacido en tu interior, hasta que no tengas continuidad con el pasado: cuando haya ocurrido una ruptura.

Lo sabrás, porque no te reconocerás a ti mismo. ¿Quién eres? No te será posible ver en qué forma estabas conectado con el pasado. Reconocerás sólo una cosa: que ha surgido un repentino intervalo. La línea se ha roto, el pasado ha desaparecido, y algo nuevo ‑que no tiene nada que ver con el pasado, que no está conectado con él en absoluto‑ ha entrado en ti. El hombre religioso no es un hombre modificado, el hombre religioso no es un hombre con un nuevo decorado. El hombre religioso no guarda ninguna relación con el pasado. Es absolutamente nuevo.

Pues quien quisiera poner a salvo su vida,

la perderá; no te aferres al ego ...

Pues quien quisiera poner a salvo su vida,

la perderá;

mas quien perdiera su vida por mí,

la salvará.

Piérdela y la tendrás; aférrate a ella y la perderás. Parece paradójico, pero es una simple verdad. La semilla muere en la tierra, y se transforma en un gran árbol. Pero la semilla puede aferrarse a su propio ser, protegerse y defenderse a sí misma, porque para la semilla lo que viene aparece como la muerte. A la semilla nunca le será posible ver la planta; por lo tanto, es una muerte.

Nunca podrás ver al hombre del que estoy hablando; por lo tanto, es una muerte perfecta. Ni siquiera te puedes  imaginar a ese hombre, porque si te lo imaginas, éste será un continuo de lo que eres ahora. No puedes tener esperanzas respecto a ese hombre, porque si son tus esperanzas, entonces tus esperanzas serán el puente . No, estás en total oscuridad respecto a ese nuevo hombre: por eso, la confianza es necesaria.

No puedo probártelo, no puedo discutir respecto a eso, porque mientras más discuta acerca de eso y trate de probarlo, más imposible te resultará. Si llegas a estar convencido, la barrera será perfecta, porque tu convicción será tu convicción ‑y lo nuevo llegará solamente cuando tú te hayas ido totalmente. Todas tus convicciones, ideologías, argumentos, pruebas, se han ido ‑en liquidación‑ y sólo se ha quedado la ausencia. Y en esa ausencia, los cielos se abren y el espíritu de Dios desciende como una paloma y se posa sobre ti.

Mas quien perdiera su vida por mí, la salvará.

¿Por qué Jesús insiste en: por ? Mira bien el problema: si vas a morir completamente y un nuevo hombre va a surgir sólo cuando tú ya no estés ... ¿quién será el puente entre lo que eres ahora y lo que vendrá? ¿Quién será el puente? Tú no puedes ser el puente; de lo contrario, el nuevo no será nuevo: será sólo una modificación de lo viejo.

El Maestro se transforma en el puente. El dice: "Muere silenciosamente. Estoy aquí para cuidar de ti. Entra en la muerte; me ocuparé de que lo nuevo pueda surgir. No te preocupes, relájate ... por mi.

Es por ese motivo que la religión nunca se convertirá en filosofía, nunca se transformará en una teología. Nunca estará basada en argumentos; no puede estarlo. Su misma naturaleza lo prohíbe. Seguirá siendo una confianza. Si confías en mí, puedes morir fácilmente, sin miedo. Sabes que estoy ahí. Me amas y sabes que te amo; por lo tanto, ¿de qué tener miedo?

Sucedió una vez: un joven, recién casado, estaba pasando su luna de miel. Era un Samurai, un guerrero japonés. Se dirigían hacia una isla en un bote, cuando de repente vino una tormenta. El bote era pequeño y la tormenta tremendamente violenta, así que era muy probable que se ahogaran.

La esposa se asustó muchísimo. Empezó a temblar. Miró al samurai, su marido, pero éste estaba sentado en silencio. Era como si nada estuviera pasando. ¡Y estaban al borde de la muerte! En cualquier momento el barco se hundiría.

         La mujer dijo: "¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás sentado como una estatua?".

El samurai desenvainó su espada ‑la esposa no lo podía creer: ¿qué es lo que estaba haciendo?‑ y puso la espada desnuda cerca de la garganta de su mujer. Ella empezó a reír, y él dijo: "¿Por qué te ríes? La espada está tan cerca de tu garganta ... sólo un pequeño movimiento y tu cabeza caerá".

La mujer le dijo: Pero está en tus manos; por lo tanto, no hay problema. La espada es peligrosa, pero está en tus manos".

El samurai volvió a poner la espada en su sitio y dijo: "La tormenta está en las manos de mi Dios. La tormenta es peligrosa, pero está en manos de alguien que amo y que me ama. Por ese motivo, no tengo miedo".

Cuando la espada está en las manos de tu Maestro y él va a matarte ... sólo si confías en él morirás en paz, con amor, lleno de gracia. Y de esa gracia ... y de esa paz ... y de ese amor ... crearás la posibilidad de que lo nuevo pueda llegar. Si mueres con miedo, lo nuevo no llegará. Simplemente morirás. Por eso, Jesús dice: por ‑deja que yo sea el puente.

Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

Y recuerda, puedes adueñarte del mundo entero y perderte a ti mismo, tal como la gente lo está haciendo en todo el mundo, a través de los tiempos: obteniendo el mundo y perdiéndose a sí mismos. Entonces, un día, repentinamente descubren que todo lo que han ganado no es suyo. Vienen con las manos vacías; con las manos vacías se van. Nada les pertenece. Entonces la angustia se posesiona de ellos.

Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

La única manera de ser realmente inteligente en el mundo es ganarse primero a sí mismo. Aunque vayas a perder el mundo entero, vale la pena. Si obtienes tu propio ser, tu propia alma, tu centro más interno, y pierdes el mundo entero, vale la pena.

Para obtener ese centro más interno, no sólo tendrás que perder el mundo. Tendrás que perder el concepto de ti mismo ‑porque ésa es la barrera más interna: el ego. El ego es una falsa identidad. Sin saber quién eres, sigues pensando que eres alguien. Ese alguien ‑‑la falsa identidad‑ es el ego. Y a menos que lo falso se vaya, lo verdadero no puede entrar.

Deja que lo falso se vaya y lo verdadero estará cerca. Arrepiéntete, retorna, responde; el reino de Dios está a tu alcance. 


 

 

 

CAPÍTULO 8

DIOS:
LA SINTESIS SUPREMA

 

¿Cómo puede alguien establecer un puente entre la duda y la confianza si ha sido entrenado toda su vida para analizar, cuestionar y dudar?

La duda es hermosa en sí misma. El problema surge cuando te quedas estancado en ella. Entonces, la duda se convierte en muerte. El análisis es perfecto si te mantienes separado y apartado de él. El problema surge si te identificas con él. Entonces, el análisis se convierte en parálisis.

No te sientas desgraciado si sientes que has sido entrenado para analizar, cuestionar y dudar. Duda, analiza, cuestiona, pero permanece separado. Tú no eres la duda, Usala como una metodología, como un método.

Si el análisis es un método, entonces la síntesis también es un método. El análisis, en sí, es la mitad. A menos que se complemente con la síntesis, nunca será la totalidad. Y tú no eres ni análisis ni síntesis ‑eres sólo una consciencia trascendental.

Preguntar es bueno; pero una pregunta es, obviamente, sólo la mitad: la respuesta será la otra mitad. La duda es buena, pero es sólo una parte; la confianza es la otra parte.

Permanece separado. Cuando digo "permanece separado", quiero decir: permanece separado, no sólo de la duda, sino también de la confianza. Esta también es un método; uno tiene que usarla. No deberías permitir que ella te use ‑es así que surge una tiranía.

Puede haber tiranía de la duda o de la confianza. La tiranía de la duda te dejará inválido; nunca te será posible dar un solo paso, porque la duda estará en todas partes. ¿Cómo puedes hacer algo mientras la duda esté ahí? Te dejará paralizado. Y si la confianza se transforma en una tiranía ...

Y puede llegar a eso: para millones se ha transformado en una tiranía. Las iglesias, los templos, las mezquitas, están llenas de aquellos para los cuales la confianza se ha transformado en una tirana. Entonces no te da ojos: te ciega. Es así que la religión se convierte en una superstición.

Si la confianza no es un método y estás identificado con ella, la religión se convierte en superstición y la ciencia en tecnología. Entonces la pureza de la ciencia se pierde y la pureza de la religión también se pierde. Recuerda esto: la duda y ‑la confianza son como dos alas. Usa ambas. Sin embargo, tú no eres ninguna de las dos.

Un hombre con discernimiento, un hombre sabio, usará la duda si su búsqueda guarda relación con la materia. Si su búsqueda guarda relación con lo exterior, con el otro, usará la duda como un método.. Si su búsqueda se dirige hacia lo interno, hacia sí mismo, entonces usará la confianza. La ciencia y la religión son dos alas.

En la India hemos cometido una tontería. Ahora el Occidente está cometiendo otra. En la India, hemos tratado de vivir sólo con la confianza: de ahí la pobreza, el hambre, la miseria. El país entero es como una herida, sufriendo continuamente. Y el sufrimiento se ha prolongado  tanto que la gente hasta se ha acostumbrado a él, lo han aceptado tan profundamente que han llegado a no sentirlo. Están casi muertos; van a la deriva, no están vivos.

Esto ha sucedido debido a la tiranía de la confianza. ¿Cómo puede un pájaro volar sólo con un ala?

En Occidente, está ahora ocurriendo otra tiranía: la tiranía de la duda. Funciona perfectamente bien en lo que concierne a la investigación objetiva; piensas acerca de la materia, la duda es necesaria: es un método científico. Pero cuando empiezas a entrar hacia lo interno, simplemente no funciona; no encaja. Ahí, la confianza es necesaria.

El hombre perfecto es un hombre que mantiene profunda armonía entre la duda y la confianza. Un hombre perfecto te parecerá inconsistente, pero no es inconsistente. Es simplemente armonioso ‑las contradicciones se disuelven en él. Usa todo.

Si tienes dudas, úsalas para la investigación científica. Y observa a los grandes científicos: cuando llega el momento en que alcanzan la edad de la comprensión y la sabiduría, cuando llega el momento en que el entusiasmo juvenil ya no existe y la sabiduría se instala, siempre tienen una profunda confianza. Eddington, Einstein, Lodge ‑no estoy hablando de científicos mediocres, éstos no son científicos en absoluto‑ pero todos los grandes pináculos de la ciencia son muy religiosos. Ellos confían porque han conocido la duda, han usado la duda, ‑y han llegado a comprender que ésta tiene sus limitaciones.

Es tal como: mis ojos pueden ver y mis oídos pueden oír. Si trato de oír con mis ojos, va a resultar imposible, y si trato de ver por mis oídos, resultará imposible. El ojo tiene sus propias limitaciones, el oído tiene sus propias limitaciones. Son expertos, y todo experto tiene sus limitaciones.

        El ojo puede ver ‑y es bueno que sólo pueda ver, porque si el ojo pudiera hacer muchas cosas, no seria tan eficiente para ver. En el ojo, toda la energía se convierte en vista, y toda la energía del oído se vuelca en la audición.

La duda es un experto. Funciona si estás investigando respecto al mundo. Pero si empiezas a preguntarte acerca de Dios a través del mismo método estarás usando un método equivocado. El método es perfectamente adecuado para el mundo, para el mundo de la ley; pero no es adecuado para el mundo del amor. Para el mundo del amor, la confianza es necesaria.

No hay nada malo en la duda: no te preocupes por eso. Usala bien, úsala de manera correcta. Si la usas correctamente y bien, llegarás a comprender algo: llegarás a dudar de la duda misma. Verás: llegarás a dudar de la duda. Verás dónde funciona y dónde no funciona. Cuando alcanzas esa comprensión, se abre la puerta de la confianza.

Si estás entrenado para el análisis ‑bien. Pero no te quedes preso de él, no permitas que esto se convierta en una esclavitud. Permanece libre para poder sintetizar también, porque si sigues y sigues analizando y nunca sintetizas, llegarás a lo más minúsculo, pero nunca alcanzarás lo absoluto.

Dios es la síntesis suprema; el átomo, el análisis supremo. La ciencia llega al átomo; sigue analizando, dividiendo, hasta que finalmente llega a la parte más minúscula, que ya no puede ser dividida. Y la religión llega a Dios: va añadiendo, sintetizando. Dios es la síntesis suprema; no se le puede añadir nada más. Es ya lo absoluto. Nada existe más allá. La ciencia es atómica; la religión es absoluta. Usa ambas.

Siempre estoy a favor de que uses todo lo que tienes. Incluso si tienes algún veneno, diré: "Guárdalo, no lo tires". En alguna circunstancia puede servir de medicina ‑depende de ti. Puedes suicidarte con el mismo veneno, y con el mismo veneno puedes ser salvado de la muerte. El veneno es el mismo; el uso adecuado produce la diferencia.

Todo depende del uso adecuado. Por lo tanto, cuando vayas al laboratorio, utiliza la duda; cuando vengas al templo, utiliza la confianza. Permanece flexible y libre, de modo que cuando vayas del laboratorio al templo, no te lleves el laboratorio contigo. Entonces, podrás entrar en el templo totalmente libre del laboratorio: puedes orar, danzar, cantar. Y cuando vuelvas al laboratorio, deja atrás el templo, porque bailar en el laboratorio será muy absurdo: puedes destruir cosas.

No será apropiado que lleves al templo la cara seria que usas en el laboratorio. Un templo es una celebración ; un laboratorio es una investigación. La investigación tiene que ser seria; la celebración es un juego. Te deleitas en ella, te conviertes nuevamente en un niño. Un templo es un sitio para convertirse en niño nuevamente, una y otra vez, de modo que nunca pierdas contacto con tu fuente original. En el laboratorio, eres un adulto; en el templo, eres un niño. Y Jesús dice: "El reino de Dios es para aquellos que son como niños".

Recuerda siempre no negar nada de lo que Dios te ha dado ‑ni siquiera la duda. Debe ser El quien te la ha dado, y debe haber una razón detrás, porque nada se da sin motivo. Debe haber un uso destinado para ella.

No deseches ninguna piedra, porque muchas veces ha sucedido que la piedra que fue desechada por los constructores llegó a ser, finalmente, la piedra angular del edificio.

 

La Biblia emplea la palabra "arrepentíos". A veces, tú la traduces como ‑retorno", otras como "responde" y otras veces la dejas como "arrepiéntete". ¿Cambias el significado según tu necesidad?

No estoy hablando de la Biblia, en absoluto. Estoy hablando acerca de mí. No estoy limitado por la Biblia; no soy esclavo de ninguna escritura. Soy totalmente libre, y me conduzco como un hombre libre.

Amo la Biblia, su poesía, pero no soy un Cristiano. Ni tampoco soy un Hindú, ni un Jain. Soy simplemente yo. Amo la poesía, pero la canto a mi manera. Yo ‑y no la Biblia‑ soy quien finalmente decide dónde debo enfatizar qué cosa.

Amo su espíritu, no su letra. Y la palabra que traduzco a veces como "arrepiéntete", otras como "retorna", y otras como "responde", significa las tres cosas. Esa es la belleza que tienen las viejas lenguas. Sánscrito, Hebreo, Árabe: todas las viejas lenguas son poéticas. Cuando utilizas una lengua poética, ésta significará muchas cosas. Dice más de lo que las palabras contienen, y puede ser interpretada de muchas maneras. Tiene muchos niveles de significado.

A veces la palabra significa "arrepentirse". Cuando estoy hablando acerca del pecado y uso la palabra "arrepentirse", quiere decir "arrepentirse". Cuando digo que Dios te está llamando, la palabra "arrepentirse" significa "responde", significa "responsabilidad". Dios ha preguntado ‑tú respondes. Y cuando digo que el reino está a tu alcance, la palabra significa "retorna".

Los tres significados están ahí. La palabra no tiene una dimensión: tiene tres dimensiones. Todas las viejas lenguas son tridimensionales. Las lenguas modernas son unidimensionales, porque nuestro énfasis no está en la poesía, sino en la prosa.

Nuestro énfasis no está en los significados múltiples, sino en la exactitud. La palabra debe ser exacta: debiera significar sólo una cosa, para que no haya confusión. Y eso es bueno. Si estás escribiendo respecto a la ciencia, el lenguaje tiene que ser exacto; de lo contrario, la confusión es posible.

Sucedió en la Segunda Guerra Mundial: el general americano escribió una carta al Emperador del Japón antes de Hiroshima y Nagasaki. La carta estaba en inglés; fue entonces traducida al japonés, que es más poético, más florido ‑y una palabra quiere decir muchas cosas.

Cierta palabra fue traducida de cierta manera. También podía haberse traducido de otra manera; dependía del traductor. Ahora han estado investigando el asunto, y han llegado a la conclusión de que si hubiesen optado por traducirla mediante la otra alternativa posible, no habría habido Hiroshima ni Nagasaki.

El general americano quiso decir otra cosa; pero, tal como fue traducido, parecía un insulto. El Emperador del Japón simplemente se negó a responder; era demasiado insultante. Y así sucedieron Nagasaki e Hiroshima: la bomba atómica tuvo que ser arrojada.

Si el Emperador hubiera respondido la carta, Hiroshima y Nagasaki no habrían sido necesarias. Sólo una palabra traducida de manera diferente y cien mil personas murieron en unos minutos, en unos segundos. Muy costoso: sólo por una palabra. Las palabras pueden ser peligrosas.

En política, en ciencia, en economía, en historia, las palabras debieran ser lineales, unidimensionales. Pero si todo el lenguaje se vuelve unidimensional, la religión se resentirá mucho, la poesía se resentirá mucho, el romance se resentirá mucho. En poesía, la palabra debiera ser multidimensional, debiera significar muchas cosas, de modo que la poesía tenga profundidad y puedas seguir y seguir y seguir.

Esa es la belleza de los viejos libros. Puedes leer el Gita todos los días, puedes leer los evangelios todos los días, y cada vez puedes encontrarte con un significado nuevo y fresco. Puede que hayas leído el mismo párrafo mil veces, y nunca antes se te había ocurrido que éste podía ser el significado. Pero esta mañana ocurrió, estabas en un estado de ánimo diferente. Estabas contento, fluido: surgió un nuevo significado. En otra ocasión, no estás tan contento ni tan fluido, y el significado cambia. El sentido cambia dependiendo de ti, según tu estado de ánimo y clima.

Llevas un clima interno que varía constantemente, tal como el clima externo. ¿Lo has observado? A veces estás triste y miras a la luna y la luna parece triste, muy triste. Estás triste, y una fragancia te llega desde el jardín, y parece muy triste. Miras las flores: más que hacerte feliz, te ponen melancólico.

