PSICOTERAPIA
Y
ESPIRITUALIDAD
EZ:
Por
favor
explícanos
tu
visión
sobre
la
interfase
existente
entre
la
psicoterapia
y
la
religión.
KW:
¿Y
que
entiendes
por
religión?
¿El
fundamentalismo,
el
misticismo,
la
religión
exotérica
o
la
religión
esotérica?
EZ:
Muy
bien.
Podríamos
empezar
por
ahí.
Creo
que,
en
tu
libro
“Un
Dios
sociable”
presentas
once
definiciones
diferentes,
once
formas
distintas
de
utilizar
la
palabra
religión.
KW:
Lo
que
quiero
decir
es
que
no
podemos
hablar
de
ciencia
y
religión,
de
psicoterapia
y
religión,
o
de
filosofía
y
religión
mientras
no
nos
pongamos
de
acuerdo
en
lo
que
entendemos
por
religión.
Para
nuestros
fines
actuales
creo
que,
por
lo
menos,
deberíamos
recurrir
a
la
distinción
entre
las
llamadas
religiones
exotéricas
y
religiones
esotéricas.
La
religión
exotérica
o
“externa”
en
una
religión
mítica,
una
religión
tremendamente
literal,
que
cree,
por
ejemplo,
que
Moisés
separó
las
aguas
del
Mar
Rojo,
que
Cristo
nació
de
una
virgen,
que
el
mundo
se
creó
en
siete
días,
que
una
vez
llovió
literalmente
maná
del
cielo,
etcétera.
Las
religiones
exotéricas
del
mundo
entero
se
afirman
en
este
tipo
de
creencias
y
dogmas.
Los
hindúes,
por
ejemplo,
creen
que
la
tierra
descansa
sobre
la
espalda
de
un
elefante
y
que
éste,
a
su
vez,
se
apoya
sobre
una
tortuga
que
reposa
sobre
una
serpiente.
Pero
cuando
les
preguntamos
“Y
en
qué
se
apoya
la
serpiente?”,
te
contestan:
“Hablemos
de
otra
cosa”.
Si
les
hiciéramos
caso
tendríamos
que
creer
que
Lao
Tzu
tenía
novecientos
años
cuando
nació,
que
Krishna
hizo
el
amor
a
diez
mil
pastorcillas,
que
Brahma
brotó
de
una
grieta
en
un
huevo
cósmico,
etc.
Así,
son
las
religiones
exotéricas,
un
conjunto
de
sistemas
de
creencias
que
intentan
explicar
los
misterios
del
mundo
en
términos
míticos
más
que
en
términos
de
experiencia
directa
o
de
evidencia
concreta.
EZ:
De
modo
que
la
religión
exotérica
o
externa
es,
fundamentalmente,
una
cuestión
de
creencias,
no
de
evidencia.
KW:
Así
es,
y
si
crees
en
todos
esos
mitos
te
salvarás
mientras
que,
sino
crees
en
ellos,
irás
al
Infierno.
Desde
ese
punto
de
vista
no
hay
otra
alternativa
posible.
Este
tipo
de
religión
literal
y
dogmática
se
encuentra
en
todos
los
rincones
del
mundo.
Yo
no
discuto
nada
de
eso,
lo
único
que
afirmo
es
que
ese
tipo
de
religión,
la
religión
exotérica,
no
tiene
nada
que
ver
con
la
religión
mística,
vivencial
y
experimentable.
Ese
es
el
tipo
de
religión
o
espiritualidad
que
verdaderamente
me
interesa.
EZ:
¿Qué
significa
esotérico?
KW:
Interno
u
oculto.
Una
religión
no
es
esotérica
o
mística
porque
sea
oculta,
secreta
o
algo
por
el
estilo,
sino
porque
es
una
cuestión
de
experiencia
directa
y
de
conciencia
personal.
La
religión
esotérica
no
te
pide
que
tengas
fe
en
nada
o
que
te
sometas
dócilmente
a
algún
dogma.
