TONY DE MELLO
Extracto del libro "Autoliberación interior"
Importa
la
vida
El
ir
contra
la
realidad,
haciendo
problemas
de
las
cosas,
es
creer
que
tú
importas,
y
lo
cierto
es
que
tú,
como
personaje
individual,
no
importas
nada.
Ni
tú,
ni
tus
decisiones
ni
acciones
importan
en
el
desarrollo
de
la
vida;
es
la
vida
la
que
importa
y
ella
sigue
su
curso.
Sólo
cuando
comprendes
esto
y
te
acoplas
a
la
unidad,
tu
vida
cobra
sentido.
Y
esto
queda
muy
claro
en
el
Evangelio.
¿Importaron
todas
las
transgresiones
y
desobediencias
para
la
historia
de
la
salvación?
¿Importa
si
yo
asesino
a
un
hombre?
¿Importó
el
que
asesinaran
a
Jesucristo?
Los
que
lo
asesinaron
creían
estar
haciendo
un
acto
bueno,
de
justicia,
y
lo
hicieron
después
de
mucho
discernimiento.
Jesús
era
portador
de
la
luz
y
por
ello
predicaba
las
cosas
más
raras
y
contrarias
al
judaísmo,
a
sus
creencias
e
interpretaciones
religiosas:
hablaba
con
las
mujeres,
comía
con
los
ladrones
y
prostitutas.
Pero,
además,
interpretaba
la
Ley
en
profundidad,
saltándose
las
reglas
y
sus
formas.
Los
sabios
y
los
poderosos
tenían
que
eliminarlo.
¿Podía
ser
de
otra
manera?
Era
necesario
que
muriera
así,
asesinado
y
no
enfermo
de
vejez.
Cuentan
que
un
rey
godo
se
emocionó
al
oír
el
relato
de
Jesús
y
dijo:
"¡De
estar
yo
allí,
no
lo
hubieran
matado!"
¿Lo
creemos
así,
como
ese
rey
godo?
Dormimos.
La
muerte
de
Jesús
descubre
la
realidad
en
una
sociedad
que
está
dormida
y,
por
ello,
su
muerte
es
la
luz.
Es
el
grito
para
que
despertemos.
No
te
ates
¿Qué
hace
falta
para
despertarse?
No
hace
falta
esfuerzo
ni
juventud
ni
discurrir
mucho.
Sólo
hace
falta
una
cosa,
la
capacidad
de
pensar
algo
nuevo,
de
ver
algo
nuevo,
de
ver
algo
nuevo
y
de
descubrir
lo
desconocido.
Es
la
capacidad
de
movernos
fuera
de
los
esquemas
que
tenemos.
Ser
capaz
de
saltar
sobre
los
esquemas
y
mirar
con
ojos
nuevos
la
realidad
que
no
cambia.
El
que
piensa
como
marxista,
no
piensa;
el
que
piensa
como
budista,
no
piensa;
el
que
piensa
como
musulmán,
no
piensa...
y
el
que
piensa
como
católico,
tampoco
piensa.
Ellos
son
pensados
por
su
ideología.
Tú
eres
un
esclavo
en
tanto
y
en
cuanto
no
puedes
pensar
por
encima
de
tu
ideología.
Vives
dormido
y
pensado
por
una
idea.
El
profeta
no
se
deja
llevar
por
ninguna
ideología,
y
por
ello
es
tan
mal
recibido.
El
profeta
es
el
pionero,
que
se
atreve
a
elevarse
por
encima
de
los
esquemas,
abriendo
camino.
La
Buena
Nueva
fue
rechazada
porque
no
querían
la
liberación
personal,
sino
un
caudillo
que
los
guiase.
Tememos
el
riesgo
de
volar
por
nosotros
mismos.
Tenemos
miedo
a
la
libertad,
a
la
soledad,
y
preferimos
ser
esclavos
de
unos
esquemas.
Nos
atamos
voluntariamente,
llenándonos
de
pesadas
cadenas,
y
luego
nos
quejamos
de
no
ser
libres.
¿Quién
te
tiene
que
liberar
si
ni
tú
mismo
eres
consciente
de
tus
cadenas?
