TONY DE MELLO
Extracto del libro "Autoliberación interior"
EL
TESORO
ESTÁ
DENTRO
DE
TI
Nadie
sabe
quién
es
Dios,
y
lo
dice
santo
Tomás
de
Aquino:
"Como
es
imposible
saber
la
naturaleza
de
Dios,
es
imposible
hablar
de
Dios".
No
es
posible
comprender
a
Dios,
porque
escapa
a
todo
razonamiento.
Me
preguntan
si
lo
que
yo
explico
es
la
teología
de
la
liberación
y
yo
contesto
que
lo
que
yo
explico
es
la
liberación
de
toda
teología.
Yo
estoy
de
acuerdo
con
la
liberación,
pero
no
con
la
palabra
teología,
para
hablar
de
la
liberación.
Para
liberarte,
lo
que
necesitas
es
darte
cuenta
de
tu
programación
y
de
las
premisas
falsas
en
que
apoyas
tus
acciones.
Te
enfadas.
¿Por
qué
te
enfadas?
Porque
eres
exigente.
¿Eres
capaz
de
dejar
esas
exigencias
y
darte
cuenta
de
todo
esto?
El
conflicto
viene
de
las
insatisfacciones
e
intolerancias
que
tienes
contigo
mismo.
Si
no
te
aceptas
a
ti
mismo,
¿cómo
vas
a
tolerar
a
los
demás?
Andarás
exigiéndote
a
ti
y
a
los
demás
continuamente,
y
siempre
insatisfecho.
Si
no
cambias,
¡ay
de
ti
y
de
los
que
te
rodean!,
pues
te
convertirás
en
un
fariseo
intolerante.
El
secreto
de
la
liberación
te
llegará
cuando
te
hartes
de
sufrir.
Necesitas
encontrar
el
tesoro
escondido
que
sólo
está
dentro
de
ti.
Al
hombre
sabio
es
imposible
hacerlo
esclavo.
La
verdadera
libertad
está
por
encima
de
las
leyes,
de
las
razas,
de
políticas,
de
fronteras
y
de
idiomas.
Recordad
aquellas
palabras
que
dijo
un
sabio
griego
cuando
iban
a
venderlo
como
esclavo:
"Aquí
está
un
maestro,
¿hay
algún
esclavo
que
desee
comprarme?"
Gandhi
decía
que
la
libertad
de
la
patria
le
importaba
un
bledo,
porque
lo
importante
era
la
libertad
del
hombre.
Tenía
una
visión
clarísima
de
las
prioridades:
primero
Dios
y
descubrir
ese
tesoro
que
está
dentro
del
hombre.
Decía:
"Tengo
para
mí
que
el
fin
de
la
vida
es
la
visión
de
Dios,
y
he
de
conseguirlo,
si
es
preciso,
sacrificándolo
todo:
familia,
patria
y
hasta
la
vida."
Desgastamos
la
vida
en
tonterías
que
nada
valen.
Y
la
vida
es
el
más
preciado
regalo
que
se
puede
desear.
Intentar
impresionar
a
la
gente,
buscar
riquezas,
honores,
prestigio...
¿para
qué
sirve
eso?
Pero
vuelvo
a
decir
que
esto
lo
habrás
de
descubrir
tú
para
despertar.
Tienes
que
cuestionarlo
todo.
Cuidado
con
aceptar
las
cosas
que
digo
sin
analizarlas
sinceramente,
desde
tu
centro
que
no
te
puede
engañar.
No
hay
que
tragar
nada
-sólo
conseguirás
una
nueva
programación
encima
de
la
que
tienes-,
sino
cuestionarlo,
analizando
esto
y
lo
opuesto.
Hacerlo
supone
apertura.
Hay
que
ser
receptivo
sin
ser
crédulo.
Si
no
te
aceptas
a
ti
mismo,
¿cómo
vas
a
tolerar
a
los
demás?
El
dichoso
niño
El
que
está
en
el
Reino
de
Dios
es
el
que
se
ha
convertido
en
niño,
pero
bien
despierto,
sin
que
lo
puedan
manipular
ahora.