Y entonces, en otro momento, estás feliz, vivo, fluido, sonriente: la misma fragancia llega y te rodea, baila a tu alrededor y te hace tremendamente feliz. La misma flor... y cuando la ves abrirse, algo también se abre en ti. La misma luna, y no puedes creer cuánto silencio y cuánta belleza desciende sobre ti.

Hay una profunda participación: se transforman en compañeros en un profundo misterio. Pero depende de ti. La luna es la misma, la flor es la misma: depende de ti.

Las viejas lenguas son muy fluidas. En Sánscrito hay palabras... una palabra puede tener doce significados. Puedes jugar con ella., y te revelará muchas cosas. Cambiará junto contigo, siempre se ajustará a ti. Es por ese motivo que las grandes obras de la literatura clásica son eternas. Nunca se agotan.

Pero el periódico de hoy no tendrá valor mañana, porque su significado no tiene vitalidad. Simplemente, dice lo que dice; no hay nada más en él. Parecerás un tonto si lo lees mañana. Es prosa común; te da información, pero no tiene profundidad, es plana.

Dos mil años han pasado desde que habló Jesús, y sus palabras están tan vivas y frescas como nunca. Nunca van a envejecer. No envejecen, permanecen frescas y jóvenes. ¿Cuál es su secreto?

El secreto consiste en que significan tantas cosas que siempre puedes encontrar una nueva puerta en ellas. No es un departamento de un solo cuarto. Jesús dice: "La casa de mi Dios tiene muchas mansiones". Hay muchas puertas, y siempre hay nuevos tesoros por ser revelados, por ser descubiertos. Nunca te encuentras de nuevo con el mismo paisaje. Tiene una cierta infinidad.

Por eso, siempre estoy cambiando. Sí, cambio el significado cuando quiero. Pero ésa es la forma en que el mismo Jesús lo ha hecho.

Es mucho lo que se ha perdido al traducir la Biblia del Hebreo al inglés. Al traducir el Gita a las lenguas modernas, es mucho lo que se ha perdido. Al traducir el Corán, toda la belleza se ha perdido, porque el Corán es poesía. Es algo que deberías cantar, es algo con lo cual deberías bailar. No es prosa. La prosa no es el estilo de la religión; la poesía lo es.

Recuerda esto siempre, y no te limites. Jesús es vasto, y la Biblia inglesa es muy pequeña. Puedo entender lo reacios que son algunos viejos autores respecto a que sus libros se traduzcan. Esto tiene una profunda significación.

Puedes traducir prosa; no hay problema. Puede que resulte difícil traducir a cualquier lengua un libro sobre la teoría de la relatividad, pero la dificultad no es la misma que existe con la Biblia, el Gita o el Corán. Puede ser traducido, nada se perderá; no tiene poesía.

Pero cuando traduces poesía, es mucho lo que se pierde, porque cada lengua tiene su propio ritmo, cada lengua tiene sus propias formas de expresión. Cada lengua tiene su propio compás y música; no puede ser traducida a otra lengua. Se perderá esa música, se perderá ese ritmo. Tendrás que reemplazarlas por otro ritmo y otra música.

Por lo tanto, es posible: la poesía corriente se puede traducir. Pero cuando la poesía es realmente extraordinaria, de otro mundo... cuanto más grande y profunda es, más difícil resulta ‑casi imposible.

Yo trato a Jesús como a un poeta. Y lo es. Van Gogh ha dicho respecto a él que es el artista más grandioso que haya pisado la tierra. Y lo es. Habla con parábolas y con poesía, y quiere decir muchas más cosas de lo que sus palabras pueden expresar. Permíteme que te transmita la sensación de esa infinidad de significados.

La poesía no es tan clara ‑no puede serlo. Es un misterio. Es muy temprano por la mañana; por todas partes ves una bruma ‑fresca, acaba de nacer. Pero hay nubes, no puedes ver muy lejos. No hay necesidad; la poesía no es para lo lejano. Te da una percepción para mirar lo cercano, lo próximo y lo íntimo.

La ciencia investiga e investiga lo lejano; la poesía sigue revelando, de una nueva manera, lo íntimo, lo cercano, aquello que siempre has conocido, aquello que es familiar: el mismo sendero que has estado pisando toda tu vida. La poesía revela el mismo sendero ‑pero con un nuevo matiz, un nuevo color, una nueva luz. Eres repentinamente transportado a un nuevo plano.

Trato a Jesús como a un poeta. Y esto ha sido muy malinterpretado. La gente le sigue tratando como a un científico. Están locos si le tratan como a un científico. Entonces parecerá absurdo; todo el asunto parecerá milagroso. Si en esas condiciones quieres creer en él, tienes que ser muy supersticioso. O tienes que deshacerte de él completamente: el bebé junto con el agua del baño.

El es tan absurdo. Puedes creer en él, pero tienes que creer muy ciegamente. Esa creencia no puede ser natural, espontánea. Tienes que forzarla. Tienes que creer por creer, y tienes que forzarte a ti mismo. O bien, tienes que alejarte completamente. Ambas actitudes son erróneas. Debieras amar a Jesús, no creer en él. No hay necesidad de pensar en pro o en contra de él.

¿Has observado? ‑‑nunca piensas en pro o en contra de Shakespeare. ¿Por qué? Nunca piensas en pro o en contra de Kalidas. ¿Por qué? Nunca piensas en pro o en contra de Rabindranath. ¿Por qué? Porque sabes que son poetas. Disfrutas con ellos, no estás ni en pro ni en contra.

Pero con Jesús, Krishna, Buda, piensas en pro o en contra, porque crees que están polemizando. Déjame decirte esto: no están argumentando. No tienen tesis que probar, no tienen dogma. Son grandes poetas: más grandes que Rabindranath, más grandes que Shakespeare, más grandes que Kalidas, porque lo que les ha ocurrido a Rabindranath, Kalidas y Shakespeare es sólo un vislumbre. Lo que les ha pasado a Jesús, a Krishna, a Buda, es una comprensión.

Lo que para un poeta es un vislumbre, para un místico es una realidad. Ellos han visto. No sólo visto -han tocado. No sólo tocado‑ han vivido. Es una experiencia vivida.

Siempre considéralos como grandes artistas. Un pintor simplemente pinta un cuadro; un poeta simplemente escribe un poema... un Jesús crea un ser humano. Un poeta cambia un lienzo: era llano, corriente, pero su toque lo hace precioso. Pero, ¿no puedes acaso ver que Jesús toca a gente muy corriente ‑un pescador, Simón llamado Pedro‑ él le toca, y por su mero contacto este hombre es transformado en un gran apóstol, un gran ser humano? Surge una cima, se abre una profundidad. Este hombre ya no es corriente. Era sólo un pescador que arrojaba su red al mar; y hubiera hecho esto toda su vida ‑quizás por muchas vidas‑ y nunca hubiera pensado, imaginado, soñado, lo que Jesús transformó en realidad.

En la India, tenemos un mito acerca de una piedra llamada paras. La piedra paras es alquímica. Tocas hierro con la paras y se convierte en oro. Jesús es un paras. Toca metal corriente, e inmediatamente el metal es transformado: se convierte en oro. Transforma seres humanos corrientes en deidades, y no ves el arte en ello. No es posible concebir arte más grande.

Para mí, los evangelios son poéticos. Si hablo de nuevo acerca del mismo evangelio, no diré lo mismo, recuerda. No sé en qué estado de ánimo, en qué clima, estaré entonces. No sé por qué puerta entraré entonces. Y la casa de mi Dios tiene muchas mansiones. No es finita.

 

Ayer, después del discurso, me acerqué al pequeño Siddhartha en la fuente. Habiendo leído lo que habías dicho acerca de él ‑que es uno de los antiguos‑ me incliné, le miré a los ojos y le dije: "Bhagawn me dijo quién eres " El sonrió, me miró profundamente a los ojos, y dos veces me tiró agua sobre la cabeza. Entonces me golpeó suavemente en la cabeza y me dijo en voz baja: "Cállate”. Hubo un silencio. Fue algo muy hermoso.

 

Debió serlo. Te bautizó con el agua. Fue un bautismo. Y é! es muy inocente; más que Juan el Bautista. Su inocencia es muy espontánea.

Deberías inclinarte ante él con más frecuencia. Y deberías permitirle que te tirara agua y te golpeara más.

Y cuando él diga: "Cállate", cállate y permanece en silencio.

Es un niño tremendamente hermoso.

Cuando reflexiono acerca de la persecución de Cristo hace dos mil años, siento que en el intertanto no ha cambiado mucho la actitud de la gente hacia un Mesías vivo que se encuentre entre ellos. La sospecha, el cinismo y la desconfianza parecen predominar, al igual que entonces. ¿Puede acaso ocurrir que algún día tú también seas perseguido por el sistema? Mirando al auditorio, me imagino que puedo señalar a Tomás el dubitativo, a Simón, Pedro, a María Magdalena, incluso a Judas y al resto de la pandilla. ¿Podría ser ésta una representación en vivo?

Lo es. Todos ellos están aquí. Tienen que estar ‑ ¡porque el jefe de la pandilla está aquí! Y nunca nada cambia, todos los cambios son superficiales. En lo profundo, la humanidad sigue siendo la misma.

Es natural. No lo estoy condenando; no digo que haya nada malo en ello. Tiene que ser así: es como es. Cuando viene Jesús, los "Tomás el dubitativo" estarán necesariamente allí.

Cuando llega la gente que confía, también llega la gente que no confía. Crean un contraste. Y eso es bueno; de lo contrario, tu confianza no tendría mucho valor. Se vuelve valiosa debido a los dubitativos que hay a tu alrededor. Puedes comparar, puedes sentir. Puedes ver lo que es la duda, lo que es la confianza.

Cuando plantas un jardín, también brotan malezas. Las malezas también forman parte. Cuando un Jesús llega, habrá también un judas, porque todo el asunto es tan tremendamente significativo que necesariamente alguien lo traicionará. Tiene tanta altura que alguien se sentirá necesariamente muy herido por ello: el ego.

Judas sufrió mucho daño. Y no era un mal hombre, recuérdalo. De hecho, era el único entre todos los discípulos de Jesús que era educado, cultivado, que pertenecía a una sociedad y a una familia sofisticada. Era, naturalmente, el más egoísta. Los otros eran sólo pescadores, granjeros, carpinteros ‑gente así, gente corriente, del estrato más corriente de la sociedad. Judas era especial. Y siempre hay conflicto cuando alguien se siente especial. El, quería guiar hasta a Jesús. Lo intentó muchas veces. Y si le escuchas, existe la posibilidad de que Judas te convenza más que Jesús.

Sucedió: Jesús llegó a visitar la casa de María Magdalena. María estaba profundamente enamorada. Derramó un perfume precioso, muy precioso, en sus pies ‑toda la botella. Era un perfume muy escaso: se podría haber vendido.

Judas objetó de inmediato. Dijo: "Deberías prohibir a la gente que hiciera tales tonterías. Todo se ha desperdiciado, y en la ciudad hay gente pobre, que no tiene nada que comer. Podríamos haber distribuido el dinero entre la gente pobre".

Parece un socialista, un precursor de Marx. Mao, Lenin, Trotsky: todos ellos estarían de acuerdo con él.

¿Qué es lo que dijo Jesús? Dijo: “no, te preocupes por esto. El pobre y el hambriento siempre estarán aquí, pero yo me habré ido. Puedes servirles siempre y siempre ‑no hay prisa‑ pero yo me habré marchado. Mira el amor, no el valioso perfume. Mira el amor de María, su corazón”.

¿Con quién estarás de acuerdo? Jesús parece ser muy burgués, y Judas parece ser perfectamente económico. Judas está hablando acerca de los pobres, y Jesús simplemente dice: "Está bien. Yo me iré pronto, así que permite que ella me dé la bienvenida como quiera. Permite que su corazón haga todo lo que desee, y no pongas tu filosofía entremedio. La gente pobre siempre estará ahí; yo no estaré aquí para siempre. Sólo estoy aquí por un breve lapso de tiempo".

Normalmente, tu‑ mente estará de acuerdo con Judas. Parece tener toda la razón. Era un hombre cultivado, de modales pulcros ‑sofisticado, un pensador.

Y traicionó. Sólo él podía traicionar, porque su ego fue herido a cada paso. Siempre se sintió superior a todos los otros discípulos de Jesús. Siempre se mantuvo aparte, no se mezcló con la multitud. Siempre pensó que él no formaba parte de la multitud. A lo más era un segundo, sólo después de Jesús ‑y eso también, de mala gana. En el fondo, debió creer que él era el primero. No podía decirlo, pero estaba en su corazón.

El fue terriblemente dañado. Jesús estaba dañando continuamente sus egos. Un Maestro tiene que hacerlo, porque si un Maestro mima los egos, no será de ninguna ayuda, lo envenenará todo. Entonces puedes suicidarte a través de él, pero no podrás resucitar.

Judas fue el más dañado, porque era el más egoísta. Y Jesús tenía que herirle más. El tomó venganza. Y era un buen hombre; no hay duda de eso. Ese es el problema con la gente buena.

Vendió a Jesús por treinta rupias. Estaba tan preocupado por el perfume y lo que costaba ‑ ¡fíjate en su mente!‑ y vendió a Jesús por treinta rupias, treinta piezas de plata. Jesús ni siquiera era tan costoso.

Pero después, cuando Jesús fue asesinado, crucificado, empezó a sentirse culpable. Así es como funciona un buen hombre. Empezó a sentirse muy culpable, su conciencia empezó a remorderle. Se suicidó. El era un buen hombre, tenía conciencia moral. Pero no tenía consciencia (*)

Esta distinción tiene que ser captada profundamente. La conciencia moral es prestada, dada por la sociedad; la consciencia es tu logro. La sociedad te enseña qué es lo que está bien y qué es lo que está mal; haz esto y no hagas aquello. Te da la ley, la moralidad, el código, las reglas del juego. Esa es tu conciencia moral. Fuera, el policía; dentro, la conciencia. Esa es la manera como la sociedad te controla.

Si vas a robar, el policía está fuera para impedírtelo. Pero puedes engañar al policía, puedes encontrar la forma. Por lo tanto, la sociedad ha implantado un electrodo, profundamente dentro de ti: la conciencia moral. Tu mano empieza a temblar, todo tu ser interno ‑sientes que tu ser interno está diciendo: "No hagas esto; es malo".

(*) En español no parecen existir palabras diferentes para los conceptos de "consciousness" (aludiendo a lo nuclear del ser humano, al testigo que hay en todos nosotros), y “conscience" (los códigos de conducta implantados por la sociedad, reflejados en nuestra conciencia moral). Por tanto, "consciousness" se traducirá como consciencia, y "conscience", como "consciencia moral" o sólo como "conciencia" (Nota del Traductor).

 

Es la sociedad hablando a través de ti. Es sólo la sociedad, implantada dentro de ti.

Judas tenía una conciencia, pero Jesús tenía consciencia. Esa fue la fisura. Un hombre de conciencia moral nunca puede entender al hombre de consciencia, porque el hombre de consciencia vive momento a momento, no tiene reglas que seguir.

Jesús estaba más interesado en el amor de la mujer, María. Era algo tan profundo que impedir su acto hubiera significado herir su amor; se hubiera encogido dentro de sí misma. Derramar el perfume a los pies de Jesús era sólo un gesto. Detrás de esto, María Magdalena estaba diciendo: "Me gustaría derramar el mundo entero a tus pies. Esto es todo lo que tengo: lo más precioso que poseo. Derramar agua no será suficiente; es algo demasiado barato. Esta es la cosa más preciosa que tengo; pero aún así, esto no es nada. Me gustaría derramar mi corazón, me gustaría derramar todo mi ser ......

Pero Judas estaba ciego a aquello. Era un hombre de conciencia: vio el perfume y dijo "Es muy costoso". Estaba completamente ciego a la mujer y a su corazón, a la expansión de consciencia que había en ese gesto. El perfume le pareció demasiado precioso, y el amor ‑el amor era completamente desconocido para él.

El amor estaba ahí. Lo inmaterial estaba ahí, y también estaba allí lo material. Lo material es el perfume, lo inmaterial es el amor. Pero Judas no pudo ver lo inmaterial. Para eso, necesitas los ojos de la consciencia.

Un hombre de conciencia moral estará siempre en conflicto con un hombre de consciencia, porque el hombre de consciencia ve cosas que el hombre de conciencia no puede ver. Y el hombre de consciencia sigue su consciencia; no tiene reglas que deba seguir.

Siempre serás consistente si tienes reglas, porque las reglas están muertas. Con ellas, tú también estás muerto: eres predecible. Pero si tienes consciencia, eres impredecible. Uno nunca sabe.

Permaneces en total libertad. Respondes, no tienes respuestas preconcebidas que dar. Cuando la cuestión surge, respondes y la respuesta nace. No sólo el que escucha está sorprendido por tu respuesta ‑tú también lo estás.

Cuando te respondo, no eres el único que escucha la respuesta. Yo también escucho. No sólo tú la oyes por primera vez; yo también la oigo por primera vez. No sé cuál va a ser la próxima palabra o la próxima frase. Puede moverse en cualquier dirección, en cualquier dimensión.

Esto es lo que quiero decir cuando digo que sigo aprendiendo. No sólo ustedes están aprendiendo conmigo; yo también estoy aprendiendo con ustedes.

Nunca estoy en un estado de conocimiento, porque un estado de conocimiento está muerto. Has aprendido algo: ahora lo tienes prefabricado. Ahora, si alguien pregunta, te lo pide, se lo puedes dar: ya es algo material.

Nunca me hallo en un estado de conocimiento; siempre me encuentro en el proceso de saber. Estar en un proceso de saber es a lo que me refiero cuando digo que estoy aprendiendo. El conocimiento ya ha pasado; el saber es presente. La vida no es un sustantivo, es un verbo. Dios tampoco es un sustantivo: Dios es un verbo.

Digan lo que digan los peritos en gramática, no me importa. Dios es un verbo, la vida es un verbo.

Saber, aprender, significa que siempre permaneces en un vacío. Nunca acumulas nada. Siempre permaneces vacío como un espejo, no como una placa fotográfica. Una placa fotográfica alcanza de inmediato el estado de conocimiento. Una vez expuesta, ya está muerta. Ya nunca reflejará a nadie más; lo ha reflejado una vez y para siempre. Pero un espejo sigue reflejando. Cuando te colocas frente a él, te refleja. Cuando te vas, queda nuevamente vacío.