Las
mujeres
se
atan
a
sus
maridos,
a
sus
hijos.
Los
maridos
a
sus
mujeres,
a
sus
negocios.
Todos
nos
atamos
a
los
deseos
y
nuestro
argumento
y
justificación
es
el
amor.
¿Qué
amor?
La
realidad
es
que
nos
amamos
a
nosotros
mismos,
pero
con
un
amor
adulterado
y
raquítico
que
sólo
abarca
el
yo,
el
ego.
Ni
siquiera
somos
capaces
de
amarnos
a
nosotros
mismos
en
libertad.
Entonces,
¿cómo
vamos
a
saber
amar
a
los
demás,
aunque
sean
nuestros
esposos
o
nuestros
hijos?
Nos
hemos
acostumbrado
a
la
cárcel
de
lo
viejo
y
preferimos
dormir
para
no
descubrir
la
libertad
que
supone
lo
nuevo.
Lo
peor
y
más
peligroso
del
que
duerme
es
creer
que
está
despierto
y
confundir
sus
sueños
con
la
realidad.
No
confundas
los
sueños
Vosotros
estáis
dormidos
porque,
si
no,
ya
no
necesitarías
venir
a
este
curso.
Si
ya
lo
vierais
todo
con
ojos
nuevos,
ya
no
necesitaríais
venir
a
despertaros.
Pero,
si
sois
capaces
de
reconoceros
dormidos,
ser
conscientes
de
que
no
estáis
despiertos,
ya
es
un
paso.
Pues
lo
peor
y
más
peligroso
del
que
duerme
es
creer
que
está
despierto
y
confundir
sus
sueños
con
la
realidad.
Lo
primero
que
necesitáis
para
despertar,
es
saber
que
estáis
durmiendo
y
estáis
soñando.
La
religión
es
una
cosa
buena
en
sí,
pero
en
manos
de
gente
dormida
puede
hacer
mucho
daño.
Y
lo
podemos
ver
muy
claramente
por
la
historia
de
una
religión
que,
en
el
nombre
de
Dios,
cometió
tantas
barbaridades
creyendo
que
hacía
el
bien.
Si
no
sabes
emplear
la
religión
en
esencia,
en
libertad,
sin
fanatismos
ni
ideologías
de
un
color
u
otro,
puedes
hacer
mucho
daño
y,
de
hecho,
se
sigue
haciendo.
Para
despertar
hay
que
estar
dispuesto
a
escucharlo
todo,
más
allá
de
los
cartelitos
de
buenos
y
malos,
con
receptividad,
que
no
quiere
decir
credulidad.
Hay
que
cuestionarlo
todo,
atentos
a
descubrir
las
verdades
que
puede
haber,
separándolas
de
las
que
no
lo
son.
Si
nos
identificamos
con
las
teorías
sin
cuestionarlas
con
la
razón
-y
sobre
todo
con
la
vida-
y
nos
las
tragamos
almacenándolas
en
la
mente,
es
que
seguimos
dormidos.
No
has
sabido
asimilar
esas
verdades
para
hacer
tus
propios
criterios.
Hay
que
ver
las
verdades,
analizarlas
y
ponerlas
a
prueba,
una
vez
cuestionadas.
"Haced
lo
que
os
digo",
dice
Jesús.
Pero
no
podremos
hacerlo
si
antes
no
nos
transformamos
en
el
hombre
nuevo,
despierto,
libre,
que
ya
puede
amar.
"Aunque
diera
todo
a
los
pobres,
y
mi
cuerpo
a
las
llamas
-dice
Pablo,
¿de
qué
me
serviría
si
no
amo?"
Este
modo
de
ver
de
Pablo
se
consigue
viviendo,
y
este
modo
de
ser
nace
de
estar
despierto,
disponible
y
sin
engaños.
Cuando
la
relación
entre
amigos
no
funciona
lo
bien
que
tú
quisieras,
puedes
aliviarla.
Puedes
pararte
y
comenzar
una
tregua,
pero
si
no
has
puesto
al
aire
las
premisas
que
están
debajo,
el
problema
sigue
en
pie,
y
seguirá
generando
sentimientos
negativos.
