Cuando los locos años ´20 reunían un crisol de personalidades
en París, un hombre de extraño aspecto recorría sus
calles con grandes mostachos y cráneo pelado, un sombrero de alas
anchas y bastón de oro en la mano, luciendo su figura imponente
y enigmática.
Sentado en los bohemios cafés parisinos, frente
a un cognac o taza de café, mantenía largas y animadas conversaciones
con la gente que podía sostener la potencia de su mirada. Era George
Ivanovitch Gurdjieff, uno de los maestros espirituales más controvertidos
de nuestro tiempo.
Su pensamiento y sus métodos sin duda revolucionaron
las creencias de Occidente acerca de las reales posibilidades evolutivas
del ser humano. Muchos lo califican de charlatán porque no entienden
algunos de los procedimientos empleados por Gurdjieff para que la gente
accediera a la conciencia de sí. Otros lo ven como un avatar espiritual
en un mundo entregado al estado hipnótico.
Lo cierto es que la vida de Gurdjieff es extraña
y apasionante. Su figura se perfila hasta hoy como mística y polémica
porque es muy difícil disponer de registros históricos verificables,
sobre todo en lo que se refiere a la primera parte de su vida.
Prácticamente, sólo contamos con lo que
él quiso decirnos en su obra "Encuentros con Hombres Notables".
Dotado de notables poderes psíquicos, a muchos les parecía
estar frente a un mago seductor y autoritario. Obsesionado por despertar
de la mecanicidad a las personas, se conducía, a veces, de manera
chocante e inadmisible para los cánones sociales. Pero quienes veían
mas allá de su disfraz, descubrían a un hombre auténtico,
capaz de generar transcendentales cambios en quienes lo rodeaban. Gurdjieff
legó al mundo la riqueza de su obra construida por una serie de
5 libros, un ballet, 300 piezas para el piano y alrededor de 100 danzas
sagradas o "movimientos". Y lo más importante, un sólido
cuerpo de ideas interrelacionadas acerca de la existencia y evolución
consciente del hombre y el universo.
Giorgios Giorgiades, nombre con el que fue bautizado Gurdjieff,
nació, según estudiosos, en el barrio griego de Alexandropol,
Armenia, aproximadamente en 1866. Otros consignan 1872, 1873 o el 28 de
septiembre de 1877. Asimismo, y debido a que los rusos conquistaron su
ciudad natal durante la guerra ruso-turca, hoy es casi imposible determinar
su nacionalidad.
Su madre era Armenia, y su padre, Ioannas Giorgiades,
de origen griego. Dueño de numerosos ganado, Ioannas pastoreaba
por obligación y cantaba por elección. Había heredado,
como ashokh (bardo y poeta), un amplio repertorio de mitos y leyendas folclóricas
que contaba a su familia en las crudas noches de invierno. En el Gurdjieff
niño, quedo la huella indeleble de los cuentos de Mullah Nasser
Eddin, sabio folclórico turco que trastocaba la realidad con historias
hilarantes y pedagógicas. La vida en Transcaucasia era ruda y difícil,
por eso Gurdjieff fue criado espartanamente por su padre. El pequeño
debía salir al patio, en invierno, de madrugada, para lavarse al
aire libre y correr desnudo hasta que el sueño se disipara por completo.
Giorgiades tenia 7 años cuando una plaga que azotó
la región exterminó el ganado, enfrentando a la familia a
una nueva vida llena de necesidades. Con una calma ancestral, el padre
se adaptó a las circunstancias e instalo una bodega de madera. La
situación se complicó aún más cuando los ejércitos
rusos pasaron por la ciudad a raíz de la guerra contra el sultán
Abdul. En medio de este panorama, Gurdjieff crecía con la convicción
de ser único y diferente, quizá por la influencia de su abuela
que en el lecho de muerte lo incito a ser un renovador: " Tú, el
mayor de mis nietos. ¡Escucha... y acuérdate siempre de mi
última voluntad: en la vida, jamas hagas nada como los demás!
O bien no hagas nada en absoluto - ve solamente a la escuela -, o bien
haz algo que nadie hace ", recuerda Gurdjieff en Relatos de Belcebú.