Esto es lo que quiero decir: un hombre que aprende permanece vacío. Haces una pregunta. Esta se refleja en mi vaciedad... surge una respuesta que fluye hacia ti. Una vez que la pregunta ha desaparecido, que la respuesta ha desaparecido, el espejo está nuevamente en un estado de no saber ‑vacío, nuevamente dispuesto a reflejar. No está limitado por su pasado, está siempre en el presente, siempre dispuesto. Con nada prefabricado, sino que siempre dispuesto a reflejar, a responder.

Cuando llega Jesús ‑un hombre de consciencia, un hombre de aprendizaje, no de conocimiento‑ Judas estará allí, necesariamente. El es un erudito, un hombre de conocimiento. Debió sentir muchas veces que sabía más que Jesús. Y quizás también tenía razón.

Puede que sepa más, pero no conoce el estado del saber. Sólo conoce el conocimiento, la información muerta. Es un acumulador de información muerta. El traicionará a Jesús.

Naturalmente, cuando Jesús esté ahí, habrá mujeres que le amarán profundamente. una María Magdalena, una Marta. Estarán allí necesariamente, pues cuando un hombre de la calidad de Jesús surge, esa calidad tiene que ser captada primero por las mujeres, y después por los hombres. La confianza es la puerta, y las mujeres son más confiadas, más inocentemente confiadas.

Por eso es tan difícil encontrar a una mujer científica. A veces surge una Madame Curie: ése debe ser un capricho de la naturaleza. O puede que la mujer no haya tenido mucho de mujer.

En el fondo, la mujer es un poeta. No es que escriba poesía. La vive. Y sabe cómo confiar: es fácil para ella, es algo que le viene en forma espontánea. De hecho, para una mujer la duda constituye un entrenamiento difícil. Tendrá que aprenderla de un hombre, tal como tendrá que aprender la ciencia: de un hombre. Ella es ilógica, irracional. Estas no son buenas cualidades en lo que concierne al mundo ‑en el mundo, eres descalificado por ellas pero en lo que concierne al reino de Dios interno, son los requisitos.

El hombre no puede tener ambos mundos. A lo más, puede tener uno en donde funciona en forma óptima: el mundo exterior. Lo puede tener; pero entonces tendrá que perder el otro. En éste no estará en la cima; tendrá que seguir a las mujeres.

¿Has visto la crucifixión de Jesús? Ningún discípulo varón estaba cerca de él, sólo mujeres ‑porque los discípulos varones empezaron a dudar. Este hombre curó enfermedades, este hombre revivió a los muertos... ¿y ahora no se puede salvar a sí mismo? Entonces, ¿qué sentido tiene creer en él y confiar en él?

Estaban esperando un milagro. Estaban escondidos entre la multitud esperando un milagro, que ocurriera algo milagroso. Entonces creerían. Necesitaban una prueba, y la prueba nunca llegó: simplemente, Jesús murió como un hombre corriente.

Pero las mujeres no estaban esperando ninguna prueba. Jesús era prueba suficiente, no era necesario ningún milagro. El era el milagro. Ellas pudieron ver el milagro que ocurrió en ese momento: que Jesús muriera con tan profundo amor y compasión. Hasta para sus asesinos tenía una oración en su corazón. Sus últimas palabras fueron: "Dios, perdónales, porque no saben lo que hacen ".

El milagro había ocurrido, pero nunca ocurrió para el ojo masculino. Las mujeres que estaban cerca lo entendieron de inmediato. Ellas confiaron en este hombre, y el corazón más interno de este hombre se abrió para ellas. Entendieron que el milagro había ocurrido. Este hombre había sido crucificado y estaba muriendo con amor. Lo más imposible estaba ocurriendo: morir en la cruz con una oración para aquellos que te están matando.

Pero esto era amor. Sólo la mente femenina puede entenderlo. Estaban cerca de él.

Cuando al tercer día Jesús revivió, resucitó, trató de acercarse a sus discípulos varones. No le pudieron ver, porque para ellos, el hecho de que estaba muerto ya estaba establecido, y sólo ves las cosas que esperas ver. Si no esperas algo, no lo ves.

Tus ojos seleccionan mucho. Si estás esperando a un amigo, podrás verle hasta en una multitud. Pero si no le estás esperando, si le has olvidado completamente, estarás por un momento desconcertado cuando llegue y llame a tu puerta: ¿quién es esta persona?

Habían establecido el hecho de que Jesús estaba muerto; por lo tanto, cuando Jesús se cruzó en su camino, no pudieron reconocerle, no pudieron verle. Hasta se ha dicho que caminó varias millas con dos discípulos mientras ellos hablaban de la muerte de Jesús. Su muerte les hacía sentir muy desgraciados: ¡y Jesús estaba caminando con ellos, estaban hablando con él! Pero no pudieron reconocerle.

Sólo el amor puede reconocer, incluso después de la muerte ‑porque el amor reconoció cuando estuviste vivo. Para el amor, la vida y la muerte son irrelevantes.

Jesús fue primero reconocido por María Magdalena, una prostituta. Ella fue corriendo a ver a los discípulos varones, que se encontraban en gran conferencia: ¿qué hacer? ¿cómo extender el mensaje al mundo entero? ¿cómo crear la iglesia? Mientras ellos planeaban el futuro, ella llegó corriendo y dijo:" ¿Qué están haciendo? ¡Jesús está vivo!".

Ellos se rieron. Le dijeron: "Mujer loca, has debido imaginártelo" ‑la mente masculina siempre piensa que esas cosas son imaginaciones. Empezaron a hablarse unos a otros: "Esta pobre mujer, María Magdalena. Se ha vuelto loca. La crucifixión de Jesús ha sido tal conmoción para ella". Sintieron lástima por ella.

Ella insistió: "No sientan pena por mí. ¡Jesús ha resucitado!

Ellos se rieron y dijeron: "Lo entendemos. Necesitas descanso, estás demasiado conmovida por su muerte. Es tu imaginación".

Siempre ha habido gran cantidad de mujeres en torno a Buda, Krishna, Jesús, Mahavir. Fueron las primeras en llegar, fueron los primeros discípulos. Es natural.

Por lo tanto, no te sorprendas. Dos mil o dos millones de años... la mente humana siempre seguirá siendo la misma. La humanidad entera sigue siendo la misma; la revolución es individual. Puedes ser transformado como individuo. Entonces, trasciendes la multitud.

Pero no te preocupes de estas cosas. Esta pregunta es de Chaitanya Sagar. Siempre está preocupado por cosas de este tipo. Nunca le contesto, pero siempre está preocupado; preocupado por los demás, preocupado por el mundo, preocupado por la organización, preocupado por el ashram, preocupado por mis discípulos, preocupado por mí ‑nunca preocupado por sí mismo. Todas estas preocupaciones no ayudan. El tiempo es corto, la vida es muy corta. Usala.

Sólo la otra noche estaba leyendo una obra de Samuel Beckett: un pequeño libro, el más pequeño que puedas imaginar ‑una obra breve. El nombre de la obra es Aliento. La duración de toda la obra es sólo de treinta segundos... treinta segundos. No hay ningún actor en ella, no hay diálogo. Sólo un escenario.

Sube el telón. Muchas cosas están por el suelo. Cachivaches ‑como si alguien hubiera salido con mucha prisa de la casa. Todo tipo de cosas se hallan revueltas, sin orden. Sólo un desorden‑ cachivaches. Y desde atrás, se oye un suspiro de un niño pequeño, recién nacido. Entonces, después de treinta segundos, el jadeo de un anciano al morir. Eso es todo; pero esto es todo lo que la vida es. Treinta segundos: un suspiro y un jadeo. El primer esfuerzo para inhalar y el último esfuerzo para aferrarse al aliento... y todo se acaba.

La vida es corta: ni siguiera dura treinta segundos. Usala. Usala como una oportunidad para crecer, úsala como una oportunidad para ser, y no te preocupes de otras cosas: el resto es porquería. Sólo esto es verdad: el suspiro y el jadeo, y todo lo demás es sólo porquería. Olvídate de ello ‑¿qué tienes tú que ver con eso?

No deberías preocuparte de que el mundo haya o no cambiado. El mundo es el mismo, tiene que ser el mismo. Sólo tú puedes ser diferente; el mundo nunca será diferente. Cuando te vuelves alerta, consciente, trasciendes el mundo.

¿Qué es lo que realmente quiere decir Cristo cuando dice: “Ven, Sígueme”?

Exactamente lo que dice: "Ven, sígueme".

Para seguir a Jesús, son necesarias una profunda confianza, entrega y amor; sin embargo, lo que predomina hoy en día en todo el mundo es un profundo escepticismo. ¿Qué hacer?

Esto es de Swami Yoga Chinmaya. Piensa en ti mismo. ¿Hay profundo escepticismo dentro de ti? Esa es la pregunta que hay que formular. En todo el mundo predomina un profundo escepticismo; ¿quién eres tú para preocuparte por todo el mundo? Esta es una manera de rehuir el problema real. El escepticismo está en lo profundo de ti, en tu interior: el gusanillo de la duda está ahí en tu corazón, pero lo proyectas; lo ves en la pantalla del mundo entero.

"El mundo es escéptico ‑¿cuál es la salida?". Ahora estás trasladando el problema. Mira dentro de ti mismo. Si hay duda, entonces descúbrela. Así podrás hacer algo. El mundo no te escuchará, y no es necesario que lo haga, pues si están felices con su escepticismo, tienen derecho a estar felices con su escepticismo. ¿Quién eres tú?

Nunca trates de pensar como un misionero: éstos son la gente más peligrosa. Siempre quieren salvar al mundo; y si el mundo no quiere ser salvado, aún así lo intentan. Dicen: "Aunque no te guste, nosotros te salvaremos".

Pero, ¿por qué molestarse? Si alguien es feliz ‑comiendo, bebiendo, disfrutando de la vida‑ y no está en forma alguna interesado en Dios, ¿para qué forzarle? ¿Quién eres tú? Deja que llegue a su propia comprensión. Algún día ocurrirá.

Pero la gente está muy preocupada: ¿cómo salvar a los demás? ¡Sálvate a ti mismo! Si puedes, sálvate a ti mismo ‑porque ésa es también una tarea difícil, casi imposible.

Este es un truco de la mente: el problema está adentro y lo proyecta hacia afuera. Entonces, dejas de preocuparte por ello, no te preocupas de tu propia angustia. Así, te interesas por el mundo entero, y de esta manera puedes postergar tu propia transformación.

Insisto una y otra vez en que deberías interesarte por ti mismo. No estoy aquí para entrenar misioneros. Los misioneros son la gente más dañina. Nunca seas un misionero; es un trabajo muy sucio. No trates de cambiar a nadie. Sólo cámbiate a ti mismo.

Y sucede. Cuando tú cambias, muchos vienen a compartir tu luz contigo. Comparte, pero no trates de salvar. Muchos se salvarán de esta manera. Si tratas de salvarlos, puede que les hundas antes de lo que se hubiesen hundido ellos por sí solos.

No trates de imponer a Dios sobre nadie. Si dudan, está perfectamente bien. Si Dios les permite que duden, debe haber alguna razón en ello. Lo necesitan: ése es su entrenamiento; todo el mundo tiene que pasar por eso.

El mundo siempre ha sido escéptico. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Buda? No todo el mundo. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Jesús? No todo el mundo, sólo una pequeña minoría: puedes contarles con los dedos. Estas cosas nunca le importaron a todo el mundo.

Y nadie tiene autoridad para forzar nada sobre nadie. ¡Ni siquiera sobre tu propio hijo! ¡Ni siquiera sobre tu propia esposa! Guarda para ti mismo lo que tú crees que es la meta de tu vida. Nunca la fuerces sobre nadie. Eso es violencia, violencia absoluta.

Si quieres meditar, medita. Pero esto es un problema; si el marido quiere meditar, trata de forzar a su esposa también. Si la esposa no quiere meditar, ella fuerza al marido a no hacerlo. ¿No pueden acaso dejar a la gente con sus propias almas? ¿No les pueden permitir que sigan su propio camino?

Esto es lo que yo llamo actitud religiosa: permitir la libertad. Un hombre religioso siempre dejará en libertad a los demás. Aunque quieras ser un ateo, un creyente te lo va a permitir. Ese es tu camino, perfectamente adecuado para ti. Atraviesas ese camino: todos los que han llegado a Dios han llegado a través del ateísmo. El desierto del ateísmo debe ser cruzado: forma parte del crecimiento.

El mundo siempre permanecerá escéptico, en la duda. Sólo unos pocos llegan a confiar. Date prisa, para que tú puedas llegar a confiar.

¿Por qué siempre nos dices que seamos felices, si antes de iluminarse uno debe alcanzar una cima de dolor y angustia?

Si no les digo que sean felices, nunca alcanzarán la cima del dolor y la angustia. Sigo diciendo que sean felices, y cuanto más digo: "Sean felices", más conscientes se vuelven de su infelicidad.

Cuanto más me escuchen, más angustia verán surgir. Esa es la única manera de hacerles infelices ‑forzarles constantemente: ¡sean felices! No pueden serlo; por lo tanto, sienten la infelicidad a su alrededor. Incluso lo que solían creer que era felicidad: hasta eso desaparece, y se sienten absolutamente desesperados. Hasta la felicidad momentánea desaparece, y el desierto llega a ser total. Todas las esperanzas y todos los oasis desaparecen.

Pero ahí es donde el salto ocurre. Cuando eres realmente infeliz, totalmente infeliz, sin siquiera un rayo de esperanza, de pronto tiras por la borda toda la infelicidad. ¿Por qué? ‑¿por qué sucede esto? Sucede porque la infelicidad no se aferra a ti; tú te aferras a la infelicidad. Una vez que sientes su angustia en forma total, la tiras; no hay nadie más que la lleve por ti.

Pero nunca la has sentido tan intensamente; siempre te has mantenido a medio camino. Te sientes un poco desgraciado, pero siempre hay una esperanza para el futuro: "La felicidad vendrá mañana. Un pequeño desierto, pero el oasis está cerca". A través de esta esperanza, te mantienes.

La infelicidad permanece a través de tu esperanza. Todo mi esfuerzo consiste en matar la esperanza, en dejarte en una oscuridad tan total que ya no puedas permitir ningún otro sueño.

Una vez que esta intensidad alcanza los cien grados, te evaporas. Entonces ya no puedes aguantarla más; de pronto, como sea que la llames ‑infelicidad, el ego, ignorancia, inconsciencia, o lo que tengas: como quieras llamarlo‑ se derrumba. Te contaré una historia.

Sucedió: un granjero tenía un carnero con pedigrí. Era un hermoso animal; pero a veces se volvía loco, y el pastor que le cuidaba estaba muy preocupado. Siempre quería deshacerse de él, pero el granjero le tenía mucho aprecio.

Un día llegó a ser demasiado para el pastor, y entonces dijo: "Ahora elija: o el carnero o yo. Renuncio... o bien, este carnero se va. Es un animal loco y crea problemas todo el tiempo. Se pone tan furioso y tan peligroso que a veces uno siente que va a matar".

        El granjero tenía ahora que tomar una decisión, así que preguntó a sus amigos qué podía hacer. En ningún caso quería que el carnero fuera vendido. Sugirieron a un psicólogo de animales: "Pregunta...".

Vino el psicólogo. El granjero estaba escéptico, pero quería hacer lo posible para salvar al carnero. El psicólogo se quedó cuatro días. Miró, observó, tomó notas, analizó; entonces dijo: "No habrá problema. Anda al mercado, adquiere un gramófono y traes discos de Beethoven, Mozart, Wagner: música clásica. Cada vez que el carnero se vuelva loco, furioso, pon un disco clásico. Tócalo y eso le calmará; quedará completamente tranquilo".

El granjero no podía creer que todo pudiera arreglarse así; pero había que probar, así que lo hizo. ¡Resultó! El carnero se silenciaba y tranquilizaba de inmediato.

Durante un año no hubo problemas. Un día, el pastor llegó de pronto corriendo, y dijo: "Algo ha ido mal, no sé qué. ¡El carnero se ha matado! Como de costumbre, viendo que se ponía furioso de nuevo, le puse un disco. Pero se puso aún peor. Entonces se volvió totalmente loco y simplemente embistió contra la pared. Se rompió el cuello ‑murió".

El granjero fue allí. El carnero yacía muerto cerca de la pared. Entonces miró al gramófono para ver qué disco era el que estaba puesto. Había habido una terrible equivocación: no era un disco de música clásica, sino uno de Frank Sinatra... cantando. "Nunca habrá otro como tú". Eso produjo el problema.

"Nunca habrá otro como tú" ‑el ego es el que causa toda locura, infelicidad, sufrimiento. Esa va a ser la causa de tu muerte, eso va a ser lo que te romperá el cuello.

Puedes soportarlo si no le das toda su intensidad. Todo mi esfuerzo está en llevarte a una cima en donde no puedas aguantarlo. O lo tiras o te tiras a ti mismo. Y siempre que surge esa elección ‑que tienes que tirar tu sufrimiento o tirarte a ti mismo‑ tirarás el sufrimiento.

Y con el sufrimiento: el ego, la ignorancia, la inconsciencia ‑todas ellas desaparecen. Son diferentes nombres del mismo fenómeno.


 

 

CAPÍTULO 9

LUCAS 9

 

57    Y ocurrió que, mientras iban en camino, cierto hombre le dijo: Señor, te seguiré a donde quiera que vayas.

58    Y Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras, y las aves del cielo, nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.

59    Y le dijo a otro: Sígueme. Mas él dijo: Señor, permite que primero vaya a sepultar a mi padre.

60    Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ve y predica el reino de Dios.

61    Y otro también dijo: Señor, te seguiré; mas primero permite que vaya a despedirme de los de mi casa.

62    Y Jesús le respondió: Nadie que pone su mano en el arado y luego mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.

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VE Y PREDICA EL REINO DE DIOS

Hubo una vez un hombre que poseía una gran laguna. Un pequeño nenúfar estaba creciendo en ella. El hombre estaba muy contento; siempre le habían gustado las flores blancas de los nenúfares. Pero después se empezó a preocupar, pues la planta doblaba en tamaño todos los días; tarde o temprano cubriría todo el estanque. Tenía truchas en el estanque, y le encantaba comer esas truchas. Cuando el estanque estuviera cubierto por los nenúfares, toda vida desparecería de él, incluso las truchas.