¡Qué
lío!
Mi
vida
es
un
lío.
¿Soy
capaz
de
reconocerlo?
Necesito
tener
receptividad.
¿Estoy
dispuesto
a
reconocer
que
el
sufrimiento
y
la
congoja
los
fabrico
yo
mismo?
Si
eres
capaz
de
darte
cuenta,
es
que
comienzas
a
despertarte.
Ordinariamente,
buscamos
alivio
y
no
curación.
Cuando
sufres,
¿estás
dispuesto
a
separarte
de
ese
sufrimiento
lo
necesario
para
analizarlo
y
descubrir
el
origen
que
está
detrás?
Es
preferible
dejar
que
sufras
un
poco
más,
hasta
que
te
hartes
y
estés
dispuesto
a
ver.
O
despiertas
tú,
o
la
vida
te
despertará.
Las
componendas
y
alivios
son
manejos
comerciales
del
buen
comportamiento
que
te
ha
metido
en
la
mente
tu
sentido
de
buena
educación.
Si
los
miras,
bien
despierto,
descubrirás
que
no
son
más
que
utilización,
comercio
de
toma
y
daca
y
chantaje,
más
hipocresía.
Cuando
ves
esto,
¿quieres
quitarte
el
cáncer,
o
tomar
un
analgésico
para
no
sufrir?
Cuando
la
gente
se
harta
de
sufrir
es
un
buen
momento
para
despertar.
Buda
dice:
"El
mundo
está
lleno
de
dolor,
que
genera
sufrimiento.
La
raíz
del
sufrimiento
es
el
deseo.
Si
quieres
arrancarte
esa
clase
de
dolor,
tendrás
que
arrancarte
el
deseo."
¿El
deseo
es
cosa
buena?
Es
una
cuestión
de
lenguaje,
pues
la
palabra
"deseo",
en
español,
abarca
deseos
buenos,
que
son
estímulos
de
acción,
y
deseos
estériles,
que
a
nada
conducen.
A
estos
deseos,
para
entendernos,
vamos
a
llamarlos
apegos.
La
base
del
sufrimiento
es
el
apego,
el
deseo.
En
cuanto
deseas
una
cosa
compulsivamente
y
pones
todas
tus
ansias
de
felicidad
en
ella,
te
expones
a
la
desilusión
de
no
conseguirla.
De
no
haber
deseado
tanto
que
tu
amigo
te
acoja,
te
contemple
y
te
tenga
en
cuenta;
de
no
desearlo
tanto,
no
te
importaría
su
indiferencia
ni
su
rechazo.
Donde
no
hay
deseo-apego,
no
hay
miedo,
porque
el
miedo
es
la
cara
opuesta
del
deseo,
inseparable
de
él.
Sin
esta
clase
de
deseos,
nadie
te
puede
intimidar,
ni
nadie
te
puede
controlar
o
robar,
porque,
si
no
tienes
deseos,
no
tienes
miedo
a
que
te
quiten
nada.
No
hay
pareja
ni
amistad
que
esté
tan
segura
como
la
que
se
mantiene
libre.
Sólo
es
eterno
lo
que
se
basa
en
un
amor
libre.
Los
deseos
te
hacen
siempre
vulnerables.
El
amor
no
duerme
Donde
hay
amor
no
hay
deseos.
Y
por
eso
no
existe
ningún
miedo.
Si
amas
de
verdad
a
tu
amigo,
tendrías
que
poder
decirle
sinceramente:
"Así,
sin
los
cristales
de
los
deseos,
te
veo
como
eres,
y
no
como
yo
desearía
que
fueses,
y
así
te
quiero
ya,
sin
miedo
a
que
te
escapes,
a
que
me
faltes,
a
que
no
me
quieras."
Porque
en
realidad,
¿qué
deseas?
¿Amar
a
esa
persona
tal
cual
es,
o
a
una
imagen
que
no
existe?
En
cuanto
puedas
desprenderte
de
esos
deseos-apegos,
podrás
amar;
a
lo
otro
no
se
lo
debe
llamar
amor,
pues
es
todo
lo
contrario
de
lo
que
el
amor
significa.