Pensando en mejorar la vida de sus numerosos hijos, Ioannas
los trasladó a la población montañosa de Kars, donde
formó un pequeño taller de carpintería. La ciudad
estaba habitada por una amplia gama de nacionalidades: aisores, tártaros,
karapakas, yezidas.
Alucinado, Gurdjieff aprendía de todas estas raíces
y costumbres.
Curioso y de notable inteligencia, el niño dominaba
ya varios idiomas: turco, armenio, ruso y griego. Fue enviado a la escuela
municipal rusa y quizá no habría pasado por allí si
no fuera porque llamó la atención del padre Borsh, un alto
dignatario de la Iglesia ortodoxa rusa quien, a pesar de su rango, vivía
con modestia y ayudaba a los pobres. Hombre inquieto, tocaba el violín
y era apasionado de la astronomía, la química y la cultura
asiria.
En 1879, la familia decidió que Giorgiades sería
sacerdote o médico, el padre Borsh se hizo cargo -junto a los diáconos
militares- de su entrenamiento: matemáticas, química, astronomía,
historia, teología, anatomía y fisiología. La sed
de Gurdjieff era inmensa. Leía todo lo que caía en sus manos,
cuestionaba, preguntaba y ponía en jaque a los maestros. El padre
Borsh dedicaba mucho tiempo a conversar sobre "las leyes de la vida" con
este joven en el que reconocía aptitudes intelectuales excepcionales.
En esta época, Gurdjieff sobrevivía como
la mayoría de los niños y jóvenes de Kars: con pequeños
hurtos. Y aprendía de su tío, Giorgi Mercourov, a reparar
máquinas y bordar almohadones. Al mismo tiempo, tomaba contacto
con lo "mágico", a través de experiencias paranormales que
exacerbaron su interés por comprender lo que estaba mas allá
de lo cotidiano.
A los 17 años, viaja a Tiflis para emplearse en
el ferrocarril. Allí conoce a sus primeros compañeros en
la búsqueda de conocimientos ocultistas: el seminarista Sarkis Pogossian
y un vendedor de libros llamado Abram Yelov. Los tres se mezclan con una
ciudad poco escrupulosa en materia de moral y se ganan la vida con ciertos
contratos poco claros.
Gurdjieff sentía "un 'impulso irresistible' por
comprender claramente la precisa significación, en general, del
proceso de la vida en la tierra, de las diferentes formas de criaturas
y, en particular, de la finalidad de la vida humana a la luz de esta interpretación".
Las interrogantes eran demasiado profundas para ser respondidas por los
sistemas filosóficos y religiosos conocidos. El joven empezó
a sentir el susurro de antiguas voces que quizá tendrían
las respuestas. Se preguntaba si la verdad no estaría escondida
en los templos ocultos de los iniciados. ¿ Existirían aun
los esenios, los pitagóricos, la mítica Hermandad de Sarmung?.
En 1886, los amigos encuentran la primera clave cuando
escarbaban en las ruinas de Ani. Entre unos pergaminos, descubren una referencia
de la "Hermandad Sarmung", que sugerían que había sido escuela
de los aisores, situada "entre Urmia y Kurdistán". Gurdjieff decide
viajar a esa amplia zona. Su meta es encontrar el monasterio y ser aceptado
en él. Este proyecto incierto es el comienzo de una búsqueda
por Transcaucasia y Asia Central protagonizada por un verdadero guerrero
espiritual que después de veinte años volverá al mundo
no para descansar, sino para transmitir con increíble energía
todo lo aprendido en esos épicos viajes.
Alrededor de 1895 se constituye alrededor de Gurdjieff
el grupo de los "Buscadores de la Verdad". Eran unos quince hombre jóvenes
y una mujer: Vitvitskaia; entre ellos había expertos en arqueología,
ingeniería, música, filosofía...