Cada
niño
lleva
dentro
a
Dios
al
nacer,
pero
nuestros
esfuerzos
por
moldearlo
hacen
que
convirtamos
a
Dios
en
un
demonio.
Si
ves
a
un
niño,
verás
el
egoísmo
en
forma
pura.
Sólo
es
capaz
de
pensar
en
sí
mismo,
pero
es
natural
que
sea
así.
El
egoísmo
del
niño
es
cosa
divina,
pues
necesita
toda
su
energía
concentrada
dentro
de
él.
Nosotros
intentamos
cambiarlo
y
estropeamos
los
planes
de
Dios
en
él.
Estropeamos
su
espontaneidad
introduciendo
en
él
los
miedos.
El
miedo
hace
al
niño
mentir
y
amoldarse
por
no
perder
la
aprobación
de
los
padres.
Deja
al
niño
ser
todo
lo
egoísta
que
quiera.
El
niño
sólo
piensa
en
darse
placer
a
sí
mismo
y,
poco
a
poco,
va
descubriendo
el
exterior
y,
con
él,
el
placer
refinado
de
extender
su
placer
a
los
otros.
Su
creatividad
se
muestra
destrozando
todo
por
curiosidad.
Le
gustan
el
movimiento
y
el
ruido.
El
conflicto
entra
porque
no
coincide
lo
que
le
gusta
al
niño
con
lo
que
les
gusta
a
los
padres.
El
niño
tiene
que
crecer,
poco
a
poco,
descubriendo
las
cosas
por
sí
mismo
y
a
su
tiempo.
El
niño
ha
de
hartarse
primero
de
chocolate
antes
de
ofrecerlo.
Si
te
empeñas
en
que
lo
comparta
con
su
hermanito,
odiará
al
hermanito.
En
realidad,
a
todos
los
niveles,
lo
que
llamamos
caridad
y
altruismo
no
es
más
que
un
egoísmo
refinado.
Nos
damos
gusto
dando
gusto
a
los
demás,
porque
cada
uno
se
busca
a
sí
mismo.
Así
somos
todos.
Les
ponemos
nombres
muy
liberales
a
las
cosas
que
no
lo
son,
aunque
tengan
su
explicación
y
su
razón.
Tendremos
que
aprender
a
llamar
las
cosas
por
su
nombre
para
no
engañarnos.
Cada
uno
va
buscándose
a
sí
mismo,
porque
si
no
nos
encontramos
a
nosotros
mismos,
no
podremos
salir
hacia
los
demás.
Si
yo
quiero
cambiarme
a
mí
mismo
tendrá
que
ser
en
base
a
la
comprensión,
intuición,
conciencia,
tolerancia,
sin
violencia.
Violencia
cultural
Nos
aburrimos
por
la
memoria,
cuando
está
contaminada
por
la
emoción,
pues
si
olvidásemos
por
completo
lo
anterior,
con
sus
emociones,
todo
nos
parecería
nuevo.
Lo
que
ocurre
es
que
solemos
petrificar
las
emociones
en
la
memoria.
La
realidad
es
que
todo
cambia
continuamente,
y
si
pudiéramos
verlo
así,
todo
nos
sorprendería
por
su
novedad.
Cuando
hacemos
favores,
si
los
hiciéramos
sin
llevar
cuenta,
no
esperaríamos
luego
agradecimiento;
pero
llevamos
cuenta
y
luego
nos
hacemos
la
ilusión
de
que
lo
hemos
hecho
por
altruismo.
Si
cuando
haces
algo
por
otro,
lo
haces
a
gusto
y
eres
feliz
haciéndolo,
¿por
qué
esperas
entonces
correspondencia?
El
amor
desinteresado,
¿existe?
Y,
sin
embargo,
es
el
único
al
que
se
puede
dar
el
nombre
de
amor.
¿Quién
quiere
ser
objeto
de
un
amor
sacrificado?