El
enamorarse
tampoco
es
amor,
sino
desear
para
ti
una
imagen
que
te
imaginas
de
una
persona.
Todo
es
un
sueño,
porque
esa
persona
no
existe.
Por
eso,
en
cuanto
conoces
la
realidad
de
esa
persona,
como
no
coincide
con
lo
que
tú
te
imaginabas,
te
desenamoras.
La
esencia
de
todo
enamoramiento
son
los
deseos.
Deseos
que
generan
celos
y
sufrimiento
porque,
al
no
estar
asentados
en
la
realidad,
viven
en
la
inseguridad,
en
la
desconfianza,
en
el
miedo
a
que
todos
los
sueños
se
acaben,
se
vengan
abajo.
El
enamoramiento
proporciona
cierta
emoción
y
exaltación
que
gusta
a
las
personas
con
una
inseguridad
afectiva
y
que
alimentan
una
sociedad
y
una
cultura
que
hacen
de
ello
un
comercio.
Cuando
estás
enamorado
no
te
atreves
a
decir
toda
la
verdad
por
miedo
a
que
el
otro
se
desilusione
porque,
en
el
fondo,
sabes
que
el
enamoramiento
sólo
se
alimenta
de
ilusiones
e
imágenes
idealizadas.
El
enamoramiento
supone
una
manipulación
de
la
verdad
y
de
la
otra
persona
para
que
sienta
y
desee
lo
mismo
que
tú
y
así
poder
poseerla
como
un
objeto,
sin
miedo
a
que
te
falle.
El
enamoramiento
no
es
más
que
una
enfermedad
y
una
droga
del
que,
por
su
inseguridad,
no
está
capacitado
para
amar
libre
y
gozosamente.
La
gente
insegura
no
desea
la
felicidad
de
verdad;
porque
teme
el
riesgo
de
la
libertad
y,
por
ello,
prefiere
la
droga
de
los
deseos.
Con
los
deseos
vienen
el
miedo,
la
ansiedad,
las
tensiones
y...,
por
descontado,
la
desilusión
y
el
sufrimiento
continuos.
Vas
de
la
exaltación
al
desespero.
¿Cuánto
dura
el
placer
de
creer
que
has
conseguido
lo
que
deseabas?
El
primer
sorbo
de
placer
es
un
encanto,
pero
va
prendido
irremediablemente
al
miedo
a
perderlo,
y
cuando
se
apoderan
de
ti
las
dudas,
llega
la
tristeza.
La
misma
alegría
y
exaltación
de
cuando
llega
el
amigo,
es
proporcional
al
miedo
y
al
dolor
de
cuando
se
marcha...
o
cuando
lo
esperas
y
no
viene...
¿Vale
la
pena?
Donde
hay
miedo
no
hay
amor,
y
podéis
estar
bien
seguros
de
ello.
Cuando
despertamos
de
nuestro
sueño
y
vemos
la
realidad
tal
cual
es,
nuestra
inseguridad
termina
y
desaparecen
los
miedos,
porque
la
realidad
es
y
nada
la
cambia.
Entonces
puedo
decirle
al
otro:
"Como
no
tengo
miedo
a
perderte,
pues
no
eres
un
objeto
de
propiedad
de
nadie,
entonces
puedo
amarte
así
como
eres,
sin
deseos,
sin
apegos
ni
condiciones,
sin
egoísmos
ni
querer
poseerte."
Y
esta
forma
de
amar
es
un
gozo
sin
límites.
¿Qué
haces
cuando
escuchas
una
sinfonía?
Escuchas
cada
nota,
te
deleitas
en
ella
y
la
dejas
pasar,
sin
buscar
la
permanencia
de
ninguna
de
ellas,
pues
en
su
discurrir
está
la
armonía,
siempre
renovada
y
siempre
fresca.
Pues,
en
el
amor,
es
igual.
En
cuanto
te
agarras
a
la
permanencia
destruyes
toda
la
belleza
del
amor.
No
hay
pareja
ni
amistad
que
esté
tan
segura
como
la
que
se
mantiene
libre.