Esta es una de las épocas más confusas
de la biografía, Gurdjieff viaja incansablemente con sus amigos,
regresando cada cierto tiempo a Tiflis para reponerse de exóticas
enfermedades contraídas en tierras del Kurdistán, Ashkhabadian,
o el Tíbet. En medio de guerras, revoluciones y luchas civiles,
Gurdjieff contacta con "los más santos entre los santos de casi
todas las organizaciones herméticas, de casi todas las sociedades,
congregaciones, partidos, uniones, etc., religiosas, filosóficas,
ocultas, políticas y místicas que eran inaccesibles para
los hombres ordinarios".
En ese periodo, su autorretrato lo muestra ganándose
la vida como astuto empresario de las alfombras orientales, antigüedades
y cloisonné chino; negociante de petróleo y arenques en vinagre;
reparador de máquinas de escribir y coser; dueño de restoranes
que abría y cerraba con la mayor facilidad. Y con habilidad de artista,
pintaba gorriones y curaba por hipnosis a drogadictos y alcohólicos.
Según rumores no confirmados, también fue agente político.
Creta, Tíbet, India, Jerusalén, Egipto...
Es difícil seguir su huella. En este ultimo país encontró
a su mejor amigo, el príncipe ruso Yuri Liuboviedsky, con quien
compartió un maravilloso descubrimiento: un mapa de "Egipto antes
de las arenas".
El "Tigre de Turkestán" recoge "en un sitio un
símbolo; en otro, técnica y en otro, danzas". Los senderos
secretos lo llevaron, entre 1898 y 1899, a algún lugar del norte
de Afganistán. Con los ojos vendados, por fin fue guiado por cuatro
jinetes hasta el Monasterio Sarmung, donde Gurdjieff comprendió
en profundidad el significado de las Danzas Sagradas, el Eneagrama y la
armonía de los números, corpus iniciático de su enseñanza
futura. Este encuentro con la milenaria sabiduría oculta en las
montañas es tomado por muchos como una alegoría, ya que es
imposible comprobar su verdad histórica. Gurdjieff jamás
dio la ubicación exacta del monasterio.
En su recorrido por los centros iniciáticos, no
podía faltar el Tíbet, donde estudió (alrededor de
1900) danzas rituales, medicina y técnicas psíquicas. De
allí, a causa de una refriega entre tribus montañesas, vuelve
gravemente herido de bala. Sufre, entonces, una profunda experiencia mística
que lo lleva a asumir el sentido de responsabilidad: "Lo que a El le es
posible e imposible en el dominio del gran mundo, debe serme posible e
imposible en el dominio de mi pequeño mundo"; A partir de ese día
intensifica su búsqueda de autodominio. Todo el "horror de la situación"
de las comarcas donde estuvo, lo hace percibir al hombre en su estado de
sueño profundo, sufriendo por sus pasiones y sin ningún objetivo.
Y comienza a experimentar el "impulso esera " ( Relatos de Belcebú
) o amor a sus semejantes. En adelante, la compasión irá
de la mano de la sabiduría y buscará el ideal del "buen egoísta".
Después de un breve retorno a Alexandropol, parte hacia el Asia
Central y recibe, por tercera vez, el impacto de una bala perdida, en esta
ocasión como resultado de una pelea entre cosacos y gourianos.
Aunque se había prometido a sí mismo no
usar sus poderes psíquicos, se establece en Tashkent, capital de
Turkestán, para transformarse en "Instructor Profesor" de ciencias
supranaturales. Quizá lo hizo porque necesitaba tener tranquilidad
económica para sintetizar el conocimiento acumulado y enseñarlo.
Y también, porque los rusos europeizados eran un rico campo para
estudiar de la psicología humana
A principios de 1912, llegó un pasajero muy especial
a Moscú. En su equipaje traía nada menos que un crisol ideológico
que era "al mismo tiempo cosmología, psicología, tipología
humana, crítica semántica, epistemología, cosmogónica,
fenomenología de la conciencia y filosofía existencial practica".
Veinte años había tomado a Gurdjieff cristalizar
y organizar los fragmentos del conocimiento adquirido y se sentía
listo para congregar discípulos. Y lo hizo con su particular estilo.
Después de recorrer las conmocionadas calles moscovitas, recibía
en las noches a la gente disfrazado de "el príncipe Orzay", con
turbante y bata de seda. En esos días, conoció a la condesa
Julia Osipovna Ostrowska, con quien permaneció casado hasta la muerte
de ella.