No quería cortar las plantas ni quería que las truchas desaparecieran: estaba en un dilema. Fue a ver a un experto. El experto calculó y dijo: "No te preocupes. El nenúfar tardará mil días en cubrir todo el estanque. La planta es muy pequeña y el estanque es muy grande; por lo tanto, no hay de qué preocuparse". El experto sugirió entonces una solución que parecía totalmente acertada. Dijo: "Espera; corta la planta cuando la mitad del estanque esté cubierto por los nenúfares. Mantenlo siempre medio cubierto, para que puedas disfrutar de las flores blancas y tus truchas no estén en peligro. Mitad y mitad: la mitad del estanque para los nenúfares, la mitad para las truchas".

La solución parecía totalmente correcta, y mil días parecía un lapso de tiempo suficiente, así que no había motivo para preocuparse. El hombre se relajó. Dijo: "Cuando el estanque esté medio cubierto, entonces cortaré los nenúfares".

La mitad del estanque quedó cubierta ‑‑pero esto ocurrió en el día novecientos noventa y nueve. Normalmente, podría haberse pensado que iba a estar medio cubierto a los quinientos días, pero no ge así, la planta solía doblarse en tamaño todos los días; así que la mitad del estanque estaría cubierta en el día novecientos noventa y nueve, y sólo quedaría un día. Pero entonces no habría tiempo suficiente para cortar la planta o mantenerla en la mitad.

Y sucedió. En el día novecientos noventa y nueve la mitad del estanque estuvo cubierto, y el hombre dijo ‑no se sentía muy bien, estaba algo enfermo‑ dijo: "No hay prisa. He esperado novecientos noventa y nueve. días y no hubo problema. Ahora sólo se trata de un día más. En un día más lo haré".

A la mañana siguiente todo el estanque estaba cubierto, y todas las truchas estaban muertas.

Este es el enigma de la vida. Es un dilema: uno tiene que elegir. Si sigues acumulando cosas y posesiones, la planta duplica su tamaño en el estanque. Todos los días tus cosas aumentan y tu vida se sofoca. La vida parece demasiado larga ‑setenta años, ochenta años. No hay prisa. La gente piensa: "Cambiaré cuando llegue a la mitad ".

La gente siempre deja la religión para cuando son viejos. La gente dice una y otra vez que la religión es para los viejos. Ve a las iglesias, a los templos, y encontrarás gente vieja, a punto de morirse. Tienen un pie en la tumba: el día novecientos noventa y nueve. A la mañana siguiente la vida va a estar sofocada. Entonces empiezan a rezar, entonces empiezan a meditar, entonces empiezan a reflexionar en lo que es la vida‑ ¿cuál es el significado de la existencia? Pero ya es demasiado tarde.

La religión requiere de una profunda urgencia. Si la postergas, nunca llegarás a ser religioso. Es algo que debe hacerse ahora mismo. En este momento ya es tarde, ya has perdido demasiado tiempo ‑y lo has perdido en cosas fútiles, lo has perdido en cosas que te van a ser arrebatadas.

Por todas estas cosas tendrás que pagar con la vida. Pierdes tu vida por todo lo que posees. No es barato, es muy costoso. Llega el día en que ya tienes muchas posesiones, pero tú ya no estás ahí. Las cosas están allí; el dueño, muerto. Grandes montones de cosas... pero el que quería vivir con ellas ya no está.

La gente se prepara y se prepara para la vida ‑y mueren antes de que su preparación se complete. La gente se prepara ‑y nunca vive. Ser religioso es vivir la vida, no prepararse para ella. Estás haciendo una cosa muy absurda: tus ensayos siguen y siguen, y el verdadero drama nunca empieza.

He oído acerca de una pequeña compañía dramática. Estaban ensayando. La obra se postergaba todos los días, pues los ensayos nunca se completaban. Un día la heroína no se presentaba, otro día otro actor no estaba, un día otra cosa ocurrió ‑falló la electricidad o algo así y se siguió postergando. Pero el director estaba al menos satisfecho respecto a una cosa: el héroe de la pieza teatral siempre había estado presente, nunca había faltado.

Felicitó al héroe el último día de los ensayos. Le dijo: "Eres la única persona en la que puedo confiar. Todos los demás no son confiables. Eres el único que nunca ha faltado. Verano o invierno, calor o frío, siempre has estado aquí". ,

El héroe respondió: "Quisiera decirle algo. Me voy a casar el día del estreno de la obra, así que pensé que al menos asistiría a los ensayos. No estaré aquí ese día ‑es por eso que nunca he faltado".

Para que lo sepas: cuando la obra vaya a estrenarse, no estarás aquí. Sólo los ensayos; preparación y más preparación.

Poseer cosas es simplemente la preparación para la vida, arreglar las cosas para poder vivir. Pero para vivir, no hay que arreglar nada; ya todo está dispuesto.

Todo está absolutamente dispuesto; sólo hace falta que tú participes. No falta nada. Esto es lo que yo llamo actitud religiosa: esta urgencia de que tienes que vivir ahora, que no hay otra manera de vivir. La única manera de vivir y de ser es ahora, y aquí se encuentra el único hogar. Allí y entonces son ilusiones, espejismos... Cuidado con ellos.

Ahora trata de entender estos sutras muy significativos del evangelio:

Y ocurrió que,

mientras iban en camino,

cierto hombre le dijo:

Señor, te seguiré a donde quiera que vayas.

Cuando te cruzas con un hombre como Jesús o Buda, algo explota de improviso. Tienen un magnetismo, una presencia, que te atrae, que te rodea, que te invoca, que te invita, que se transforma en una profunda llamada en el corazón de los corazones. Simplemente, te olvidas de ti mismo, olvidas tu forma de vida. En presencia de un Jesús, estás casi ausente. Su presencia es tan potente que por un momento te quedas deslumbrado, por un momento no sabes lo que estás diciendo, por un momento pronuncias cosas que nunca quisiste decir ‑como si estuvieras hipnotizado.

Es una hipnosis. No es que Jesús te esté hipnotizando ‑su misma presencia se transforma en una concentración de tu ser. Se convierte en una atracción tan profunda que el mundo entero queda olvidado. Ibas a algún sitio a hacer algo, pero lo has olvidado. Venías de alguna parte, pero lo has olvidado. Repentinamente, en su presencia, el pasado y el futuro desaparecen. De pronto te encuentras aquí y ahora, y un mundo diferente se abre: se revela una nueva dimensión.

Y ocurrió que,

mientras iban en camino,

cierto hombre le dijo:

Señor, te seguiré a donde quiera que vayas.

Este hombre no sabe lo que está diciendo. Es un impulso del momento. Al cabo de un rato se arrepentirá, al cabo de un rato empezará a mirar atrás, después de un rato empezará a reflexionar acerca de lo que ha hecho.

A veces, cuando vienes a mí, dices cosas que yo sé que no dices de veras, que sé que no puedes decir de veras, porque son tan extrañas, no encajan ‑como si hubieras subido a un nivel más alto de ser como si estuvieras en un nuevo estado de consciencia y murmuraras cosas extrañas. Más tarde, cuando vuelvas a caer en tu estado habitual, o bien olvidarás todo lo que has dicho o te encogerás de hombros ‑no podrás creer que dijiste eso.

Vienes a mí: traes mil y una preguntas; pero cuando estás cerca de mí, repentinamente olvidas todo. Empiezas a balbucear. Te pregunto a qué has venido, y dices: "Lo olvidé". Crees que te estoy haciendo algo. Nada ‑no te estoy haciendo nada. Las preguntas y los problemas pertenecen a un estado inferior de la mente. Cuando tu estado cambia, esas preguntas y esos problemas desaparecen, ya no están ahí.

De vuelta a casa, cuando te has aquietado, estarán allí, esperándote de nuevo. Nuevamente vendrás y. olvidarás todo.

Tu pregunta es algo en lo profundo de ti. Cuando estás cerca de mí, empiezas a mirar las cosas a través de mí. Ya no estás en la oscuridad: te encuentras en mi luz, y los problemas que eran importantes en tu oscuridad dejan de tener importancia. Preguntar acerca de ellos parece estúpido, tonto. No puedes expresar tus problemas porque ya no están ahí; pero cuando nos separemos ‑tú por tu camino, yo por el mío‑ nuevamente, de pronto: la oscuridad. Y ahora la oscuridad es aún más profunda que antes, y los problemas se han multiplicado.

Este hombre: el evangelio no menciona su nombre, a propósito. Simplemente dice: cierto hombre, porque no se refiere a un hombre en particular. No se trata de un hombre ‑en particular: cierto hombre. Cada hombre está implicado en ello.

Mucha gente se encontrará con Jesús en el camino, y es siempre en camino. Eso también debe ser entendido.

Jesús siempre se está moviendo. Ese es el significado: que siempre está en camino. No es que se  esté moviendo continuamente, que nunca descanse; el significado de en camino es que Jesús es un río. Puede que lo sepas o puede que no lo sepas, pero el río está fluyendo. El río es un flujo; imaginarse un río que no fluye es imposible, porque no será un río. Un Jesús es un flujo, un torrente tremendo. Siempre está en camino, siempre se está moviendo.

Tú viniste a mí ayer, pero yo ya no estoy allí. Esa tierra ya se ha perdido en el pasado, esas riberas ya no están en ninguna parte. Puede que las lleves en tu memoria, pero el río se ha movido. Y si llevas el pasado en tu memoria, no te será posible ver al río; dónde exactamente está ahora, en este momento.

Y ocurrió que, mientras iban en camino... Jesús es un vagabundo, porque una vez que tu consciencia se ha liberado, cuando tu consciencia ha entrado en lo eterno, va a ser un eterno vagabundeo. Entonces tu hogar es lo absoluto; el hogar ya no está en ningún lugar.

Entonces estarás fluyendo todo el tiempo. Nunca habrá un momento de erudición; sólo sabrás y sabrás y sabrás. Este proceso nunca se completará, porque una vez que el saber está completo, está muerto. Estarás aprendiendo, pero nunca llegarás a ser un erudito. Siempre estarás vacío.

Es por ese motivo que un hombre como Jesús es tan humilde. Jesús dice: "Bienaventurados son los pobres de espíritu". ¿A qué se refiere con "pobres de espíritu"? Se refiere exactamente a lo que estoy diciendo: la gente que no se vuelve erudita ‑porque el conocimiento es la riqueza del espíritu. Acumulas cosas en el exterior, alrededor del cuerpo; y acumulas conocimiento en tu interior, alrededor de alma.

Un hombre puede ser pobre respecto a las cosas y puede ser rico en lo que se refiere al conocimiento. Jesús dice que sólo ser pobre en el cuerpo no basta: ésa no es gran cosa, ésa no es auténtica pobreza.

Auténtica pobreza es no acumular cosas dentro, no llegar al punto en que declares: " ¡Yo sé!". Siempre estás conociendo, sigues siendo un proceso ‑siempre en el camino.

Muchas veces nos encontraremos con la expresión: "Jesús en el camino". El es un vagabundo, pero este vagabundeo es una indicación de su fluir más interno. Es dinámico, no es estático. No es como una piedra; es como una flor: siempre floreciendo. Un movimiento, no un acontecimiento.

Cierto hombre: ése puedes ser tú, puede ser cualquiera. No tiene nombre. Es bueno que el evangelio no haya mencionado un nombre. Ha sido hecho a sabiendas: si mencionas un nombre, la gente cree que lo dicho se refiere a ese hombre. No, simplemente se refiere a la mente humana: cualquier hombre es totalmente representativo.

... cierto hombre le dijo: Señor...

Cuando te cruzas con Jesús, cuando te encuentras con él, sientes de pronto algo de lo divino. Cuando te separes de Jesús, puede que empieces a pensar si este hombre era o no era un dios; pero en su presencia, él es tanto, es tan poderoso en su pobreza interna, su humildad  tiene tal gloria... Su pobreza es un reino; está entronado. Está en lo más alto de la consciencia. De pronto te rodea, te cubre, te envuelve desde todas partes, como una nube. En ella, te olvidas de ti mismo.

Señor: ésa es la única expresión que puede utilizarse para Jesús. Señor, te seguiré a donde quiera que vayas. Y en ese momento de despertar, en ese momento de regocijo, en ese momento de intensidad, dices algo de lo que quizás no estés consciente.

Ese hombre dijo: Señor, te seguiré. No sabe lo que está diciendo. Seguir a Jesús es muy arduo, porque seguir a Jesús significa llegar a ser un Jesús. No hay otra forma de seguirle. Significa arriesgarlo todo ‑por nada. Arriesgas todo por nada; arriesgas tu vida ‑por la muerte. La resurrección puede llegar o no llegar ‑¿quién sabe? Nunca puedes estar seguro respecto a eso, y no se puede dar ninguna garantía. Es sólo una esperanza: sacrificar todo lo que tienes, sólo por una esperanza.

El hombre no está en sus cabales ‑¿qué está diciendo? Está intoxicado por Jesús, ha bebido demasiado de su presencia. No tiene la cabeza en su sitio, no tiene sentido común. De vuelta a casa pensará: "¿Qué pasó? ¿Por qué dije esto? ¿Es un brujo este hombre, es un hipnotizador, un mago? Me embaucó: casi fui engañado. ¿Qué es lo que he dicho?".

No, Jesús no es un brujo ni es un magnetizador. No es un mago, no es un hipnotizador; pero su presencia ‑y te vuelves poético. En su presencia, algo alcanza una cima en ti, y dices algo que proviene del centro más interno de tu ser. Hasta tu fachada, tu periferia, se sorprende.

Señor ‑puede que este hombre nunca le haya dicho "Señor" a nadie antes. Pero de repente, cuando llega un Jesús, tienes que llamarle "Señor"; cuando te encuentras con Buda, tienes que llamarle "Bhagwan". Tiene que ser así, porque no puedes encontrar ninguna otra expresión. Todas las demás palabras parecen carecer de significado ‑sólo "Señor", "Dios".

Señor, te seguiré ‑y cuando le dices a alguien "Señor", inmediatamente se desprende de eso que te has enamorado.

Te seguiré a donde quiera que vayas. ¡Qué compromiso! ‑hecho en un momento de éxtasis. Puedes arrepentirte de ello para siempre, pero esto sucede.

Jesús lo sabe bien:

Y Jesús le dijo:

Los zorros tienen madrigueras...

Jesús está diciendo: "Pobre hombre, piénsalo de nuevo. ¿Qué estás diciendo? No te entregues tan profundamente, no te comprometas conmigo. Observa, espera, piensa, medita ‑y entonces vuelve a mí".

Los zorros tienen madrigueras,

y las aves del cielo, nidos;

mas el Hijo del hombre

no tiene dónde reclinar su cabeza.

¿A quién vas a seguir? Hasta los zorros tienen madrigueras ‑si sigues a un zorro, por lo menos tendrás  una madriguera en donde apoyar tu cabeza. Hasta los pájaros del cielo tienen nidos, mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Los más grandes, los más elevados, los más sublimes, no tienen hogar.

Esto tiene que ser entendido, éste es uno de los dichos más penetrantes. Es muy significativo. Observa:

Árboles, animales, pájaros: todos ellos tienen raíces profundas en la naturaleza. Sólo el hombre no tiene raíces. Los pájaros no necesitan familias, pueden sobrevivir sin ellas ‑la naturaleza les protege. Los árboles no necesitan a nadie; aunque no hubiera nadie cerca, los árboles estarían allí floreciendo. La misma naturaleza protege; tienen un hogar.

Pero piensa en un niño pequeño, un niño humano. Si la familia no está allí para cuidarle, ¿puedes imaginarte cómo va a sobrevivir? Se moriría. Sin la sociedad, sin la familia, sin el hogar artificial, no le sería posible sobrevivir. En esta tierra, sólo el hombre no tiene hogar, sólo el hombre es forastero ‑todos los demás están integrados.

De allí la religión. La religión no es otra cosa que la búsqueda de un hogar. Esta tierra no parece ser un hogar. Si lo piensas, te sentirás un extraño aquí. Tarde o temprano serás expulsado ‑‑esta vida es momentánea. No te sientes bienvenido; tienes que abrirte paso con esfuerzo.

Los árboles son bienvenidos: la tierra parece ser feliz con ellos. La tierra da, comparte. Los pájaros cantan ‑como si la tierra cantase a través de ellos. Fíjate en los animales ‑tan vivos y vitales. Sólo el hombre parece ser un intruso, como si viniera de alguna otra parte.

Esta tierra puede ser una residencia temporal, pero no es un hogar. Quizás estamos aquí  por un tiempo; una caravanserai (*), pero no un hogar. Por la mañana nos tenemos que ir.

Los dichos de Jesús tienen muchos significados, y me gustaría que entraras en todos ellos.

Uno: el hombre no tiene raíces. Puesto que no tiene raíces, siempre está buscando: ¿dónde encontrar un hogar? Dios no es otra cosa que la búsqueda de un hogar donde nos podamos sentir a gusto y relajados, donde podamos sentir que no hay necesidad de luchar. Donde seamos aceptados, y no sólo aceptados: bienvenidos.

No es necesario abrirse paso con esfuerzo. Puedes ser lo que eres y descansar. Sabes que el amor continuará fluyendo, que la vida continuará fluyendo. No hay miedo al castigo ni anhelo por ningún premio. Estás en tu casa; no eres un extraño en tierra extranjera.

Esta es la búsqueda de la religión. Es por ese motivo que los animales no tienen religión. Las aves no tienen religión: ellas hacen nidos, pero no hacen templos. De otro modo, no les sería difícil hacer templos: podrían hacer un gran nido y reunirse todas, a cantar juntas y a rezar. Pero ellas no rezan; no necesitan hacerlo.

El hombre es el único animal que hace templos, iglesias, mezquitas. La oración es un fenómeno muy extraño. Imagínalo: si alguien llegara de otro planeta y observara a la humanidad...

Si estás haciendo el amor con una mujer, el observador podría comprenderlo; también debe haber algo así en otro planeta. Puede que no pueda entender lo que estás diciendo, pero sabrá lo que debes estar diciendo. Puede que no entienda el lenguaje, pero entenderá lo que los amantes se dicen el uno al otro. Cuando se besen y abracen, entenderá el gesto.

(*)  Caravanera, patio‑posada donde pernoctan las caravanas (Nota del Traductor)

Cuando estés haciendo negocios, comprenderá lo que ocurre; cuando estés leyendo un libro, lo entenderá; cuando estés haciendo algún ejercicio, lo entenderá. Pero cuando estés rezando, no le será posible entenderlo, si no existe algo similar a la religión en su planeta. ¿Qué estás haciendo? ¿Sentado solo? ¿Mirando al cielo? ¿hablando? ¿A quién? ¿Qué estás diciendo?