Te
gusta
que
el
otro
disfrute
amándote,
y
también
que
disfrute
al
hacerte
un
favor.
¿Entonces
por
qué
cuando
eres
tú
el
que
ama
o
hace
el
favor
esperas
una
compensación?,
¿no
es
bastante
la
alegría
de
poder
amar
y
compartir
con
el
otro
lo
que
tienes?
La
gratitud
es
un
gancho.
Nuestra
cultura
la
convirtió
en
una
obligación,
y
la
sociedad
de
consumo
ha
montado
un
gran
negocio
con
ello.
"Moyto
obrigado"
(muy
obligado),
dicen
los
portugueses,
en
una
definición
exacta
de
lo
que
ha
llegado
a
ser
el
agradecimiento.
La
cultura
contamina
lo
que
toca,
porque
es
un
elemento
manipulador.
El
niño
es
otra
víctima
de
la
violencia
cultural.
La
cultura
dice:
"Hay
que
reformar
al
niño",
con
lo
que
se
da
por
supuesto
que
el
niño
es
malo,
y
con
la
consigna
de
que
hay
que
prepararlo
para
la
vida
(¿qué
vida?)
se
lo
domestica
metiéndole
una
programación
de
leyes
y
reglas
de
conducta.
El
niño,
precisamente,
nace
con
toda
su
capacidad
despierta
para
agarrarse
a
la
vida,
pues
la
vida
es
la
única
maestra
que
no
se
equivoca
y
lo
educa
en
libertad.
En
la
India
hay
niños
de
seis
años
que
se
ganan
el
sustento
para
ellos
y
sus
familiares;
y
la
vida
y
la
necesidad
son
las
que
se
lo
han
enseñado.
Al
niño
le
hace
falta
la
libertad.
"Más
vale
un
barrendero
feliz
que
un
juez
o
un
gran
político
infeliz."
Con
toda
la
mejor
voluntad
del
mundo,
la
gente
religiosa
es
opresora.
Lo
que
suele
llamarse
respeto
es
una
forma
de
miedo.
Hay
que
darle
al
niño
de
seis
años
el
mismo
respeto
que
al
presidente
de
la
nación.
La
función
que
haga
cada
uno
no
tiene
ninguna
importancia.
Todos
somos
necesarios.
El
valor
para
tener
en
cuenta
es
ser
feliz
y
buscar
tu
sitio
en
la
vida.
Odiarse
a
sí
mismo
En
el
corazón
de
cada
joven
existe
un
trono
que
le
ha
sido
usurpado.
Cuando
se
restituya
ese
trono,
el
joven
estará
curado.
Hay
que
aprender
sólo
porque
se
quiere
aprender,
y
para
ello
hay
que
respetar
y
salvaguardar
la
curiosidad
innata
del
niño.
De
adentro
viene
la
demanda.
Al
niño
le
gusta
la
enseñanza,
lo
que
rechaza
es
el
método
y
la
manipulación.
Al
niño
se
le
enseña
desde
pequeño
a
odiar
su
cuerpo.
Se
le
hace
sentir
vergüenza
por
ciertas
partes
de
su
cuerpo.
Y
es
nuestra
cultura
quien
lo
hace.
En
las
tribus
no
hay
problemas
de
violación
ni
de
infidelidad,
porque
no
existen
traumas
sexuales.
Si
no
hubiera
ley
no
habría
pecado.
La
ley
sólo
sirve
para
las
personas
programadas,
para
las
libres
no.
No
se
puede
comenzar
la
vida
con
autodesprecio.
Los
niños
van
pasando
de
una
experiencia
a
otra
cuando
se
sacian
de
la
anterior.
Si
tú
detienes
esa
experiencia,
se
la
cortas,
haciéndole
creer
que
es
algo
malo.
No
sólo
provocas
un
misterio
y
rompes
una
evolución
natural,
sino
que
habrás
metido
en
él
un
miedo
a
algo
que
desconoce,
porque
no
existe
una
razón
convincente
para
hacerlo.