Poco a poco, se va formando un grupo de seguidores importantes,
entre los que se destaca P.D. Ouspensky, a quien conoce en 1915. Un año
antes, Gurdjieff había supervisado la primera obra literaria acerca
de su enseñanza, escrita por un discípulo anónimo:
Vislumbres de la verdad.
Hay vientos de guerra y revolución, lo que obliga
a Gurdjieff a moverse buscando una plaza segura. A fines de 1917 se traslada
a Essentuki, en Cáucaso. La nueva sede del Instituto para el Desarrollo
Armónico del Hombre seria una prueba de fuego para sus alumnos.
En jornadas inacabables e intensas, practican danzas sagradas, telepatía,
mediumnidad, ayunos, caminatas y famosos ejercicios del "stop" y los "
brazos extendidos ". Se producen alejamientos, como el de Ouspensky, quien
continua entregando el conocimiento adquirido pero en forma independiente,
aunque sin perder del todo el contacto con Gurdjieff.
En plena revolución, la ciudad pasaba de mano
en mano y nadie tenia la vida asegurada. Como un prestidigitador, inventa
una expedición en busca de dólmenes; consigue los permisos
correspondientes y parte con sus alumnos en un viaje complicado y no exento
de peligros, que culmina en Tiflis, capital de Georgia, todavía
en manos del ejercito zarista.
Allí establece por tercera vez un Instituto, en
1919; lo siguen Mme. Ostrowska, los Stjoernval y los De Hartmann y se agregan
Alexandre y Jeanne de Salzmann. Pero en condiciones políticas de
Georgia nuevamente lo obligan a emigrar, esta vez a Constantinopla. Ouspensky,
que esta allí, le confía su propio grupo de alumnos y lo
apoya por un tiempo, pero vuelve a separarse, y Gurdjieff decide aceptar
una invitación de Jacques - Dalcroze para instalarse en Hellerau,
cerca de Dresden.
La idea de avecindarse en Alemania no prospera por litigios
legales, tampoco el ofrecimiento de sus seguidores en Londres, por lo que
Gurdjieff pone sus ojos en Francia. A pesar de todos estos cambios, el
"Trabajo" ( término con el que se denomina a la práctica
concreta de las enseñanzas gurdjieffianas ) se mantiene y el grupo
continúa, ya que precisamente, el Cuarto Camino, vía evolutiva
dentro de la cual se inscribe este trabajo, se desarrolla entre las tormentas
de la vida cotidiana.
Al comienzo, Gurdjieff arrendó una casa que compartía
con sus alumnos en el distrito de Auteuil, en la cual los días transcurrían
entre diálogos acerca del trabajo y la practica de las danzas. En
octubre de 1922, el grupo se cambió a Fontainebleau, al sur de París,
a una hermosa mansión de la aristocracia francesa.
Como siempre, Gurdjieff apeló a todos los recursos
para financiar el subido alquiler, alimentar a todos y enfrentar la titánica
misión de levantar una nueva sede. Rodeado de bosques y magníficos
jardines, este era el lugar ideal para el trabajo. Inmediatamente comienzan
las tareas para adaptar la casa. Desde el amanecer hasta la noche, los
seguidores preparan las salas para los ejercicios físicos y danzas
sagradas, construyen el teatro, los establos y la casa de estudios.
Los "filósofos del bosque", como se les denominaba
en la época, suscitaban no pocos comentarios. Especialmente conflictiva
fue la muerte, de tuberculosis, de la escritora Katherine Mansfield, ocurrida
en Fontainebleau en 1923. Los periodistas condenan el Instituto haciéndose
eco de la opinión de muchos detractores. A pesar de eso, es visitado
por lo más representativo de la "inteligencia" europea. De nuevo
Gurdjieff emplea la técnica del sobreesfuerzo para "despertar" la
conciencia dormida y mecánica de sus discípulos. Las jornadas
son agotadoras: danzas, ejercicios gimnásticos, difíciles
practicas de concentración, meditaciones... El 13 de diciembre de
1923 se realiza la primera representación publica de las danzas
sagradas, en el teatro de los Campos Elíseos, impresionando al sofisticado
publico parisino.