Y si viene un día determinado, como por ejemplo, una fiesta religiosa de los Mahometanos, los Cristianos o los Hindúes... Por todas partes de la tierra, millones de Mahometanos rezando ‑no hablando unos con otros, sino que hablándole al cielo. Simplemente pensará que algo anda mal: "La humanidad se ha vuelto loca ‑ ‑qué es lo que está pasando? ¿Qué son estos gestos que hace esta gente, por qué están gesticulando? ¿A quién le están hablando, a quién llaman "Alá"? ¿A quién le hacen reverencias? ‑parece no haber nadie allí.

Dios no es visible, Dios está en alguna parte de la mente del hombre. La oración es un monólogo; no es un diálogo. Un hombre de otro planeta pensaría que algo ha ido mal en el sistema nervioso de la humanidad. Pensaría que es una falla de los nervios: millones de personas gesticulándole a nadie, hablándole al cielo, mirando al cielo y gritando: " ¡Alá! ¡Alá!". Algo debe andar mal: la humanidad entera parece haber enloquecido.

No comprenderá de qué se trata la oración, porque la oración es absolutamente humana. Es lo único que sólo el hombre hace; todas las demás cosas también las hacen los animales. El amor: sí, también hacen el amor. Buscar alimento: también lo hacen. Cantan, bailan, hablan existe la comunicación‑. Están tristes, están felices ‑¿pero la oración? Eso no es existencial.

Jesús dice:

Los zorros tienen madrigueras,

y las aves del cielo, nidos;

mas el Hijo del hombre

no tiene dónde reclinar su cabeza.

El hombre es un extraño. Por eso creamos la ficción de que estamos en casa, que no somos extraños. El hogar es una ficción: creamos una unión con la gente; creamos comunidades, naciones, familias, de modo de no estar solos, para poder sentir que los demás están cerca ‑alguien que nos es familiar, alguien que conocemos‑ tu madre, tu padre, tu hermano, tu hermana, tu esposa, tu marido, tus hijos: alguien que es conocido, familiar.

Pero... ¿has pensado alguna vez en ello? ¿Conoces realmente a tu esposa? ¿Existe realmente una forma de conocer a la esposa, al marido o al hijo? Un niño nace de ti. ¿ Le conoces ‑sabes quién es?

Pero nunca preguntas cosas tan inquietantes. De inmediato le pones un nombre, para saber quién es. Sin un nombre creará problemas; sin nombre, el niño se moverá por la casa y cuando te lo encuentres, lo desconocido te estará mirando.

Para olvidar que ha llegado un extraño, le etiquetas; le adscribes un nombre. Después, empiezas a controlar su carácter ‑qué es lo que debe hacer, qué es lo que no debe hacer‑ de modo que sepas, de modo que puedas predecir sus actos. Esa es una forma de crear falsa familiaridad. El niño sigue siendo un desconocido; todo lo que hagas estará en la superficie: en el fondo, él es un extraño.

Hay momentos, algunos momentos excepcionales, en los que de pronto tomas consciencia de esto. Sentado al lado de tu amada, de pronto tomas consciencia de que estás muy lejos. Miras el rostro de tu amor y súbitamente no puedes reconocer quién es él o ella. Pero de inmediato te olvidas de esos momentos; comienzas a hablar, dices algo, empiezas a planear, empiezas a pensar.

Es por ese motivo que la gente no se sienta en silencio: porque el silencio crea una inquietud. En silencio, la ficción de la familiaridad se rompe.

Si un visitante llega a tu casa y tú no dices nada ‑simplemente te sientas en silencio‑ se pondrá furioso, se enfadará mucho. Si te quedas sentado, sólo mirándole, no le gustará nada. Dirá: "¿Qué estás haciendo? ¿Te pasa algo? ¡Di algo! ¿ Te has quedado mudo? ¿Por qué te quedas callado? ¡Habla!".

Hablar es una manera de rehuir, de rehuir el hecho de que somos desconocidos el uno para el otro. Cuando alguien empieza a hablar, todo está bien. Es por eso que te sientes un poco incómodo con los extranjeros ‑porque no pueden hablar la misma lengua.

Si tienes que estar con un extranjero en la misma habitación y no puedes entenderte con él ‑te va a resultar muy difícil. El te recordará continuamente que "Somos extraños". Y cuando tienes la sensación de que alguien es un extraño, de inmediato sientes peligro. ¿Quién sabe lo que hará? ¿Quién sabe si de repente va a saltarte encima en medio de la noche y te va a cortar el cuello? ¡Es un extraño!

Es por ese motivo que los extranjeros siempre resultan sospechosos. En realidad, no hay nada de qué sospechar ‑‑todo el mundo es extranjero en todas partes. Hasta en tu propia tierra eres un extranjero; sin embargo, allí la ilusión está establecida: hablas la misma lengua, crees en la misma religión, vas a la misma iglesia, crees en el mismo partido, crees en la misma bandera ‑familiaridad. Por lo tanto, crees que se conocen unos a otros. Estos son sólo trucos.

Jesús dice: "El Hijo del hombre no tiene hogar".

Jesús usa dos palabras una y otra vez para referirse a sí mismo: algunas veces usa "el hijo de Dios" y otras, "el hijo del hombre". Usa "el hijo de Dios" más raramente; "el hijo del hombre", con más frecuencia. Esto ha constituido un problema para la teología Cristiana. Si él es el hijo de Dios, ¿por qué dice "el hijo del hombre"?

Aquellos que están en contra de Cristo, dicen: "Si es el hijo del hombre, ¿por qué insiste en que también es el hijo de Dios? No puedes ser ambos. Si eres el hijo del hombre ‑todo el mundo es hijo del hombre. Pero si eres el hijo de Dios, ¿por qué usar la otra expresión?".

Pero Jesús insiste en ambas, porque es ambos. Y yo te digo, todo el mundo es ambos. Por un lado, hijo del hombre; por otro lado, hijo de Dios. Naces del hombre, pero no naces sólo para ser hombre. Naces del hombre, pero naces para ser un dios.

La humanidad es tu forma; la divinidad es tu ser. La humanidad son tus ropas; la divinidad es tu alma. Jesús usa ambas expresiones. Siempre que dice: "hijo del hombre", quiere decir‑ "Estoy unido a ti. Soy igual que tú ‑y más. Soy tal como tú y más". Para indicar ese más, a veces dice "el hijo de Dios". Pero raramente lo usa ‑rara vez, porque muy poca gente podrá entenderlo.

Cuando dice "el hijo del hombre", no está diciendo algo sólo acerca de sí mismo. Observa esta frase: está diciendo algo acerca de todos los hombres ‑que el hombre esencial no tiene hogar. Si crees que tienes raíces, si crees que tienes un hogar, estás por debajo de lo humano ‑puede que pertenezcas a los animales. Los zorros tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos... mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.

Si crees que tienes raíces, y que este mundo es tu hogar, debes estar viviendo por debajo de lo humano, porque cualquiera que es realmente humano inmediatamente se da cuenta de que ésta no puede ser la vida. Puede ser una transición, un viaje, pero ésta no puede ser la meta. Y la búsqueda comienza cuando sientes que no tienes un hogar en este mundo.

Ese hombre dijo: Señor, te seguiré a donde quiera que vayas. Puede que esté pensando que Jesús va hacia el este o hacia el oeste o hacia el sur o hacia el norte. "Le seguiré". Pero no sabe hacia dónde se dirige Jesús.

Jesús se dirige hacia Dios, y eso no es el norte, ni el este, ni el oeste, ni el sur; ni tampoco es arriba, ni abajo ‑no es ninguno de éstos. Ir hacia Dios es ir hacia dentro. En realidad, no es en absoluto una dirección. Es perder todas las direcciones: norte, este, sur, oeste, arriba, abajo ‑perder todas las direcciones. Moverse hacia adentro significa moverse en lo que no tiene dimensiones, en lo que no tiene dirección.

No sabe lo que está diciendo: Señor, te seguiré a donde quiera que vayas. En su donde quiera, el ir hacia Dios no está implícito. No sabe lo que está diciendo. Jesús no va a ninguna parte. Se dirige hacia el interior de sí mismo ‑y esto no es un punto en el espacio.

El ir hacia adentro es ir más allá del espacio. Por eso, el alma no puede ser encontrada en ningún experimento. Un experimento puede hallar cualquier cosa que pertenezca al espacio. Puedes matar a un hombre, cortarle y disecarle, y encontrarás huesos, encontrarás sangre, encontrarás todo lo demás ‑sólo el alma, sólo el hombre esencial no será hallado. No existe en el espacio. Toca el espacio, pero no existe en él. Sólo lo está tocando... y si destruyes el cuerpo, y cortas el cuerpo, hasta ese contacto se habrá perdido. La fragancia vuela hacia lo desconocido.

Jesús se está moviendo hacia adentro. Y sabe que este hombre se está comprometiendo demasiado, y que no será capaz de perdonarse a sí mismo por ello.

Cuando te entregas demasiado, tomarás venganza. Esto sucede. Me cruzo con mucha gente que ‑‑en un momento, como un relámpago‑ me dicen: "Nos gustaría entregarnos. Ahora, haremos lo que tú digas".

Sé que si los acepto, tomarán venganza, porque no serán capaces de cumplir con lo que han dicho. No saben lo que están diciendo, y no saben en qué dimensión me estoy moviendo. No les será posible mantener el paso conmigo; y entonces, hay sólo dos posibilidades: o se enfurecen contra sí mismos ‑lo cual no es el estilo habitual de la mente‑ o se pondrán furiosos conmigo.

Ese es, simplemente, el curso normal: siempre que tienes conflictos, otra persona es la responsable. Siempre que sienten que ha surgido un problema... Y va a surgir. Desde el primer paso va a resultar trabajoso, va a ser el filo de una navaja. Y entonces tomarán venganza, estarán contra mí, porque ésa será la única manera de protegerse a sí mismos. Esa será la única manera: lograr probar que estoy equivocado, para poder así anular su compromiso.

Jesús sabe, y dice: "No tengo hogar. Conmigo, nunca encontrarás descanso; conmigo, siempre estarás en el camino. Soy un peregrino, un vagabundo. Conmigo, siempre estarás en el camino. Y mi viaje comienza, pero nunca termina".

"Tú no sabes dónde voy. Voy hacia Dios. Me estoy alejando de las cosas y del mundo de las cosas: me estoy moviendo hacia la consciencia. Estoy dejando lo visible y me estoy moviendo hacia lo invisible".

No puedes entender lo que lo invisible es, porque, a lo más, puedes pensar acerca de ello en forma negativa: puedes pensar que lo invisible es lo que no es visible. No, lo invisible también es visible, pero necesitas ojos diferentes para verlo.

Sucedió que Mullá Nasrudín había abierto una pequeña escuela, y me invitó. Me di una vuelta por la escuela; había reunido a muchos estudiantes. Yo le pregunté: "Nasrudín, ¿qué vas a enseñarles a estos estudiantes?".

El respondió: "Básicamente, dos cosas: el temor a Dios, y lavarse la parte de atrás del cuello".

No pude ver la relación: ¿el temor a Dios y lavarse la parte de atrás del cuello? Le dije: "Está bien en lo que respecta al temor a Dios, pero no puedo entender por qué es importante aprender a lavarse la parte de atrás del cuello".

El me dijo: "¡Si pueden hacer eso, pueden hacer cara a lo invisible!" ‑detrás del cuello es lo invisible, porque no lo puedes ver. "Si pueden hacer eso, pueden arreglárselas con lo invisible".

Tu invisible puede ser tal como la parte de atrás de tu cuello: también forma parte del mundo. Tu Dios también forma parte del mundo; por eso es por lo que tus templos llegan a ser parte del mercado y tus escrituras se transforman en mercancías. Tus doctrinas son sólo cosas que compras y vendes.

El Dios de Jesús o de Buda no es tu Dios. Tu Dios no es el Dios de Jesús. Su Dios es una interioridad, algo más allá; su Dios es una transformación de tu ser, una mutación, el nacimiento de un nuevo ser con una nueva consciencia. Tu Dios es algo para ser venerado; el Dios de Jesús es algo para ser vivido. Tu Dios está en tus manos; el Dios de Jesús es a quien te abandonas a ti mismo, en cuyas manos te entregas. Tu Dios está en tus manos; puedes hacer todo lo que quieras con tu Dios. El Dios de Jesús es alguien a quien te entregas ‑‑y te entregas totalmente.

Ese hombre no sabía lo que estaba diciendo. Jesús le cerró el paso por decir esto.

Y le dijo a otro: Sígueme.

Al que estaba dispuesto a seguirle, le dijo: "Espera, por favor. No sabes lo que estás haciendo; no sabes a qué te estás comprometiendo, en lo que te estás involucrando "

El primer hombre actuó en un momento de inspiración, en un momento de entusiasmo, en un momento de intoxicación. No es de fiar, ha sido influenciado ‑y si haces algo bajo alguna influencia, es tal como si estuvieras borracho. Dices algo y al día siguiente lo has olvidado.

Y le dijo a otro: Sígueme: Al que no había dicho nada, le dice: sígueme.

Mas él dijo:

Señor, permite que primero vaya a sepultar a mí padre.

Al otro hombre Jesús le dice: "Sígueme" ‑y este hombre no se lo había pedido. Pero este hombre estaba más dispuesto, estaba más preparado, estaba más maduro.

Hace sólo unos días, una mujer holandesa vino a verme. Una mujer muy simple y de buen corazón; de hecho, demasiado buen corazón. Hasta el buen corazón puede ser una enfermedad si es demasiado. Viene a verme una y otra vez, y escribe notas y cartas diciendo que no puede tolerar la pobreza. Cuando va a su hotel se encuentra con mendigos por el camino, y empieza a llorar y lamentarse, se siente culpable y sufre mucho. No puede meditar ‑hasta en la meditación aparecen los rostros de esos mendigos. Ella piensa que es egoísta meditar mientras exista tanta pobreza.

Una mujer de muy buen corazón, pero no madura. Simple, buena ‑pero infantil.

Le dije: "Puedes hacer una de dos cosas. Vete y primero elimina la pobreza del mundo; después, vuelve ‑si ha sobrado tiempo y aún estoy aquí. Primero haz desaparecer la pobreza del mundo, y luego vuelve y medita: así no te sentirás culpable. O, si piensas que eso ‑es imposible, abandona la idea. Medita, y con la base que la meditación te dé, entrégale a la gente toda la ayuda que puedas darles”.

.Después se preocupó respecto a sannyas. Quería tomar sannyas, y sin embargo tenía miedo ‑‑‑su educación Cristiana. Entonces vino de nuevo, y dijo: "Hay un problema. Mí padre ha sido muy bueno conmigo. Me ha enseñado cómo ser. Ahora, si tomo sannyas, estaré traicionando a mi padre, a sus enseñanzas. Pero si no tomo sannyas, va a ser una constante obsesión para mí el pensar que debo tomar sannyas para poder ser transformada".

Le dije: "Decide una cosa u otra".

Respecto a eso tampoco pudo decidirse. Entonces un día vino muy preocupada, y entonces le dije: "Ahora una cosa es segura: que aunque pidas sannyas, no te lo voy a dar. Por lo tanto, ahora descansa. No te voy a dar sannyas”.

Desde entonces la he estado viendo ‑no ha venido a verme, pero está aquí. Ahora parece preocupada ‑puedo ver su cara‑ de que si viene a pedírmelo, yo no le dé sannyas.

Buena, pero inmadura. El compromiso sólo puede nacer de la madurez. Una cierta madurez es necesaria.

Y Jesús le dijo a otro: Sígueme ‑pero el padre de ese hombre había muerto. No pudo refrenarse; por eso debió ir al camino, al encuentro de Jesús. El pasaba por el pueblo, su padre yacía muerto, y dijo: Señor, permite que primero vaya a sepultar a mi padre.

Esta es una situación muy simbólica: el padre que ha dado nacimiento al cuerpo está muerto; y otro padre, que puede dar nacimiento al alma, se halla presente. La cuestión está entre el cuerpo y el alma, la cuestión está entre la vida y la muerte. De un padre mundano no obtendrás la vida. De hecho, has nacido para morir, has nacido para la muerte.

El padre está muerto. El hombre dijo: "Señor, permite que primero vaya a sepultar a mi padre ‑una formalidad, pero permíteme hacerlo".

Jesús le dijo ‑uno de los más profundos y penetrantes dichos de Jesús‑:

Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ve y predica el reino de Dios.

Parece un poco áspero, no muestra compasión. El padre está muerto, y del hijo se espera que le entierre. Es una formalidad; una costumbre social y un deber. Pero Jesús dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Jesús dijo: "En el pueblo hay mucha gente muerta. Ellos lo harán. No te preocupes por eso. No es necesario que vayas”.

El significado simbólico es: que alguien que penetra en la religión no necesita molestarse con deberes, moralidad  y formalidades, pues la moralidad es una religión inferior, el deber es una religión inferior, la formalidad es parte de la personalidad. Cuando entras en la religión, puedes tirar toda moralidad, porque estarás satisfaciendo algo más profundo y más alto. Ahora no es necesario respetar costumbres, no es necesario llevar etiqueta social. "Hay bastante gente muerta en el pueblo: ellos lo harán, y lo harán encantados. No te preocupes por eso. Deja que los muertos entierren a los muertos; pero tú ve a anunciar el reino de Dios".

¿Qué clase de hombre es este Jesús? ¿El padre de un hombre yace muerto y quiere enviarle a anunciar el reino de Dios? ¿Es éste el momento para convertirse en predicador de Dios?

Pero esto es simbólico. El está diciendo: "No te preocupes por la muerte, preocúpate por Dios. Y no te preocupes por el padre que dio origen a tu cuerpo; piensa en el padre, ve y predica acerca del padre que te ha dado el alma".

... pero tú ve y predica el reino de Dios.

En cierta forma, si reflexionas acerca de la muerte de alguien con quien has tenido mucha intimidad ‑un padre, una madre, una esposa, un marido, un amigo muy íntimo que haya muerto‑ sólo en ese momento es posible la conversión hacia Dios. Si dejas que ese momento se escape, estarás de nuevo en el revoltijo del mundo.

La muerte te produce un golpe. No existe nada que pueda producirte un golpe semejante ‑la muerte es el más grande. Si ese golpe no te despierta, significa que eres incurable, imposible. Jesús utilizó ese momento. El es uno de los más grandes artistas que han pisado la tierra, el más grande alquimista.

La situación es: la muerte. El padre yace muerto en la casa, la familia debe estar llorando y lamentándose ‑no es el momento para ir a anunciar el reino de Dios. Parece absurdo, parece duro. Jesús parece demasiado duro.