El
apego
mutuo,
el
control,
las
promesas
y
el
deseo,
te
conducen
inexorablemente
a
los
conflictos
y
al
sufrimiento
y,
de
ahí,
a
corto
o
largo
plazo,
a
la
ruptura.
Porque
los
lazos
que
se
basan
en
los
deseos
son
muy
frágiles.
Sólo
es
eterno
lo
que
se
basa
en
un
amor
libre.
Los
deseos
te
hacen
siempre
vulnerable.
Disparar
gratuitamente
Hay
dos
tipos
de
deseos
o
de
dependencias:
el
deseo
de
cuyo
cumplimiento
depende
mi
felicidad
y
el
deseo
de
cuyo
cumplimiento
no
depende
mi
felicidad.
El
primero
es
una
esclavitud,
una
cárcel,
pues
hago
depender
de
su
cumplimiento,
o
no,
mi
felicidad
o
mi
sufrimiento.
El
segundo
deja
abierta
otra
alternativa:
si
se
cumple
me
alegro
y,
si
no,
busco
otras
compensaciones.
Este
deseo
te
deja
más
o
menos
satisfecho,
pero
no
te
lo
juegas
todo
a
una
carta.
Pero
existe
una
tercera
opción,
hay
otra
manera
de
vivir
los
deseos:
como
estímulos
para
la
sorpresa,
como
un
juego
en
el
que
lo
que
más
importa
no
es
ganar
o
perder,
sino
jugar.
Hay
un
proverbio
oriental
que
dice:
"Cuando
el
arquero
dispara
gratuitamente,
tiene
con
él
toda
su
habilidad."
Cuando
dispara
esperando
ganar
una
hebilla
de
bronce,
ya
está
algo
nervioso.
Cuando
dispara
para
ganar
una
medalla
de
oro,
se
vuelve
loco
pensando
en
el
premio
y
pierde
la
mitad
de
su
habilidad,
pues
ya
no
ve
un
blanco,
sino
dos.
Su
habilidad
no
ha
cambiado
pero
el
premio
lo
divide,
pues
el
deseo
de
ganar
le
quita
la
alegría
y
el
disfrute
de
disparar.
Quedan
apegadas
allí,
en
su
habilidad,
las
energías
que
necesitaría
libres
para
disparar.
El
deseo
del
triunfo
y
el
resultado
para
conseguir
el
premio
se
han
convertido
en
enemigos
que
le
roban
la
visión,
la
armonía
y
el
goce.
El
deseo
marca
siempre
una
dependencia.
Todos
dependemos,
en
cierto
sentido,
de
alguien
(el
panadero,
el
lechero,
el
agricultor,
etc.,
que
son
necesarios
para
nuestra
organización).
Pero
depender
de
otra
persona
para
tu
propia
felicidad
es,
además
de
nefasto
para
ti,
un
peligro,
pues
estás
afirmando
algo
contrario
a
la
vida
y
a
la
realidad.
Por
tanto,
el
tener
una
dependencia
de
otra
persona
para
estar
alegre
o
triste
es
ir
contra
la
corriente
de
la
realidad,
pues
la
felicidad
y
la
alegría
no
pueden
venirme
de
fuera,
ya
que
están
dentro
de
mí.
Sólo
yo
puedo
actualizar
las
potencias
de
amor
y
felicidad
que
están
dentro
de
mí
y
sólo
lo
que
yo
consiga
expresar,
desde
esa
realidad
mía,
me
puede
hacer
feliz,
pues
lo
que
me
venga
desde
afuera
podrá
estimularme
más
o
menos,
pero
es
incapaz
de
darme
ni
una
pizca
de
felicidad.
Dentro
de
mí
suena
una
melodía
cuando
llega
mi
amigo,
y
es
mi
melodía
la
que
me
hace
feliz;
y
cuando
mi
amigo
se
va
me
quedo
lleno
con
su
música,
y
no
se
agotan
las
melodías,
pues
con
cada
persona
suena
otra
melodía
distinta
que
también
me
hace
feliz
y
enriquece
mi
armonía.
Puedo
tener
una
melodía
o
más,
que
me
agraden
en
particular,
pero
no
me
agarro
a
ellas,
sino
que
me
agradan
cuando
están
conmigo
y
cuando
no
están,
pues
no
tengo
la
enfermedad
de
la
nostalgia,
sino
que
estoy
tan
feliz
que
no
añoro
nada.