Si
le
dices
que
está
mal,
lo
habrás
introducido
en
la
ley
expulsándolo
del
Paraíso.
Si
yo
logro
que
te
odies
a
ti
mismo,
me
será
más
fácil
dominarte,
domesticarte;
y
eso
es
lo
que
hace
nuestra
mal
llamada
educación.
La
sociedad
te
enseña
a
estar
siempre
insatisfecho,
para
dominarte
y
controlarte.
Con
ello,
la
sociedad
se
ha
beneficiado,
pero
ha
pagado
un
precio
muy
alto:
la
guerra.
Nunca
podrás
amar
a
los
demás
si
te
detestas
a
ti
mismo.
El
amor
significa
no
hacer
violencia
y
respetar
la
libertad.
El
amor
es:
yo
estoy
de
tu
lado,
no
estoy
en
contra
de
ti.
Los
niños
crecen
con
la
sensación
de
que
los
padres
están
en
su
contra.
Si
tú
no
haces
violencia
al
niño,
él
tampoco
tendrá
ganas
de
ser
violento
con
nadie.
Lo
primero
para
cambiar
al
niño
reprimido
es
destruirle
la
conciencia,
la
ley
que
le
impusieron.
La
conciencia
del
bien
y
del
mal
es
lo
contrario
de
la
toma
de
conciencia.
La
toma
de
conciencia
es
la
sensibilización,
la
sensibilidad
que
no
necesita
la
conciencia.
Si
eres
consciente
estás
despierto
y
sensible
a
todo.
Tendremos
que
aprender
a
llamar
las
cosas
por
su
nombre
para
no
engañarnos.
El
amor
no
castiga
¿Castigar
o
no
castigar?
El
amor
no
castiga
nunca.
El
respeto
no
es
más
que
miedo
y,
de
la
misma
forma,
el
castigo
no
es
más
que
venganza.
El
acto
de
llamar
a
reflexión
(que
puede
ser
incluso
violento)
no
es
castigo,
sino
un
acto
de
amor,
porque
lleva
en
él
la
curación
como
fin.
El
castigo
como
venganza
es
un
acto
de
odio,
que
engendra
más
odio.
Cuando
el
niño
no
respeta
tu
libertad
o
la
de
los
demás,
puedes
pegarle
una
palmada
en
ese
momento,
para
que
asocie
de
dónde
viene
el
golpe;
no
hay
dificultad,
porque
él
aprenderá
y
comprenderá
sin
dejarle
más
residuos.
El
acto
comenzó
y
terminó
con
un
resultado
lógico,
como
ocurre
en
la
vida.
Cuando
le
echas
un
sermón
que
no
entiende
y
percibe
tu
disgusto
y
tu
rechazo,
que
sí
entiende,
comienza
a
sentirse
culpable
de
algo
que
es
la
moral,
el
deber
y
las
normas,
que
él
no
llega
a
entender
pero
que
necesita
cumplir
para
tenerte
contento,
entonces
sí
le
estás
haciendo
mucho
daño.
Y
si
percibe
en
ti
el
resentimiento
de
la
venganza,
estarás
fomentando
en
él
un
violento,
vengador
y
resentido;
no
lo
dudes.
Si
se
sube
a
un
árbol
y
se
cae
haciéndose
daño,
aprenderá
a
ir
con
más
cuidado
otra
vez
y
no
tendrá
sentido
de
culpabilidad.
De
la
misma
manera,
el
cachete
que
le
puedes
dar
inmediatamente
lo
asociará
a
lo
que
acaba
de
hacer,
pero
ahí
no
entran
la
moral
ni
la
culpabilidad,
sino
la
realidad.
Pero
hazlo
siempre
sin
estar
molesto,
para
que
no
haya
rastro
de
recriminación
ni
de
acusación,
consciente
de
que
eso
es
amor.
Lo
que
no
te
privará
de
consolarlo
si
llora,
como
harías
si
se
cayera
del
árbol.
Esto
es
lo
que
lo
diferencia.