No lo es. Es debido a su compasión que dice esto. Sabe que si este momento de muerte se pierde ‑en enterrar el cuerpo muerto‑ se perderá la posibilidad de despertar. Es quizás por esto que se volvió hacia este hombre y le dijo: “Sígueme" Debió ver la muerte en sus ojos, debió sentir la muerte a su alrededor. Naturalmente, debió ser así: el padre estaba muerto.

Pero aún así, el hombre no pudo contenerse. Tuvo que ir a ver a este hombre, Jesús. Fue quizás debido a la muerte que Jesús se volvió significativo, quizás fue debido a la muerte que se dio cuenta de que todo el mundo va a morir. Fue quizás por eso que había ido a ver a Jesús, en busca de la vida.

El primer hombre era sólo un espectador; el segundo hombre estaba listo. La muerte te prepara. Si puedes usar la muerte, si puedes usar el dolor y la angustia, si puedes usar el sufrimiento, la desgracia, podrás convertir eso en un paso hacia lo divino.

Conmocionado, este hombre debió de estar ahí parado como si él mismo estuviera muerto. El pensamiento debió detenerse. Con un golpe como ése no puedes darte el lujo de pensar. Si el golpe es realmente total, ni siquiera las lágrimas podrán fluir. Si las lágrimas pueden fluir, el golpe no ha sido total. Si el golpe es total, uno está simplemente conmocionado. Nada se mueve; el tiempo se detiene, el mundo desaparece, los pensamientos desaparecen. Uno está atontado, uno sólo mira con ojos vacíos, huecos. Simplemente miras, sin mirar nada en especial.

¿Has visto alguna vez ese tipo de mirada en los ojos de los locos, o a veces, inmediatamente después de que alguien que era muy íntimo ha muerto?

Jesús debió observarlo; este hombre estaba listo. Déjame decírtelo: no estás listo, a menos que hayas tenido una experiencia con la muerte. La vida es muy superficial; está sólo en la periferia, sólo en la superficie. La muerte es profunda ‑es tan profunda como Dios‑; por lo tanto, sólo desde la muerte es la conversión posible. Sólo cambias en el momento de la muerte. Tu perspectiva cambia, tus actitudes cambian, el viejo mundo se vuelve ajeno. Buda fue transformado viendo un hombre muerto...

Jesús debió verlo Y le dijo a otro: Sígueme. Sólo el que ha conocido la muerte puede seguir a Jesús.

Si has conocido la muerte, sólo entonces podrás seguirme. Si has conocido el sufrimiento y la limpieza que surge del sufrimiento, sí has conocido el dolor y el golpe que es producto lateral del dolor, entonces y sólo entonces podrás estar conmigo. De lo contrario, tarde o temprano te dispersas, porque la vida te reclama otra vez; hay mil y una cosas que aún quedan por completar. Estarás volviendo continuamente hacia atrás.

Sólo cuando la muerte corta el puente y rompe todos los lazos con la vida; sólo entonces existe la posibilidad de que des un giro ‑que vuelvas la espalda al mundo y te enfrentes a Dios. Es por ese motivo que, en una frase, Jesús dice dos cosas que en la superficie parecen extrañas‑ Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ve y predica el reino de Dios.

Este hombre ni siquiera es un discípulo ‑es un extraño parado al lado del camino‑ y Jesús le dice: “Ve y predica el reino de Dios". Esta es también mi observación: que la mejor manera de aprender una cosa es enseñarla.

La mejor manera de aprender una cosa es enseñarla, lo repito; porque cuando empiezas a enseñar, estás aprendiendo. Cuando estás simplemente aprendiendo, estás demasiado centrado en ti mismo, y ese centrarse en sí mismo se transforma en la barrera.

Cuando empiezas a enseñar, no estás centrado en ti mismo; miras al otro, miras la necesidad del otro. Miras y observas su problema. Estás completamente aparte, separado ‑como un testigo. Y siempre que puedes convertirte en un testigo, Dios empieza a fluir desde ti.

Existe sólo una forma de aprender grandes cosas: enseñándolas. Por eso digo una y otra vez que, si has compartido mi ser de alguna manera, ve y difunde, ve y enseña, ve y ayuda a otra gente a meditar; y de pronto, un día, estarás sorprendido: la meditación más grandiosa te sucederá cuando estés ayudando a alguien a entrar en la meditación.

Mientras meditas, ocurrirán cosas. Mientras tú mismo estás meditando, muchas cosas sucederán, pero lo más grande sucederá sólo cuando seas capaz de enseñarle a alguien a meditar. En ese momento, te desapegas completamente ‑y en ese desapego estás en completo silencio.

Estás tan lleno de compasión ‑por eso estás ayudando al otro‑ que algo te sucede de inmediato.

Jesús dijo:

... pero tú ve y predica el reino de Dios.

Y otro también dijo: Señor, te seguiré;

mas primero permite que vaya a despedirme

de los de mi casa.

Y otro dijo: "Me gustaría irme contigo. Estoy dispuesto a seguirte, pero tendría que volver, al menos sólo para decirle adiós a mi familia, mis amigos, a aquellos que están en casa".

Y Jesús le respondió:

Nadie que pone su mano en el arado

y luego mira hacia atrás

es apto para el reino de Dios.

Ningún hombre que mira hacia atrás es apto para el reino de Dios ‑¿por qué? Porque ningún hombre que mira hacia el pasado puede ser capaz de estar en el presente.

Un buscador Zen fue a ver a Rinzai, el gran Maestro. Quería meditar y quería iluminarse, pero Rinzai dijo: "Espera, primero unas pocas cosas. Lo primero es lo primero. ¿De dónde vienes?".

El hombre dijo: "Siempre destruyo los puentes después de cruzarlos".

Rinzai dijo: "De acuerdo; de dónde vengas no es importante. Pero, ¿cuál es el precio del arroz en estos días allí?

El discípulo se rió y dijo: "No me provoques; de lo contrario, te daré una bofetada".

Rinzai se inclinó frente al buscador y dijo: "Eres aceptado" ‑porque si un hombre aún recuerda el precio del arroz del sitio del que viene, significa que no es merecedor. Todo lo que traes del pasado es una carga, una barrera; no te permitirá abrirte al presente.

Jesús dijo:

Nadie que pone su mano en el arado

y luego mira hacia atrás

es apto para el reino de Dios.

"Si quieres seguirme, sígueme. No hay forma de regresar. No hay necesidad; ¿qué sentido tiene decir adiós? ¿De qué va a servir? Si quieres seguirme" ‑Jesús dice una y otra vez en el evangelio‑ "entonces tendrás que negar a tu padre, a tu madre; tendrás que negar a tu familia".

A veces parece casi cruel. Un día estaba parado en el mercado del pueblo, y una multitud le rodeaba. Alguien dijo: "Señor, tu madre está esperando, al margen de la multitud".

Jesús respondió: "¿Quién es mi madre, quién es mi hermano, quién es mi padre? Aquellos que me siguen, aquellos que están conmigo: ellos son mi hermano, ellos son mi padre, ellos son mi madre".

Parece realmente cruel ‑pero no lo era. No le está diciendo nada a su madre; está diciéndole a esa gente que si te aferras demasiado a la familia, la revolución interior no será posible, porque la familia es la primera atadura. Después, la religión a la que perteneces es la segunda atadura después, la nación a la que perteneces es la tercera atadura. Uno tiene que romperlas todas, uno tiene que trascenderlas todas. Sólo entonces puedes encontrar la fuente: la fuente que es la libertad, la fuente que es Dios.

Nadie que pone su mano en el arado y luego mira hacia atrás es apto para el reino de Dios. Uno tiene que renunciar a todo lo que es fútil para obtener lo que tiene asignado.

Una vez, un grupo de amigos estaban sentados hablando acerca de la cosa más esencial ‑aquella a la que no se podía renunciar.

Alguien dijo: "Yo no puedo renunciar a mi madre. Ella me ha dado la vida; a ella le debo la vida. Puedo renunciar a todo, excepto a mi madre".

Alguien más dijo: "Yo no puedo renunciar a mi esposa, porque el padre y la madre me fueron dados ‑nunca fueron mi elección‑ pero a mi esposa la he elegido yo. Tengo una responsabilidad hacia ella, no puedo renunciar a ella. Pero puedo renunciar a todos los demás".

Y así siguieron. Alguien dijo que no podía renunciar a su casa, alguien más dijo otra cosa. Mullá Nasrudín dijo: "Yo puedo prescindir de todo, excepto de mi ombligo

Todo el mundo se quedó desconcertado ‑¿sólo un ombligo? Así que le presionaron para que se explicara.

El dijo: " ¡Siempre que es día de fiesta y estoy tranquilo y ocioso, me tumbo en la cama y como apio!".

Ellos dijeron: "Pero, ¿qué relación tiene eso con el ombligo? Puedes comer apio ......

El dijo: "No entienden. Sin el ombligo, no tengo dónde poner la sal". ¡Pone la sal en su ombligo cuando come apio!

Pero todos tus apegos son así de absurdos. A todo se puede renunciar, excepto a tu consciencia más interna. No es que yo diga: "Renuncia a ello", pero en lo profundo uno debería vivir en renuncia: uno debiera estar en el mundo, pero permaneciendo en constante renuncia.

Puedes vivir con la familia, sin ser parte de ella; puedes vivir en la sociedad y, aún así, fuera de ella. Se trata de una actitud interna. No se trata de mudarte de lugar: se trata de cambiar la mente.

Las cosas a las cuales estás demasiado apegado no son malas en sí, recuerda. Padre, madre, familia, esposa, hijos, dinero, casa: no son malas en sí mismas. El apego no es malo debido a que estas cosas sean malas, o que estas personas o estas relaciones lo sean: el apego es malo.

Te pueden volver muy estúpido. Mullá Nasrudín se hizo rico de un día para otro: heredó una gran fortuna. Y, naturalmente, lo que sucede con los nuevos ricos le sucedió a él también: quería mostrarlo, exhibirlo.

Llamó al pintor más grande del país para que le hiciera un retrato a su mujer. Nasrudín sólo le impuso una condición: "Recuerda, no lo olvides: las perlas deben aparecer en el cuadro". Su esposa usaba muchas perlas y diamantes: había que mostrarlas. No estaba preocupado por la mujer ‑cómo aparezca ella en el cuadro no es el punto‑ pero las perlas y los diamantes deben salir.

Después de un tiempo, cuando la pintura estuvo lista, el pintor trajo el cuadro. Mullá Nasrudín dijo: "Muy bueno, muy bueno. Sólo una cosa: ¿no puedes hacer los pechos un poco más pequeños y las perlas un poco más grandes'.

La mente de un exhibicionista, la mente de quien desea mostrar que tiene algo precioso, valioso; la mente del ego. La cuestión no es el vivir en un palacio ‑vive en un palacio, ése no es el punto‑ o vive en una cabaña o al lado del camino: ése no es el punto. Es del ego que se trata.

Puedes ser un exhibicionista en un palacio; puedes ser un exhibicionista en el camino. Si tu mente quiere que alguien sepa que posees algo o que has renunciado a algo, estarás en una profunda oscuridad, que deberá ser disipada.

Jesús dice que uno no debe estar apegado, y que uno no debe mirar atrás. Mirar atrás es un viejo hábito de la mente humana: miras y miras atrás. O miras hacia atrás o miras hacia el futuro ‑y así es como te pierdes el presente.

El presente es divino. El pasado es recuerdo muerto; el futuro es sólo esperanza, ficción. La realidad está sólo en el presente. Esa realidad es Dios, esa realidad es el reino de Dios.

Jesús dijo:

Nadie que pone su mano en el arado

y luego mira hacia atrás

es apto para el reino de Dios.

Sólo hay que entender esto; no es necesario hacer nada más. Sólo escúchame: sabes muy bien que el pasado es el pasado; que ya no es, que nada se puede hacer al respecto. No sigas rumiándolo, perdiendo tiempo y energía. Ese rumiar por el pasado crea una pantalla a tu alrededor, y no puedes ver lo que ya está aquí.

Te lo has estado perdiendo, y se ha convertido en un hábito. Siempre que estás sentado, estás pensando en el pasado. ¡Sé consciente! No estoy diciendo que trates de dejar de hacer esto, porque si tratas de dejar de hacerlo, estarás aún involucrado en ello. Estoy diciendo: ¡desinvolúcrate de ello!

¿Así que qué es lo que harás? ‑porque hagas lo que hagas, te involucrarás en ello.

Sólo tienes que estar consciente. Cuando el pasado empiece a llegar a la mente, relájate, aquiétate, tranquilízate. Sólo permanece alerta, ni siquiera es necesario verbalizar. Sólo tienes que saber que el pasado se ha ido; es inútil seguir masticándolo una y otra vez.

La gente usa el pasado como goma de mascar; lo mastican incesantemente. Nada sale de la goma ‑no es nutritiva; es vana, inútil‑ pero con el ejercicio de la boca uno se siente bien. Con sólo ejercitar la mente, uno siente que está haciendo algo valioso.

Sólo permanece alerta; y si puedes estar alerta respecto al pasado, te darás cuenta de que, poco a poco, el futuro habrá automáticamente desaparecido. El futuro no es otra cosa que la proyección del pasado; el futuro es el deseo de tener esa parte del pasado que fue hermosa una y otra vez, en formas más bonitas; y no tener la parte de] pasado que fue dolorosa ‑nunca tenerla de nuevo.

Eso es lo que es el futuro. Estás escogiendo una parte del pasado, glorificándolo, decorándolo, e imaginando que en el futuro tendrás una y otra vez aquellos momentos de felicidad ‑naturalmente, magnificados, más inflados. Y nunca tendrás el dolor que tuviste que experimentar en el pasado. Eso es lo que el futuro es.

Una vez que el pasado desaparece, no desaparece solo. Se lleva consigo también al futuro. De repente estás aquí, ahora ‑el tiempo se detiene. Este momento que no pertenece al tiempo es lo que yo llamo meditación... este momento que no pertenece al tiempo: Jesús lo llama "el reino de Dios".

Sólo recuérdalo más y más. No hay nada que hacer, sólo recordar ‑una profunda recordación que te sigue como la respiración en lo que sea que estés haciendo, que permanece en alguna parte del corazón. Sólo una profunda recordación de que hay que arrojar el pasado ‑y el futuro se va con él. Aquí/ahora es la puerta: del aquí/ahora vas del mundo hacia Dios, vas de lo exterior a lo interior.

De repente, en el mercado, el templo desciende: el cielo se abre y el espíritu de Dios desciende como una paloma. Puede suceder en cualquier sitio. Cada lugar es santo y sagrado; sólo son necesarias tu madurez, tu consciencia.

La palabra "consciencia" es la llave maestra. Nos cruzaremos con muchas situaciones en el evangelio en donde Jesús dice una y otra vez: " ¡Despierta! " ¡Permanece alerta!". " ¡Sé consciente!". " ¡Recuerda!". Buda dice una y otra vez a sus discípulos: "Es necesaria la correcta atención"; Krishnamurti dice: "Consciencia";

Gurdjieff basa toda su enseñanza en una sola expresión: “el recuerdo de sí mismo".

Este es todo el evangelio: recordarse a sí mismo.


 

 

 

CAPÍTULO 10

ACERCANDOSE A
LA CUALIDAD CRISTICA

 

¿Lloras alguna vez?

Sí, siempre que les miro. Puede que no vean mis lágrimas, puede que no oigan mi llanto, pero siempre que les miro el llanto está presente. Por eso, sigo trabajando en ustedes. No es sólo para ayudarles a salir de su sufrimiento; también es para ayudarme a mí mismo. Si superan su sufrimiento, yo también superaré el sufrimiento creado por sus padecimientos.

Se dice que cuando Buda llegó a la puerta de lo supremo, se detuvo allí; no quería entrar. La puerta estaba abierta; los devas, los dioses, estaban listos para darle la bienvenida, pero él no entraba. Los devas le preguntaron: "¿Por qué te quedas ahí? Entra. Hemos esperado por muchos siglos. Eres bienvenido. Has vuelto a casa".

Buda dijo: "Me quedaré aquí, tendré que quedarme aquí. Yo no podré entrar ‑hasta que e! último ser humano pase delante de mí y entre por la puerta".

Esta es una hermosa parábola. No la tomes al pie de la letra...

Pero es verdad. Una vez que te vuelves consciente, una vez que te conviertes en un ser ‑una vez que eres una infinita compasión surge en ti. Buda ha hecho de la compasión el criterio de la iluminación. Cuando la has obtenido, no sufres por ti mismo, pero sufres por los demás ‑viendo la desgracia a tu alrededor, viéndola en su total absurdo; viendo la posibilidad de que puedas salir de ella inmediatamente, ahora mismo, y que aún así te aferras a ella.

Con una mano la alejas, con otra mano la acercas. Creas tus propias prisiones, y aún así te gustaría ser libre. Todo tu esfuerzo es contradictorio. Quieres venir al este y vas hacia el oeste.

Viéndoles... sí, siempre lloro.

Durante diez años me he identificado a mí mismo como un poeta. Sin embargo, desde que tomé sannyas hace diez días, el que vuelva o no a escribir otro verso ha dejado de tener importancia, a pesar de que con frecuencia te he oído alabar al poeta. ¿Qué ha pasado?

Primero: no puedes estar identificado como poeta, porque la poesía sucede solamente cuando tú no estás ahí. Si tú estás presente, será sólo porquería. Sólo ocurre cuando estás ausente.

Por eso es tan hermosa. Penetra en tu vaciedad; te llena ‑llena tu vacío. Quedas preñado con lo desconocido, con lo extraño.

El poeta es, simplemente, una madre. La madre no va a producir al hijo. El niño ha sido concebido; a lo más, la madre lo va a cuidar, protegiéndolo en lo profundo de su corazón, tratando de darle un cuerpo ‑no el alma.

La poesía te viene tal como un niño es concebido: en profundo amor. En profunda receptividad, te conviertes en un útero y la poesía es concebida. Es una preñez. Y uno tiene que tener mucho cuidado, porque el aborto siempre es posible; puedes abortar, puedes tener demasiado apuro y puedes destruirlo.

Permite que se asiente dentro de tu ser. Tomará su tiempo; crecerá poco a poco. Crecerá en tu inconsciente. Tu consciente no es necesario; tu consciente sólo será una interferencia. Olvídate de él, déjalo crecer.

Te sentirás pesado ‑todo tu ser se sentirá como si estuvieras llevando una carga. Grato, agradable; pero aún así, una carga. Y entonces, un día, nace el niño. En ese momento, no s6lo nace el niño: también nace la madre.