Aquí, una etapa de agitadas y sucesivas giras
se inicia con representaciones de las danzas en Nueva York y Chicago. El
éxito es estruendoso y se empieza a hablar de Gurdjieff en los periódicos
de todo el mundo.
En el verano de 1924 Gurdjieff sufre, camino a París,
un accidente de automóvil casi fatal. Los médicos no dan
esperanzas de vida, pero el agonizante se recupera milagrosamente, creando
a su alrededor una atmósfera todavía mítica.
El accidente sume a Gurdjieff en una crisis y resuelve
dar rumbo distinto a su labor. Aleja a los "parásitos" con el pretexto
de que se cerraría el Instituto y empieza a escribir - con la ayuda
de Olga de Hartmann - su obra Relatos de Belcebú a su nieto. Desde
luego, no usó el lenguaje establecido. Muy por lo contrario. Su
atrevida sintaxis, disgregaciones, dislocaciones secuenciales y complicado
estilo, lo hacen una obra espiritual de ficción complicada y polémica.
Quizá porque, como todo lo gurdjieffano, la verdad sólo puede
alcanzarse experimentando por sí mismo.
Los siguientes años no son fáciles. En
1926, muere su mujer, Julia Ostrowska, de un cáncer prolongado.
Las deudas de Fontainebleau son cuantiosas y la salud del maestro está
muy debilitada. Se suma su desaparición por el poco nivel de desarrollo
de sus discípulos.
Inicia la producción de su libro - que más
tarde se llevaría al cine - Encuentros con hombres notables, al
mismo tiempo que facilita el alejamiento de los De Hartmann y otros seguidores,
y continúa con sus viajes a Norteamérica. Finalmente, en
1933, pierde en definitiva la mansión que los albergo durante mas
de una década.
De regreso a París, Gurdjieff se aboca a continuar
su obra literaria y a emprender varios viajes, muchas veces conflictivos.
Nuevos y antiguos seguidores se agrupan en torno de él en su departamento.
Gurdjieff comienza a cosechar en terreno complicado,
ya que debe conjugar - pensando en el futuro - la interacción de
discípulos de origen, nacionalidad y desarrollo muy disímiles.
Sus habilidades comerciales le permiten sobrellevar la
segunda guerra mundial sin mayores sobresaltos. Los pupilos se agrupan
para compartir y aprender en un departamento atestado de gente, en el que
la actividad comenzaba a mediodía, con la lectura de los escritos
aún inéditos del maestro. Le seguía la comida ceremonial
de media tarde. Entonces, los invitados se retiraban para regresar a la
noche, continuando los diálogos y lecturas. Después de una
cena tardía, se iban a las dos y media de la madrugada.
En 1949, realiza su última visita a los Estados
Unidos para supervisar la edición de sus libros. Ese mismo año,
su salud empeora y, tras realizar la coreografía de su ultimo "movimiento"
(el N° 39), se desploma y es conducido al Hospital Americano de Neuilly.
Rodeado de discípulos, antes de caer en inconsciencia, les lega
su ultima ironía: "¡Os dejo metidos en un lío!".
Falleció en la mañana del 29 de octubre
y fue sepultado en Fontainebleau, Avon, junto a su madre y su esposa. Después
del solemne entierro, Jeanne de Salzmann dijo a sus discípulos:
"Cuando un maestro como el señor Gurdjieff desaparece, no puede
ser reemplazado".
El sistema de Gurdjieff es un cuerpo coherente de ideas
y métodos interrelacionados en el que el principal tema es el estudio
de las condiciones del ser, tomado desde el punto de vista de la posibilidad
de la unidad interna y la evolución consciente.
No es fácil, en pocas palabras, abordar una tradición
tan compleja y rigurosa. Sólo podemos limitarnos a recordar algunos
de los principales "temas gurdjieffianos", con la esperanza de abrir una
modesta brecha que permite entrar un rayo de luz en las conciencias dormidas.