La
verdad
es
que
yo
no
puedo
echarte
de
menos
porque
estoy
lleno
de
ti.
Si
te
echase
de
menos
sería
reconocer
que
al
marcharte
te
quedaste
fuera.
¡Pobre
de
mí,
si
cada
vez
que
una
persona
amada
se
va,
mi
orquesta
deja
de
sonar!
Cuando
te
quiero,
te
quiero
independiente
de
mí,
y
no
enamorado
de
mí,
sino
enamorado
de
la
vida.
No
se
puede
caminar
cuando
se
lleva
a
alguien
agarrado.
Se
dice
que
tenemos
necesidades
emocionales:
ser
querido,
apreciado,
pertenecer
a
otro,
que
se
nos
desee.
No
es
verdad.
Esto,
cuando
se
siente
esa
necesidad,
es
una
enfermedad
que
viene
de
la
inseguridad
afectiva.
Tanto
la
enfermedad,
necesidad
de
sentirme
querido,
como
la
medicina
que
se
ansía,
el
amor
recibido,
están
basados
en
premisas
falsas.
Necesidades
emocionales
para
conseguir
la
felicidad
en
el
exterior,
no
hay
ninguna;
puesto
que
tú
eres
el
amor
y
la
felicidad
en
ti
mismo.
Sólo
mostrando
ese
amor
y
gozándote
en
él
vas
a
ser
realmente
feliz,
sin
agarraderas
ni
deseos,
puesto
que
tienes
en
ti
todos
los
elementos
para
ser
feliz.
La
respuesta
de
amor
del
exterior
agrada
y
estimula,
pero
no
te
da
más
felicidad
de
la
que
tú
dispones,
pues
tú
eres
toda
la
felicidad
que
seas
capaz
de
desarrollar.
Dios
es
la
Verdad,
la
Felicidad
y
la
Realidad,
y
Él
es
la
Fuente,
dispuesta
siempre
para
llenarnos
en
la
medida
que,
libremente,
nos
abramos
a
Él.
Tú
ya
eres
felicidad
Despertarse
es
la
única
experiencia
que
vale
la
pena.
Abrir
bien
los
ojos
para
ver
que
la
infelicidad
no
viene
de
la
realidad,
sino
de
los
deseos
y
de
las
ideas
equivocadas.
Para
ser
feliz
no
has
de
hacer
nada,
ni
conseguir
nada,
sino
deshacerte
de
falsas
ideas,
ilusiones
y
fantasías
que
no
te
dejan
ver
la
realidad.
Eso
sólo
se
consigue
manteniéndote
despierto
y
llamando
a
las
cosas
por
su
nombre.
Tú
ya
eres
felicidad,
eres
la
felicidad
y
el
amor,
pero
no
lo
ves
porque
estás
dormido.
Te
escondes
detrás
de
las
fantasías,
de
las
ilusiones
y
también
de
las
miserias
de
las
que
te
avergüenzas.
Nos
han
programado
para
ser
felices
o
infelices
(según
aprieten
el
botón
de
la
alabanza
o
de
la
crítica),
y
esto
es
lo
que
te
tiene
confundido.
Has
de
darte
cuenta
de
esto,
salir
de
la
programación
y
llamar
a
cada
cosa
por
su
nombre.
Si
te
empeñas
en
no
despertar,
nada
se
puede
hacer.
"No
te
puedes
empeñar
en
hacer
cantar
a
un
cerdo,
pues
perderás
tu
tiempo
y
el
cerdo
se
irritará."
Ya
sabes
que
no
hay
peor
sordo
que
el
que
no
quiere
oír.
Si
no
quieres
oír
para
despertar,
seguirás
programado,
y
la
gente
dormida
y
programada
es
la
más
fácil
de
controlar
por
la
sociedad.
Dentro
de
mí
suena
una
melodía
cuando
llega
mi
amigo,
y
es
mi
melodía
la
que
me
hace
feliz;
y
cuando
mi
amigo
se
va
me
quedo
lleno
de
su
música