Cuando nace la poesía, también nace el poeta. No es el poeta el que escribe la poesía. En realidad, es el nacimiento de la poesía lo que crea al poeta. Antes no eras un poeta ‑sólo lo eres cuando nace la poesía.

Una mujer se convierte en madre. Ser madre es entrar en una categoría totalmente diferente de la de una mujer corriente. Una mujer es una mujer ‑una madre es algo totalmente diferente. Ella ha concebido algo del más allá; ha llevado el más allá en su útero, y le ha dado un cuerpo.

El poeta nace cuando nace la poesía, Es una sombra de la poesía, una consecuencia de la poesía. Sucede a la poesía, no la precede. Antes no hubo poeta, antes no hubo madre. Había un hombre, había una mujer; pero no había un poeta, no había una madre. La madre comienza a existir después de que la poesía ha sucedido.

Pero normalmente, lo que llamas poesía no lo es. Es sólo una cosa mental. La piensas; la escribes. Todo lo que tú escribes es prosa, y todo lo que Dios escribe a través de ti es poesía. Puede que tenga forma de prosa ‑no importa. Todo lo que dicen Buda o Jesús es poesía. La forma está en prosa: eso da igual. Es poesía, porque Dios la escribe; la totalidad la escribe a través de la parte; el océano trata de enviarte un mensaje a través de la gota.

Siempre que escribes, es prosa ‑prosa corriente. Cuando Dios escribe a través de ti, es poesía. Puede que sea prosa... pero aún así es poesía.

         No puedes identificarte como poeta. Eso será una molestia, destruirá toda la música y toda la armonía. Por lo tanto, es bueno ‑bueno que la identificación se haya desmoronado, bueno que te hayas olvidado de la poesía, bueno que no parezca afectarte ahora en modo alguno el que escribas o no. Esta es la situación correcta. Ahora, por primera vez, existe la posibilidad de que la poesía pueda suceder.

No puedo decir: “Sucederá", porque la poesía no se puede predecir. Si la predices, nuevamente la mente comenzará a funcionar, y esperará y tratará de hacer algo al respecto. No, olvídate de ello completamente. Puede que tarde meses, puede que tarde años, puede que tarde toda tu vida, pero un día ‑si en verdad has olvidado completamente tu identificación‑ te convertirás en el canal. Algo fluirá a través de ti.

Vendrá a través de ti, pero será algo del más allá. Entonces serás un observador, un testigo. No serás un poeta, serás un testigo. Y cuando la poesía nazca, una diferente cualidad de ser vendrá como secuela.

Eso es lo que es un poeta. Todos los grandes poetas son humildes, no son pretenciosos.

Los Upanishads ni siquiera están firmados ‑nadie, sabe quién los escribió. La poesía más grande; y los más grandes poetas ni siquiera han tratado de firmarla, no han dejado sus firmas. Eso hubiera sido profano. Han dejado la poesía, pero no se han dado importancia. Fueron sólo vehículos.

Un verdadero poeta es un vehículo, un medio. Por eso alabo tanto la poesía ‑porque está muy cerca de la meditación, muy cerca de la religión‑ es su vecino más cercano. El político trabaja con lo práctico, el científico con lo posible, el poeta con lo probable y el místico con lo imposible. Lo probable es el vecino más cercano de lo imposible ‑es por ese motivo que alabo la poesía.

Pero cuando la alabo, no estoy alabando a sus poetas. El noventa y nueve por ciento de ellos sólo escribe basura. Están haciendo algo mental, están en una empresa del ego. Se las arreglan para hacerlo, eso es todo ‑pero la poesía no pasa a través de ellos.

Puedes escribir poesía. Técnicamente, puede que hasta sea correcta, pero puede que esté muerta. A veces sucede que un poema no es técnicamente correcto, pero está vivo. ¿A quién le importa que algo sea técnicamente correcto o no? Lo importante es si está vivo o si no lo está.

Si vas a ser madre, ¿te gustaría un niño técnicamente correcto ‑pero muerto? Un niño de plástico; técnicamente, absolutamente correcto: no puedes encontrarle ni un solo defecto...

De hecho, si quieres seres humanos técnicamente correctos, sólo serán posibles los seres de plástico. Sólo ellos pueden ser totalmente correctos. Un niño vivo, verdadero, tiene tantos defectos: está destinado a tenerlos, porque la vida existe con peligro y con muerte.

Sólo una cosa muerta está fuera de peligro. La vida es siempre un riesgo; hay que atravesar mil y una dificultades, resolver enigmas. El fenómeno mismo de la existencia de la vida es un milagro, con tantas imperfecciones...

La vida es imperfecta, porque la vida es algo que esta creciendo. Cualquier cosa que está creciendo será imperfecta; de lo contrario, ¿cómo va a crecer? Todo lo que es perfecto ya está muerto; está listo para la tumba ‑no puedes hacer nada más con ello.

El noventa y nueve por ciento de tus poetas sólo escriben basura: dan origen a niños muertos. Algunas veces ‑y sólo rara vez, sólo a veces‑ existe un poeta. Y cuando tal fenómeno existe ‑lo que es un milagro en esta tierra‑ a su lado encontrarás al místico. Un paso más y se convertirá en un místico.

Si el poeta trata de levantar el vuelo un poco más, se convertirá en un místico. Y si el místico, en su compasión, desciende un paso hacia ti, él se convertirá en un poeta.

La poesía es la comunicación del misterio de la vida. A menos que lo hayas sentido, ¿cómo puedes comunicarlo? La poesía es una relación que estableces con lo absoluto. Algo se transmite entre la gota y el océano, entre la hoja y el árbol. Algo se transmite entre lo absoluto y la parte; y la parte empieza a danzar, la parte está tan rebosante de gozo que canta... tan encantada que sus movimientos se convierten en poesía. Ya no camina sobre la tierra: vuela.

La prosa equivale a caminar sobre la tierra; la poesía es un vuelo hacia el cielo. La prosa es sólo caminar, la poesía es danza. Los movimientos son los mismos, pero la cualidad es tremendamente diferente.

Estupendo ‑eres bendito si la identificación ha desaparecido. Y eso es lo que estoy tratando de hacer con sannyas. Cuando tu antigua identificación se ha ido, te quedas en un vacío. Sólo en el vacío pueden las manos de Dios descender en ti y crear algo a partir del barro que eres, crear algo hermoso. No será algo tuyo: vendrá a través de ti.

Alégrate de que la identificación se haya ido; no trates de hacerla volver. Olvídate completamente de ella, olvídate de todo lo que sabes en relación con la poesía, lo poético. Olvídate de todo ‑sólo regocíjate de ser tú mismo.

De repente, un día, entrarás en sintonía con lo absoluto ‑un giro interno, una armonía interna, y una canción descenderá como una paloma. Entonces serás, por primera vez, un poeta. No pretenderás serlo, pero lo serás.

Aquellos que lo son, no dicen serlo. Los que no lo son ‑sólo ellos dicen serlo.

 

Me siento como un actor en una obra, y no siempre me gusta mi papel. Justo cuando siento que esto está desapareciendo, me empujas adentro nuevamente, definiéndolo, definiéndome. Pareces darme una forma, mientras mi ser estalla por las costuras. Quiero explotar y expandirme. ¿Por qué me moldeas así?

Lo primero: si realmente piensas que eres un actor en una obra, entonces no viene al caso el que te guste o no. Entonces no puedes decir: "A veces no me gusta mi papel, porque el gusto o el disgusto aparecen sólo cuando te concibes a ti mismo como un ejecutor, no como un actor.

Para el actor, todos los papeles son iguales. ¿Qué diferencia hay si en una obra teatral te conviertes en Jesús o en Judas? Si realmente sabes que ésta es una obra, y que Judas y Jesús son iguales detrás del telón, detrás del escenario ‑que es sólo una actuación‑ entonces, ¿qué hay de malo en ser un Judas? ¿Cómo te puede desagradar? ¿Y qué hay de bueno en ser Jesús? ¿Por qué va a gustarte ?

El gusto y disgusto existen sólo cuando piensas que eres el ejecutor. Entonces aparecen el bien y el mal; el juicio, la evaluación; aparecen entonces la condenación, el precio. Entre la dualidad; la dualidad sólo aparece si el ejecutor aparece. Si eres un actor, da lo mismo que seas Judas o Jesús.

Una vez que entiendes que la vida es sólo un gran drama, has terminado con los gustos y disgustos. Entonces, todo lo que lo absoluto ordena, lo haces. Tú no eres el ejecutor; satisfaces el deseo de lo absoluto.

Esa es una de las grandes enseñanzas de todas las religiones: convertirse en un actor en la vida. Entonces el gusto, el disgusto desaparece. Cuando el gusto/disgusto desaparece, la elección desaparece ‑y cuando no eliges, eres libre. Se alcanza el moksha, el nirvana.

Conviértete en un actor. Interpreta el papel, interprétalo hermosamente... porque cuando uno tiene que interpretarlo, ¿por qué no hacerlo hermosamente? Eres un Judas ‑estupendo. Sé un Judas. Disfruta el papel y deja que el público también disfrute del papel. Detrás del escenario, Judas y Jesús se encuentran para tomar el té. Allí, son amigos. Tienen que serlo.

De hecho, Jesús no puede ser sin Judas. Algo faltará en la historia, faltará algo muy esencial. Tan sólo imagina a Jesús sin Judas. El cristianismo no será posible.

Puede que sin Judas no hubiera habido registro alguno de Jesús. Jesús ge crucificado porque él lo traicionó; y la crucifixión de Jesús golpeó fuertemente en el corazón de la humanidad.

El cristianismo no nace debido a Cristo, sino debido a la cruz. Por lo tanto, preferiría que el cristianismo fuera llamado "Cruz‑tianismo". No deberían conectarle con Cristo, sino con la cruz.

Si observas a la Iglesia, verás que ponen la cruz más alto que a Jesús. Los obispos y los papas usan la cruz‑ la Iglesia nace de la cruz. Pero si piensas en ello de esta forma, ¿quién será el autor de la crucifixión? Judas ‑no Jesús.

En el último momento en la cruz, justo antes de morir, Jesús dudó. La parte vaciló en disolverse en lo absoluto, el río vaciló en caer al océano. Es natural, es

humano; Jesús es hijo del hombre e hijo de Dios.

Todo río debe sentir tremenda aprensión y miedo cuando llega al océano. Se dirigía hacia allá todo el tiempo ‑puede que haya viajado miles de millas para llegar al océano‑ pero cuando el río cae al océano, necesariamente habrá un profundo alboroto en el corazón. El río va a desaparecer. El océano es tan vasto ‑¿dónde estará él?

Se perderá, su identidad se habrá perdido; el nombre, la forma, los sueños, los deseos ‑todo perdido. El océano es tan vasto: simplemente, él desaparecerá. Caer en el océano es la muerte. Es la cruz. Cuando el río cae al océano: ahí se encuentra la cruz.

En el último momento, Jesús miró al cielo y dijo: "Dios, ¿me has abandonado? ¿Por qué me está pasando esto?" ‑un profundo grito de angustia.

"¿Por qué me has abandonado?": esto muestra la humanidad de Jesús. Ahí es donde Jesús es tremendamente hermoso, incomparablemente hermoso.

Buda es más inhumano. Puedes llamarle "superhumano", pero es inhumano. Si hubiera tenido que morir en la cruz, nunca habría gritado hacia el cielo:"¿Por qué me has abandonado?". Sabe que no hay nadie a quien gritarle, sabe que no existe ningún Dios, que ésas son sólo tonterías de la humanidad. Sabe que todo lo que nace tiene que morir; ha comprendido esto en forma total. El no gritará; simplemente se disolverá. El río de Buda no dudará, no vacilará ni un instante. No habrá una cruz.

Buda es inhumano: se halla muy lejos del corazón humano. Mahavir es aún más inhumano. No son en absoluto de este mundo, son muy abstractos ‑como si no fueran seres humanos concretos. Parecen ser ideas sin cuerpo. Parecen ficticios, parecen mitológicos ‑no reales.

Jesús es muy real. Es tan real como tú. Y este grito... Buda se hubiera reído. Si hubiera estado allí, se hubiera reído de lo tonto que era este hombre: "¿Porqué gritas? ¿A quién le gritas?"

En el hermoso libro de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, hay un breve diálogo:

Tweedledum le dice a Alicia: "¿Por qué estás llorando? Eres irreal ‑sólo un sueño del rey".

Alicia le mira y responde: “Pero yo soy real".

Tweedledum se ríe y le dice: "Eres tonta. Si él ‑el rey‑ deja de soñar, ¿ a dónde irás a parar?”

Alicia le contesta: "Estaré aquí, naturalmente".

Tweedledum se ríe nuevamente. Dice: "¡Tonta” Si deja de soñar, simplemente desaparecerás. Eres una invención de su sueño. No llores. ¿Cómo puedes llorar? ‑no eres real".

Alicia sigue llorando. Dice: "Si no soy real, ¿quién está llorando? Si no soy real, ¿qué me dices acerca de estas lágrimas?".

Tweedledum responde: "Tonta, ¿crees acaso que estas lágrimas son reales o que tu llanto es real?".

Buda se hubiera reído de Jesús, Shankara se hubiera reído: " ¿Qué estás haciendo? Todo este mundo es maya: el sueño del rey. Tú sólo eres una parte, una invención suya: no eres real, eres irreal. Limítate a desaparecer. ¿Por qué estás diciendo: "¿Me has abandonado?" ¿Quién hay allí para que te abandone?".

Pero no Jesús. El llora ‑las lágrimas deben haber brotado de sus ojos. Es humano, tan humano como tú ‑enraizado en la tierra, como tú. Es muy terrenal... pero no sólo terrenal, no meramente terrenal. El es más.

El lloró. Durante un momento, hasta se puso furioso e irritado. Dijo: "¿Qué estás haciendo conmigo? ¿Me has abandonado?". Y entonces entendió. El río vaciló, después entendió y se dirigió hacia el océano.

Entonces él dijo: "Lo entiendo. Debe hacerse tu voluntad, no la mía". La parte estaba lista para abandonarse a lo absoluto.

El es terrenal y es divino: ambos. Es un gran puente. En el último instante lo entendió todo: sólo un papel que había que interpretar.

"Debe hacerse tu voluntad, no la mía" ‑‑entonces todo se convierte en una actuación. Si es tu voluntad, se transforma en un hacer. Esta es la diferencia.

Me dices: "Me siento como un actor en una obra". Debes estar pensando que te concibes a ti mismo como un actor en una obra, porque la siguiente parte de tu frase lo niega: "... y no siempre me gusta m¡ papel en ella" Si es sólo una obra, ¿por qué molestarse? Sé un Judas o sé un Jesús ‑es lo mismo. ¿De dónde proviene la evaluación de gusto o disgusto?

El ego existe en tus gustos o disgustos. El ego existe en la elección; cuando no eliges, el ego desaparece.

Eso es lo que te estoy haciendo.

“Cuando siento que esto está desapareciendo, me empujas adentro nuevamente"  Te seguiré empujando hasta que la elección desaparezca por completo. No te resistas, porque si lo haces, no te será posible entender por mucho tiempo. No te enfades, y no digas: "¿Qué estás haciendo conmigo?".

‑‑‑Pareces darme una forma, mientras mi ser estalla por las costuras. Quiero explotar y expandirme". Ese ‑‑‑quiero" es la barrera para explotar y expandirse. El "yo" no puede explotar y no puede expandirse. Sólo puede pensar, sólo puede soñar.

Todo mi esfuerzo está centrado en que tires el "yo" y te limites a ser. Entonces te expandirás; entonces no habrá barreras para ti, entonces podrás llegar a ser infinito. Eres infinito: el ego no te permitirá verlo, el ego no te permitirá ver la verdad.

"¿Por qué me moldeas así?" Seguiré moldeándote de una forma a otra, y de nuevo de una forma a otra, para que puedas entender que no tienes forma.

Sólo lo que no tiene forma puede ser moldeado a una forma. Si ya tienes una forma, no puedes ser moldeado a otra forma; estás ya establecido.

Te resultará difícil moldear el acero; pero el barro puede ser moldeado con facilidad. ¿Por qué? ¿Por qué no el acero? El acero tiene una forma más estable. Puedes decirlo de esta manera: el acero cree en una forma más estable, el acero es engañado por una forma más estable. El barro no está tan engañado.

Después está el agua; sin forma, fluida. La pones en una jarra; asume esa forma. La cambias a otra jarra; nunca, ni por un instante, se resiste ‑asume otra forma. Es fluida.

Permite que yo te moldee de muchas formas, porque solamente cambiando de una forma a otra ‑en algún punto de este proceso‑ llegarás a tomar consciencia de lo que no tiene forma. No hay otra manera de llegar a ser consciente de esto. Moverse de una forma a otra ‑en algún punto intermedio, cuando la vieja forma se ha ido y la nueva aún no ha surgido‑ en ese intervalo, algún día tomarás consciencia.

Eso es lo que Dios mismo está haciendo. Cambia tus formas una y otra vez. Alguna vez fuiste una planta... después fuiste un pájaro... después te convertiste en un animal... Y luego te transformaste en un hombre: a veces una mujer, otras un hombre; a veces negro, a veces blanco; a veces estúpido, otras veces inteligente. Cambia tu forma una y otra vez, porque ésa es la única oportunidad...

Al cambiar la forma, un día, en algún punto del proceso, tomarás consciencia. Entonces todo el asunto se convertirá simplemente en una actuación; entonces te será posible decir: "Debe hacerse tu voluntad, no la mía".

En ese momento te has liberado. Cuando puedes decir con todo tu corazón: "Que se haga tu voluntad, no la mía", has desaparecido. El río ha llegado.

 

Siento que he sido deshonesto y falso en todas mis relaciones a lo largo de mi vida. Sí señor, no he hecho justicia a mis padres, ni a mi esposa, ni a mis hijos, ni a mis amigos ni vecinos, etc. Ahora siento que no soy recto y sincero respecto a mi Maestro y mi sannyas. Este es motivo de gran sufrimiento para mí, para mi mente. ¿Qué debería hacer?

Si empiezas a pensar en términos de hacer, serás de nuevo falso, porque en todo lo que has hecho, has sido falso. Tu hacer se ha corrompido.

Por lo tanto, la primera cosa: ¡resiste la tentación de hacer algo! Sólo permanece alerta, alerta a tu falsedad. No tengas prisa en hacer nada, porque serás tú quien nuevamente haga eso; todo tu pasado estará involucrado en tu hacer.