Si
yo
quiero
cambiarme
a
mí
mismo
tendrá
que
ser
en
base
a
comprensión,
intuición,
conciencia,
tolerancia,
sin
violencia.
Pues
eso
mismo
necesitan
los
demás.
Todas
las
represiones
tienen
un
solo
motivo;
la
insatisfacción
de
ti
mismo,
tu
intolerancia.
No
puedes
dar
libertad
si
tú
no
eres
libre.
No
puedes
amar,
si
no
te
amas.
Y
no
podrás
fingirlo,
pues
tu
boca
puede
decir
una
cosa,
pero
tu
voz,
tu
actitud
y
todo
tu
cuerpo
estarán
diciendo
otra.
Habrá
una
contradicción
que
contaminará
el
ambiente.
Es
preferible
hacer
ver
tu
verdad
a
los
demás,
mostrando
el
estadio
en
que
estás,
con
sencillez,
y
tu
capacidad
real
en
ese
momento.
Cuando
haces
el
bien
desde
toda
tu
persona,
como
una
expresión
natural
de
tu
ser,
no
eres
consciente
de
ello.
Cuando
eres
consciente
y
te
enorgulleces
de
ello,
es
que
ha
entrado
en
ti
el
yo
que
todo
lo
complica,
y
después
te
crees
más
que
los
demás.
Lo
peor
de
todo
es
la
hipocresía
de
los
padres
y
maestros,
haciendo
de
modelos
que
luego
no
son
capaces
de
cumplir,
y
de
ahí
llega
el
desconcierto
y
la
desconfianza
de
los
niños,
cuando
el
oído
se
viene
abajo.
De
esa
desilusión
de
los
niños
surge
luego
el
odio.
El
amor
desinteresado
existe:
es
el
único
al
que
se
puede
dar
el
nombre
de
amor.
El
amor
no
es
una
droga
El
amor
es
la
única
necesidad
que
tiene
el
ser
humano.
Amar
y
ser
él
mismo.
La
sexualidad
no
es
amor.
El
amor
dice:
"No
soy
yo
quien
te
amo,
sino
que
es
el
amor
el
que
está
aquí,
es
mi
esencia,
y
no
puedo
menos
que
amar."
Eso
surge
libremente
cuando
estás
despierto
y
se
han
caído
tus
programaciones.
Cuando
comprendes
que
eres
felicidad
no
tienes
que
hacer
nada.
Sólo
dejar
caer
las
ilusiones.
El
apego
se
fomenta
porque
tú
te
haces
la
ilusión
(porque
así
te
lo
han
predicado
y
lo
has
leído
en
mucha
literatura
barata)
de
que
tienes
que
conseguir
la
felicidad
buscándola
fuera;
y
esto
hace
que
desees
agarrarte
a
las
personas
que
crees
te
producen
felicidad,
por
miedo
a
perderlas.
Pero
como
esto
no
es
así,
en
cuanto
te
fallan,
o
crees
que
te
fallan,
vienen
la
infelicidad,
la
desilusión
y
la
angustia.
La
aprobación,
el
éxito,
la
alabanza,
la
valoración,
son
las
drogas
con
las
que
nos
ha
hecho
drogadictos
la
sociedad,
y
al
no
tenerlas
siempre,
el
sufrimiento
es
terrible.
Lo
importante
es
desengancharse,
despertando,
para
ver
que
todo
ha
sido
una
ilusión.
La
única
solución
es
dejar
la
droga,
pero
tendrás
los
síntomas
de
la
abstinencia.
¿Cómo
vivir
sin
algo
que
era
para
ti
tan
especial?
¿Cómo
pasarte
sin
el
aplauso
y
la
aceptación?
Es
un
proceso
de
sustracción,
de
desprenderte
de
esas
mentiras.
Arrancar
esto
es
como
arrancarte
de
las
garras
de
la
sociedad.
Habías
llegado
a
un
estado
grave
de
incapacidad
de
amar,
porque
era
imposible
que
vieras
a
las
personas
tal
como
son.