La
religión
esotérica,
por
el
contrario,
consiste
en
un
conjunto
de
experimentos
personales
que
llevas
a
cabo
científicamente
en
el
laboratorio
de
tu
propia
conciencia.
Como
toda
ciencia
que
se
precie,
la
religión
esotérica
no
se
basa
en
las
creencias
o
los
deseos
sino
en
una
experiencia
directa
válida
y
verificada
públicamente
por
un
grupo
de
iguales
que
también
han
llevado
a
cabo
el
mismo
experimento.
Ese
experimento
es
la
meditación.
EZ:
Pero
la
meditación
es
privada.
KW:
No,
no
lo
es.
No
es
más
privada,
digamos,
por
ejemplo,
que
las
matemáticas.
No
existe
la
menor
evidencia
sensorial
o
empírica
de
que
el
cuadrado
de
–
1
sea
igual
a
uno.
La
veracidad
o
falsedad
de
este
tipo
de
afirmaciones
descansa
exclusivamente
en
su
conformidad
o
inadecuación
a
ciertas
reglas
de
lógica
interna.
Así
pues,
en
el
mundo
externo
no
es
posible
encontrar
ningún
número
negativo;
eso
sólo
existe
en
nuestra
propia
mente.
Pero
que
sólo
exista
en
nuestra
mente
no
significa
que
sea
falso,
no
implica
que
sea
conocimiento
privado
y
que
no
pueda
ser
validado
públicamente.
Su
veracidad,
por
el
contrario,
es
validada
por
una
comunidad
de
matemáticos
experimentados,
personas
que
conocen
la
forma
de
realizar
el
experimento
lógico
necesario
para
decidir
su
verdad
o
su
falsedad.
Exactamente
del
mismo
modo,
el
conocimiento
meditativo
es
un
conocimiento
interno.
Pero,
al
igual
que
ocurre
con
las
matemáticas,
se
trata
de
un
conocimiento
que
puede
ser
validado
públicamente
por
una
comunidad
de
meditadores
experimentados
que
conocen
la
lógica
interna
de
la
experiencia
contemplativa.
La
veracidad
del
teorema
de
Pitágoras,
por
ejemplo,
no
se
determina
por
sufragio
universal,
sino
que
son
los
matemáticos
experimentados
quienes
deciden
al
respecto.
De
manera
similar,
las
distintas
tradiciones
espirituales
afirman,
por
ejemplo,
que
la
experiencia
íntima
del
Ser
es
una
con
la
experiencia
del
mundo
externo.
Pero,
en
cualquiera
de
los
casos,
se
trata
de
una
verdad
que
puede
ser
verificada
experimental
y
vivencialmente
por
cualquiera
que
lleve
a
cabo
el
experimento
adecuado.
Y,
tras
unos
seis
mil
años
de
experimentación,
es
perfectamente
lícito
extraer
ciertas
conclusiones
y
postular
determinados
teoremas
espirituales,
por
así
decirlo.
Esos
teoremas
espirituales
constituyen
el
mismo
núcleo
de
las
tradiciones
de
la
Sabiduría
Perenne.
EZ:
Pero
¿por
qué
se
les
considera
“ocultas”?
KW:
Porque
hasta
que
no
lleves
a
cabo
el
experimento
no
sabrás
lo
que
ocurre
y,
por
consiguiente,
no
estarás
autorizado
para
opinar,
del
mismo
modo
que
si
no
aprendes
matemáticas
no
te
permiten
dictaminar
sobre
la
veracidad
o
falsedad
del
teorema
de
Pitágoras,
lo
cual
no
quiere
decir
que
no
puedas
tener
opiniones
al
respecto.
Pero
al
misticismo
no
le
interesan
las
opiniones
sino
el
conocimiento.
La
religión
esotérica,
el
misticismo,
permanece
oculta
a
toda
mente
que
no
lleve
a
cabo
el
experimento
adecuado.
Eso
es
todo
lo
que
significa
el
término
esotérico.