Esta no es más que una invitación a indagar más a
fondo en la tradición
Para Gurdjieff, el hombre es un ser plural: " No hay tal
yo - decía -, o más bien hay cientos, miles de pequeños
' yoes ' en cada uno de nosotros. Estamos divididos interiormente, pero
no podemos reconocer la pluralidad de nuestro ser, sino a través
de la observación y el estudio. En cierto momento es un ' yo ' el
que actúa, al momento siguiente es otro ' yo '. No funcionamos armoniosamente
debido a que nuestros ' yoes ' son contradictorios.
Al nacer, el niño es "esencia", un ser con esperanza.
Pero a medida que crece, pierde su "particularidad" a causa de las experiencias
reales. Se va formando la personalidad, nuestra máscara o revestimiento
social, que ahoga a la esencia. Aunque indispensable, la personalidad es,
en la mayoría de los casos, una serie de prejuicios, posturas, sueños,
modos de manipulación y neurosis, "alineados respecto de la esencia
de manera arbitraria". Invadida por la legión de ' yoes ', no permite
al hombre la posibilidad de desarrollar su verdadero ser.
La "atención", la "observación de sí
" y el "recuerdo de sí mismo", permiten al hombre liberarse de las
identificaciones e imaginaciones que lo mantienen sumido en un "estado
de sueño hipnótico". "Sólo un hombre en el más
alto estado de ser es un hombre completo. Todos los otros son meras fracciones
de hombre. La ayuda exterior necesaria vendrá de maestros o del
sistema que estoy siguiendo. Los puntos de partida de esta observación
de sí son:
1) Que no somos uno.
2) Que no tenemos control sobre nosotros mismos. No controlamos
nuestro propio mecanismo.
3) No nos recordamos a nosotros mismos. Si digo: 'Yo
estoy leyendo un libro' y no me doy cuenta de que 'yo' estoy leyendo, eso
es una cosa, pero cuando estoy consciente que 'yo' estoy leyendo, eso es
recuerdo de sí".
El hombre es una compleja máquina que " ingiere
impresiones y excreta conductas " y se alimenta de comida, aire e impresiones
sensibles para impulsar cinco "cerebros" o "centros" que actúan
en forma independiente: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual.
Cada uno cumple sus funciones sin considerar a los otros, por lo cual la
maquina humana inconsciente es ineficiente y esta atrapada en la "mecanicidad".
Los tres centros básicos ( intelectual, emocional
e instintivo - motor ) determinan la tipología gurdjieffiana del
ser humano sin desarrollo de conciencia, según cual de ellos es
dominante en cada persona: "Hombre número uno", motor; "Hombre número
dos", emocional; "Hombre numero tres", intelectual. Aunque creemos que
tenemos una sola "mente", en realidad cada uno de los centros tiene una
propia. Y esta categorización se complejiza aún más
debido a que, a su vez, cada uno de los centros tiene sus propias divisiones.
La debida "atención", lograda con esfuerzo y voluntad,
nos permite darnos cuenta en que centro estamos funcionando y emprender
el camino del desarrollo armónico y simultaneo de cuerpo, emoción
e intelecto. La "detención interior" de pensamientos es uno de los
ejercicios para el "recuerdo de sí" que lleva a la comprensión
de este proceso.
Para explicar qué es un ser más elevado,
Gurdjieff habló de diferentes etapas que puede vivir un ser humano:
"Hay varios estados de conciencia:
1) El sueño, en el cual nuestra maquina sigue
funcionando a presión muy baja.
2) El estado despierto, en el cual estamos en este momento.
Estos dos estados son los únicos que conoce el
hombre corriente.
3) Lo que se llama conciencia de sí. Es el momento
en que un hombre se da cuenta tanto de sí mismo, como de su máquina.
Lo tenemos por destellos, pero solamente por destellos. Hay momentos en
los que se da cuenta usted no sólo de lo que está haciendo
sino también de usted mismo haciéndolo. Usted puede ver tanto
el 'yo' como el aquí de 'yo estoy aquí', tanto el enojo como
el 'yo' que está enojado. Llame a esto recuerdo de sí, si
gusta.