¡Resiste! Limítate a permanecer con este sentimiento de que has sido falso: eso es suficiente. Es purificante, tiene una tremenda capacidad de purificarte y limpiarte.

Sólo permanece con la sensación de que "He sido falso", que "Soy falso" ‑y no trates de hacer nada al respecto. Eso nuevamente equivale a intentar crear una buena imagen de ti mismo: que no eres falso, que eres un hombre sincero. Tu ego te está doliendo, porque has sido falso.

Trata de tomar consciencia del hecho; no trates de hacer nada al respecto. A todo lo que hagas le faltará madurez. Es demasiado pronto. Limítate a permanecer con la idea; vive con ella.

Vive con la idea de que eres falso. Si puedes vivir con esa idea ‑la sola idea, la sola consciencia‑ matará totalmente a tu ego. El ego no puede seguir vivo si crees que no eres sincero. El ego necesita una buena imagen: que eres un hombre sincero ‑muy honesto. Eso es lo que el ego está diciendo: "Haz algo para que puedas repintar la imagen, renovar la imagen".

Has sido falso. Esto te ha sido revelado a través de la meditación. El ego corre ahora peligro de muerte. El ego dice: haz algo. A través de la acción, tratará de reclamar nuevamente su imagen caída, de re‑acomodarse con lo viejo, de modo de que puedas sentir nuevamente: "Soy bueno, soy hermoso. Soy sincero, soy moral, soy esto y aquello".

Lo primero ‑muy difícil, arduo, pero tiene que hacerse: sólo permanece alerta a la insinceridad. Mira la idea de que eres insincero, y no te preocupes de modificarla.

Cambiará por su propia cuenta, pues una vez que entiendes que no eres sincero, no puedes seguir siendo falso. Es imposible; nunca ha sucedido. No puede suceder: es imposible. Si sabes que eres falso, la falsedad se caerá por su propio peso. Así que si quieres que la situación siga igual, haz algo para crear el sentimiento de que eres sincero.

Si sabes que eres un mentiroso, la mentira caerá por su propio peso. Sí sientes que eres inmoral, no trates de hacer nada: no te arrepientas, no te sientas culpable ‑ésos son trucos. Permanece con la idea: el hecho desnudo de quién eres. No te muevas, no te entretengas en hacer algo. Permanece desnudo, con la idea desnuda, la realidad desnuda, y verás que está ocurriendo un cambio. No a través de algo que tú hagas...

Y cuando un cambio que no se origine en tus actos viene a ti, proviene de Dios. Sólo Dios puede volverte moral, sincero; sólo Dios puede hacerte religioso; sólo Dios puede hacerte puro. Es prasad, es Su don; tú no lo puedes hacer.

Todo tu hacer será un des‑hacer. Por favor, recuérdate a ti mismo una y otra vez que no debes hacer nada.

Dices: "Es motivo de gran sufrimiento para mi mente”Sí, es motivo de gran sufrimiento para tu mente y para tu ego ‑son lo mismo: mente y ego‑ porque el ego se siente dañado. Tú ‑¿falso? Siempre creíste que eras un hombre muy sincero, siempre creíste que eras el pináculo de un hombre: un crescendo de la humanidad, el oro más puro. Siempre creíste eso.

Ahora la meditación ha roto una ventana que destapa la falsedad. Has sido capaz de mirar dentro de ti mismo: la realidad. Te has cruzado con un espejo. Ahora, no trates de escapar de él, permanece con el hecho. Quien quiera que seas ‑ésa es tu realidad. Permanece con el hecho. Si puedes permanecer con el hecho, cambiarás. Pero ese cambio no será producto de tus actos; sólo sucederá.

Cuando una transformación llega a ti, tiene una gracia totalmente diferente. Todo lo que tú hagas será siempre pequeño, mediocre y, finalmente, inútil. Todo lo que Dios te haga es infinito. Sólo puede ser infinito lo que proviene de lo infinito.

No trates de hacer nada. Acepta el hecho, permanece con él, relájate... y de pronto llegará una transformación.

 Yo enseño transformación repentina, y enseño la transformación a través de Dios, no a través de ti. Tú sólo tienes que permitírselo. Eso es todo lo que por tu parte tienes que hacer. Abre la puerta, espera. Sólo abre la puerta ‑es todo lo que tienes que hacer.

Permite... así, cuando El toque tu puerta puedes darle la bienvenida, cuando El venga puedas reconocerle, cuando El venga puedas hacerle entrar. Simplemente, no te quedes sentado con las puertas cerradas, eso es todo. La meditación no es otra cosa que eso: abrir la puerta.

La meditación no te dará la iluminación, recuerda. Ninguna técnica podrá nunca darte la iluminación; la iluminación no es algo técnico. La meditación sólo puede preparar el terreno, la meditación sólo puede abrir la puerta. La meditación sólo puede hacer algo en forma negativa; lo positivo llegará. Una vez que estás listo, siempre llega.

Por favor no trates de hacer nada. Limítate a ser.

Dices que tu familia es la primera cosa a la que hay que renunciar. No entiendo por qué se nos dio prasad el día de la iniciación de tu padre.

Hay que renunciar a la familia, eso es verdad. Yo he renunciado a mi familia. Pero mi familia es especial: ellos no han renunciado a mí. Y digo que es especial, porque no ha sucedido antes.

El padre de Jesús nunca ge donde Jesús para ser iniciado. Juan el Bautista inició a muchos, pero su propio padre nunca ge para ser iniciado. El padre de Krishria no ge discípulo suyo.

Mi padre es especial ‑no porque sea mi padre; es simplemente extraordinario. Todas las posibilidades estaban...

Tal como funciona la naturaleza humana, todas las posibilidades apuntan a que un padre no venga a inclinarse ante su propio hijo. Es casi humanamente imposible. El lo ha hecho. No encontrarás paralelo en toda la historia del hombre. Y puede que no suceda de nuevo.

Pero estás ciego y no puedes ver los hechos, así que hasta el prasad se ha transformado en un problema para ti. Sólo piensa en inclinarte ante tu propio hijo, caer a los pies de tu propio hijo, ser iniciado por él. Se requiere de una tremenda humildad, una tremenda inocencia.

Esa es una de las cosas más difíciles en las relaciones humanas. No es accidental que el padre de Jesús nunca viniera a él. Es simple: creer en el hijo a quien has dado la vida, a quien has visto desde el primer día, desde su primer llanto... ¿cómo puedes creer que se ha iluminado? ¿Tu propio hijo? ‑imposible. ¿Tu propia sangre y huesos? ‑imposible. ¿Cómo puedes pensar que ha llegado a ser algo, alguien de quien puedes aprender?

Un hijo sigue siendo un hijo... y para un padre siempre sigue siendo un niño, porque la distancia siempre es la misma. Si mi padre tenía veinte años cuando nací, esos veinte años de distancia han permanecido igual; siempre seguirá igual. Si tengo cuarenta y cinco, él tendrá sesenta y cinco. No puedo acercarme a él en edad; siempre tendrá veinte años de experiencia más que yo.

Y venir a mí y entregarse... ¡no puedes darte cuenta de la significación de eso! Por eso haces preguntas tan tontas. Es uno de los momentos más extraordinarios.

Lo repito de nuevo: mi padre es especial‑ no porque sea mi padre. Simplemente, es especial.

¿Llegó Jesús a convertirse en Cristo en la cruz, o cuando salió del río Jordán? ¿Existen también etapas en la cualidad crística?

No hay etapas. La iluminación ‑o cualidad de Cristo o cualidad de Buda‑ sucede en una décima de segundo, no hay etapas graduales. Jesús inició el viaje ‑no la cualidad de Cristo‑ cuando ge bautizado por Juan el Bautista ‑‑en el río Jordán.

La semilla empezó a movilizarse hacia el transformarse en un árbol, la semilla se rompió en la tierra. Ahora el árbol y su desarrollo es sólo cuestión de tiempo. No puedes decir que tienes un árbol cuando la semilla se rompe en la tierra ‑no puedes decirlo, porque el árbol no está ahí.

No puedes decir que el árbol existe. No puedes decirlo, porque ¿dónde puedes ver el árbol? No puedes descansar debajo de él, no puedes coger la fruta, no tienes la fragancia de las flores. El árbol no existe.

Sí, en cierta forma, no puedes decir que el árbol es. Pero por otra parte, el árbol existe, porque la semilla está rota. El árbol está creciendo; está en camino. Ahora es sólo cuestión de tiempo. En cierta forma, el árbol ha llegado, porque el proceso de crecimiento ha comenzado.

La semilla se rompió el día en que Juan el Bautista inició a Jesús. Los cielos se abrieron y el espíritu de Dios descendió como una paloma. Este ge el principio ‑no de la cualidad de Cristo, sino el principio hacia la cualidad de Cristo; la semilla moviéndose hacia el árbol.

Jesús se convirtió en Cristo en la cruz, cuando dijo: "Que se haga tu voluntad, no la mía". Ese día él se convirtió en un árbol, se convirtió en un enorme y gigantesco árbol. Ahora, miles podían refugiarse debajo de él. El árbol floreció, llenó la tierra entera con su fragancia.

Así que, en cierta forma, puedes decir que se logró el primer vislumbre cuando ge iniciado en el Río Jordán. En la cruz, el último. Depende de cómo lo quieres expresar. Pero creo que les he transmitido el significado: ese día empezó el viaje para ser un Cristo.

También puedes llamarle Cristo desde ese día; depende de cómo quieras expresarlo. Pero yo señalo que él comenzó el camino hacia el ser un Cristo. Llegó a ser Cristo en la cruz.

La cualidad del Cristo, la cualidad del Buda, o nirvana, moshka, iluminación‑suceden en una fracción de segundo, no es algo que suceda gradualmente. Son transformaciones repentinas.

 

El retorno es enteramente un asunto personal. Incluso alguien muy cercano no puede entenderlo. Es, en realidad, más fácil y posible sólo para aquellos que han sufrido. Pero Señor, estás llamando a todos. ¿Es posible para ellos oír tu llamada de amor?

Esa no es la cuestión. Que la oigan o no la oigan no es el punto; debo seguir llamando. Puede que estén sordos, pero yo no estoy mudo. Si no me oyen, tendré que llamar más fuerte; eso es todo.

Y cuando llamas a mil, solamente cien serán los que escuchen. Uno nunca puede saber quiénes serán esos cien. Llamas a mil ‑cien escucharán. La misma naturaleza de la llamada es tal que sólo aquellos que están a punto de despertar pueden oírla. Sólo aquellos cuyo sueño casi se ha completado, que se acercan a la mañana y están preparándose para despertar: sólo ellos pueden escuchar. Pero no puedes ver cuáles serán éstos.

Llama a mil: cien escucharán y sólo diez comenzarán a moverse. Noventa escucharán y aún así no se moverán. Escucharán, pero no entenderán o entenderán otra cosa ‑o lo mal interpretarán. Diez empezarán a moverse. Y cuando diez se mueven, sólo uno llega; nueve se perderán en el camino. Llama a mil y sólo has llamado a uno. Pero así es como son las cosas; por lo tanto, uno tiene que seguir llamando.

Así que no me importa ni una pizca si escuchas o no ‑yo sigo llamando. Uno vendrá necesariamente, y eso es suficiente. Si llamas a mil y viene uno, si llamas a diez mil y llegan diez, eso es suficiente. Uno no debería pedir más; eso ya es demasiado.

 

Tienes razón en eso de que sólo aquellos que han sufrido serán capaces de entenderme. El dolor purifica, el sufrimiento proporciona comprensión. El sufrimiento te da una cierta cristalización; a menos que sufras, no sabes lo que es la vida, a menos que sufras no sabes lo difícil que es salir de la vida.

He estado leyendo la vida de un gran poeta japonés, Issa. El sufrió. Debió ser un hombre muy, muy sensible; ge un gran poeta, ge uno de los más grandes poetas haiku.

Cuando sólo tenía treinta años, ya había perdido a sus cinco hijos; cinco hijos habían muerto cuando él llegó a los treinta años ‑casi todos los años se le murió un hijo. Después murió su esposa, y casi enloqueció de angustia, de sufrimiento.

ge a ver a un Maestro Zen. El Maestro Zen le preguntó: "¿Cuál es el problema?". El Maestro Zen debió ser casi como Buda, no como Jesús. Uno que ha llegado ‑pero que ha olvidado completamente el sufrimiento de la humanidad.

Issa dijo: "Mis cinco hijos han muerto y ahora ha muerto mi esposa. ¿Por qué hay tanto sufrimiento? No puedo ver el motivo. ¿Cuál es la explicación? No le he hecho nada malo a nadie, he vivido lo más inocentemente posible. De hecho, he vivido muy apartado. No me relaciono mucho con la gente ‑soy un poeta, vivo en mi propio mundo. No le he hecho nada malo a nadie"

"He vivido una vida muy pobre, pero era feliz. Ahora, de pronto, mis cinco hijos han muerto y mi esposa también se ha ido ‑¿por qué hay tanto sufrimiento, y sin motivo alguno? Debe haber una explicación''.

El Maestro Zen le dijo: "La vida es como una gota de rocío en la mañana. Está en la naturaleza de la vida el que la muerte ocurra. No hay explicación; la naturaleza de la vida es así. No es necesario dar ninguna razón en particular. La naturaleza de la vida es similar a la de una gota de rocío: queda suspendida durante un rato sobre una hoja de hierba; una pequeña brisa y ha desaparecido, sale el sol y se evapora. Es la naturaleza de la vida. Recuérdalo”.

Issa era un hombre de profunda inteligencia. Lo entendió. Regresó y escribió un haiku. El haiku dice: "La vida, ¿una gota de rocío? Sí, lo entiendo. La vida es una gota de rocío. Sin embargo... y sin embargo ... ».

En ese "Sin embargo... y sin embargo..." está diciendo algo soberbiamente humano. "La vida es una gota de rocío ‑lo entiendo. Y sin embargo.......     " La esposa se ha ido, los hijos se han ido, y los ojos están llenos de lágrimas: "Y sin embargo... y sin embargo ......”

          "Sí, la vida es una gota de rocío, pero.....”. Y ese “pero" es importante. Sólo aquellos que han sufrido pueden entender que la vida es una gota de rocío, pero aún así ‑el "sin embargo, y sin embargo" permanece.  Incluso cuando lo entiendes, la comprensión resulta difícil.

¿Y qué decirles a aquellos que no han sufrido? Viven una vida superficial. La felicidad es siempre superficial; no hay profundidad en ella. Sólo la tristeza tiene profundidad. La vida es superficial; sólo la muerte tiene profundidad.

La vida es muy corriente: comer, ganar dinero, amar ‑muy corriente. El sufrimiento tiene una profundidad:  te despierta, te sacude, te saca de tu sueño.

Sí; sólo aquellos que han sufrido entenderán lo que estoy diciendo. "Sin embargo, y sin embargo" ‑incluso ellos puede que no entiendan. Pero es así, así es como es la vida. Si uno se desalienta debido a esto y piensa en no llamar, en no decir nada...

Sucedió que cuando Buda se iluminó, permaneció en silencio durante siete días. Pensó: "¿Quién me escuchará?". Pensó: "¿Qué es lo que voy a decir? ¿Quién me entenderá?". Pensó: "Las cosas que me han sucedido ‑si alguien me las hubiera dicho cuando aún no me habían pasado, ni siquiera yo las hubiera entendido. Por lo tanto, ¿quién lo va a entender? ¿Por qué molestarse?".

Durante siete días sólo estuvo sentado debajo del Árbol Bodhi. La tradición dice que los devas en el cielo se pusieron muy inquietos. " ¿Por qué se mantiene en silencio? Es sólo después de miles de años que uno llega a iluminarse. ¿Por qué no está llamando a la gente?

Ellos fueron ‑es una hermosa historia. Se inclinaron ante Buda y dijeron: "Deberías decir algo. Has llegado; deberías llamar a la gente. Deberías difundir la palabra ‑¿por qué te quedas en silencio? Hemos esperado y esperado. Siete días han parecido siete siglos. ¿Qué estás haciendo? ‑no pierdas tiempo. Sólo estarás aquí durante poco tiempo, y después desaparecerás para siempre. Antes de desaparecer, haz una llamada".

Buda dijo: "¿Quién escuchará? ¿Quién entenderá?".

Pero esos devas eran muy astutos. Y es bueno que fueran astutos. Discutieron, persuadieron. Dijeron: "Sí, tienes razón. Escasas ‑escasas son las posibilidades de que alguien escuche, y aún más escasa es la posibilidad de que alguien entienda. Pero existe. Llama a mil; cien escucharán, noventa no entenderán; diez caminarán, nueve se perderán en el camino. En un punto u otro creerán que han llegado; se sentarán a un lado del camino y creerán haber llegado a casa. Sólo uno llegará ‑pero uno es más que suficiente".

Buda entendió. Comenzó a predicar.

Sé que es un esfuerzo muy carente de esperanzas. Teniendo muy claro que no entenderán, seguiré hablándoles. Es como hablarle a una pared.

Cuando Bodhidharma se iluminó, estaba sentado cerca de una pared, con la espalda apoyada contra la pared. Inmediatamente se volvió y se puso de cara a la pared. Durante nueve años no se sentó de ninguna otra forma. Cuando fuera que se sentara, lo hacía mirando a la pared. Si alguien estaba Allí ‑un investigador, un buscador‑ tenía que hacer sus preguntas desde atrás.

La gente preguntó: "¿Qué postura más absurda has elegido? Ha habido muchos Budas en el mundo, pero ninguno se ha sentado mirando a la pared. ¿Por qué estás sentado así? ¿Por qué eres tan loco?".

Bodhidharma respondía: "Hasta donde yo sé, todos los Budas han estado mirando a la pared ‑porque donde sea que mires habrá una pared. Ese no es el punto.

Bodhldharma decía: "Todos han mirado a la pared, pero eran un poco más corteses". Decía: "Yo no soy tan cortés, eso es todo. No me importa en absoluto lo que ustedes piensen de mí. Sólo volveré la cara hacia ustedes cuando vea que hay alguien que pueda entenderme".

 

Durante nueve años estuvo mirando a la pared. Entonces llegó un hombre.

El hombre dijo: "Vuélvete hacia mí o me mataré" ‑tenía una espada en la mano. Pero Bodhidharma no se volvía. Se cortó la mano y dijo: "Mira, la mano se ha ido. La segunda cosa será la cabeza".

Entonces Bodhidharma se volvió. Le dijo: " ¡Espera! Así que has venido" ‑porque sólo aquellos que están dispuestos a cortarse la cabeza pueden entender.

 



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