Si
quieres
volver
a
amar,
tendrás
que
aprender
a
ver
a
las
personas
y
las
cosas
tal
como
son.
Empezando
por
ti.
Para
amar
a
las
personas
has
de
abandonar
la
necesidad
de
ellas
y
de
su
aprobación.
Te
basta
con
tu
aceptación.
Ver
claramente
la
verdad
sin
engaños.
Alimentarte
con
cosas
espirituales:
compañía
alegre,
camaradería
sin
apegos,
y
practicando
tu
sensibilidad
con
música,
buena
lectura,
naturaleza...
Poco
a
poco,
ese
corazón
que
era
un
desierto
siempre
lleno
de
sed
insaciable,
se
convertirá
en
un
campo
inmenso
produciendo
flores
de
amor
por
todas
partes,
mientras
suena
para
ti
una
maravillosa
melodía:
has
encontrado
la
vida.
Piensa
en
uno
de
los
pasajes
del
Evangelio
en
que
Jesús,
después
de
despedir
a
la
gente,
se
queda
solo.
¡Qué
hermoso
es
ese
amor!
Sólo
el
que
sabe
independizarse
de
las
personas
sabrá
amarlas
como
son.
Es
una
independencia
emocional,
fuera
de
todo
apego
y
de
toda
recriminación,
lo
que
hace
que
el
amor
sea
fuerte
y
clarividente.
La
soledad
es
necesaria
para
comprenderte
fuera
de
toda
programación.
Sólo
la
luz
de
la
conciencia
es
capaz
de
expulsar
todas
esas
ilusiones
y
pesadillas
en
las
que
estamos
viviendo
y,
con
ellas,
expulsar
también
los
rencores,
todas
las
necesidades
y
los
apegos.
¿Cómo
empezar?
Llamando
las
cosas
por
su
nombre.
Llamar
deseos
a
los
deseos
y
exigencias
a
las
exigencias,
y
no
disfrazarlas
con
otros
nombres.
El
día
en
que
entres
de
pleno
en
tu
realidad,
el
día
en
que
ya
no
te
resistas
a
ver
las
cosas
como
son,
se
te
irán
deshaciendo
tus
ceguedades.
Puede
que
aún
sigas
teniendo
deseos
y
apegos,
pero
ya
no
te
engañarás.
Aliméntate
bien
con
placeres
naturales:
disfrutando
de
la
naturaleza,
ejercitando
los
placeres
del
tacto,
del
oído,
de
la
vista,
del
gusto,
del
olfato.
Hay
un
mundo
por
descubrir
desde
nuestros
sentidos
atrofiados.
Te
darás
cuenta
de
que
no
hace
falta
otra
cosa
para
ser
mucho
más
feliz
de
lo
que
consigues
ser
ahora.
Sentirte
libre,
autónomo,
seguro
de
ti
a
pesar
de
reconocerte
con
todas
las
limitaciones,
o
quizá
por
ello,
porque
has
aceptado
el
ser
sin
límites
que
eres,
pero
con
todas
las
formas
mediocres
en
las
que
te
desenvuelves.
Sólo
conectarte
con
la
realidad
te
hará
fuerte
y
no
necesitarás
apoyos
ni
apegos.
Todos
somos
necesarios.
Poder
decir
a
tus
amigos:
"No
pongas
tu
felicidad
en
mí
porque
yo
puedo
morirme
o
decepcionarte.
Pon
tu
felicidad
en
la
vida
y
te
darás
cuenta
de
que,
cuando
quedas
libre,
es
cuando
eres
capaz
de
amar."
El
amar
es
una
necesidad,
pero
no
lo
es
el
ser
querido,
ni
el
deseo.
El
vacío
que
llevamos
dentro
hace
que
tengamos
miedo
de
perder
a
las
personas
que
amamos.
Pero
ese
vacío
se
llena
sólo
con
la
realidad.
Y
cuando
estás
en
la
realidad
ya
no
echas
de
menos
nada,
ni
a
nadie.
Te
verás
libre
y
lleno
de
felicidad,
como
las
aves.