Ahora, cuando usted se da cuenta completa y constantemente
del 'yo' y de lo que esta haciendo, y de cuál 'yo' se trata, usted
se vuelve consciente de sí mismo. La conciencia de sí es
el tercer estado. Este es un punto cumbre, ya que sólo a partir
de este tercer estado el hombre es capaz de desarrollar su esencia y llegar
a ser un hombre N° 4, equilibrado y cabal. Entonces tendrá la
posibilidad de construir su alma y sus otros cuerpos ( hombres del N°
5 al 7 ), para cumplir con los destinos superiores de la evolución
cósmica, a través del acceso a un estado llamado "Conciencia
Objetiva".
Uno de los símbolos que Gurdjieff rescató
de las enseñanzas orientales milenarias fue el Eneagrama o figura
de nueve lados. En este modelo dinámico, se sintetiza, a niveles
macro y microcósmicos, sus Leyes de Tres y de Siete. En las Danzas
Sagradas, manifestó en movimientos la evolución de este símbolo
universal.
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El legado de los " idiotas "
Siempre rodeado de gente, Gurdjieff tenía con sus
discípulos una relación intensa, y muchas veces, dramática.
Con una mirada, el maestro desnudaba psicológicamente a sus alumnos
y los sorprendía en toda su verdad. Ouspensky recuerda que "acercársele
era siempre una prueba".
Exigente, pero a la vez generoso y protector, Gurdjieff
obligaba a quienes lo seguían a adaptarse a una disciplina que a
ratos parecía incoherente. Pero para ellos, este poderosos maestro
espiritual constituía la única esperanza de desarrollo y
liberación. Él era el contacto viviente con las fuentes ancestrales
de la sabiduría y su notable inteligencia los guiaba por caminos
prácticos donde nada puede ser entendido si no se experimenta por
sí mismo.
Es justo rendir un homenaje a todos esos "idiotas" (
en el lenguaje gurdjieffiano, no significa "estúpido", sino simplemente
"lo propio" ) que no sólo siguieron a Gurdjieff por los intrincados
caminos de una vida insegura y aventurera. Gracias a sus esfuerzos por
registrar en forma escrita la enseñanza, mucho de la tradición
oral del maestro a podido llegar hasta nosotros. P.D.Ouspensky,
es el más conocido porque divulgó
el sistema, por medio de escritos y grupos propios, en Inglaterra y Norteamérica.
Uno de los mitos de la tradición Gurdjieffiana es precisamente la
relación - bastante conflictiva - entre Ouspensky y su maestro.
En su legendaria obra "En busca de lo Milagroso: Fragmentos
de una Enseñanza Desconocida", consiguió capturar en forma
magistral el sistema de ideas interconectadas que quizá fueron explicadas
sólo para sus propios oídos.
Thomas y Olga de Hartmann. El compositor
Thomas de Hartmann trabajo arduamente con Gurdjieff para registrar las
pautas musicales de los "Movimientos". Su esposa Olga jugó, al lado
del editor Alfred Orage, un rol notable en la publicación
de las obras de Gurdjieff.
Jeanne de Salzmann. Coreógrafa y
bailarina, gracias a ella se preservaron las Danzas Sagradas. Después
de la muerte de Gurdjieff, siguiendo sus instrucciones, impulso en varios
países la creación de las Fundaciones y Sociedades Gurdjieff.
El cuarto camino
Existen cuatro caminos para el trabajo sobre sí:
· El Camino del Faquir, el Primero, pone énfasis
en el trabajo del cuerpo.
· El Camino del Monje, el Segundo, en las emociones.
· El Camino del Yogui, el Tercero, en el intelecto.
· Y el Cuarto Camino, que es el de Gurdjieff,
trabaja simultáneamente sobre los tres centros.
Cada uno de estos cuatro caminos tiene sus propias dificultades, pero la peculiaridad del Cuarto es que el ser humano debe trabajar desde las circunstancias variables de la vida. El discípulo no tiene aquí posibilidades de esconderse en una montaña a meditar. Debe lidiar con las cambiantes condiciones externas, manteniendo el sentido y el sentimiento de trabajo y practicando la no identificación en medio de los sucesos y desdichas cotidianos.
Autor: Silvia Alvarez Verdugo