EZ:
Pero
las
religiones
son
muy
diferentes
entre
sí
KW:
Las
religiones
exotéricas
difieren
enormemente
entre
sí
pero
las
religiones
esotéricas
de
todo
el
mundo
son
prácticamente
idénticas.
Como
ya
hemos
visto,
el
misticismo
o
esoterismo
es,
en
un
sentido
amplio
del
término,
científico,
y
al
igual
que
no
existe
una
química
alemana
diferente
de
la
química
americana,
tampoco
existe
una
ciencia
mística
hindú
diferente
de
la
musulmana.
Ambas,
más
bien
al
contrario,
están
fundamentalmente
de
acuerdo
a
la
naturaleza
del
alma,
la
naturaleza
del
Espíritu
y
la
naturaleza
de
su
identidad
suprema,
por
nombrar
tan
solo
algunas
de
sus
múltiples
coincidencias.
Eso
es
lo
que
los
eruditos
denominan
“
la
unidad
trascendente
de
las
religiones
del
mundo”,
es
decir,
el
núcleo
esotérico
que
las
unifica.
Obviamente,
sus
estructuras
superficiales
varían
enormemente
pero
sus
estructuras
profundas,
en
cambio,
son
prácticamente
idénticas
y
reflejan
la
unanimidad
del
espíritu
humano
y
sus
leyes
reveladas
fenomenológicamente.
EZ:
Lo
que
dices
es
muy
importante
pero
no
pareces
creer-
a
diferencia
de
Joseph
Campbell-
que
las
religiones
míticas
transmitan
ningún
conocimiento
espiritual
válido.
KW:
Eres
muy
libre
de
interpretar
los
mitos
de
las
religiones
exotéricas
como
más
te
plazca.
De
hecho
puedes,
como
hace
Campbell,
interpretar
los
mitos
como
alegorías
o
metáforas
de
verdades
trascendentales.
Puedes,
por
ejemplo,
interpretar
que
el
nacimiento
virginal
de
Cristo
significa
que
obraba
espontáneamente
desde
su
verdadero
Yo
(con
mayúscula),
lo
cual
es
precisamente
lo
que
yo
opino.
Pero
el
problema
es
que
quienes
creen
en
los
mitos
no
suelen
admitirlo
así.
Ellos
creen,
por
ejemplo,
que
María
era
realmente
virgen
cuando
concibió
a
Jesús.
Los
creyentes
míticos
no
interpretan
alegóricamente
los
mitos
sino
que
lo
hacen
de
una
manera
literal
y
concreta.
En
su
tentativa
de
salvar
los
mitos,
Joseph
Campbell
violó
el
mismo
tejido
de
las
creencias
míticas,
lo
cual
constituye
un
error
inaceptable.
Campbell
parece
decir
al
creyente
mítico:
“Yo
sé
lo
que
realmente
quieres
decir”.
Pero
el
problema
es
que
eso
no
es
lo
que
ellos
quieren
decir.
En
mi
opinión,
su
enfoque
es
básicamente
erróneo
ya
desde
su
comienzo.
Este
tipo
de
mitos
es
muy
corriente
entre
los
niños
de
seis
a
once
años
y
corresponde
al
nivel
de
desarrollo
cognitivo
que
Piaget
denomina
“período
de
las
operaciones
concretas”.
Como
reconoce
incluso
el
mismo
Campbell,
las
actuaciones
espontáneas
de
los
niños
de
siete
años
de
hoy
en
día
constituyen
una
muestra
muy
representativa
de
casi
todos
los
grandes
mitos
exotéricos
del
mundo
entero.
Sin
embargo,
con
la
aparición
de
la
siguiente
estructura
de
conciencia-
el
estadio
de
las
operaciones
formales
o
racionales-
ese
mismo
niño
abandona
las
representaciones
míticas;
momento
a
partir
del
cual,
el
niño-
a
menos
que
viva
en
una
sociedad
que
aliene
de
un
modo
u
otro
las
creencias
míticas-
deja
de
creer
en
ellas.
Pero,
en
general,
la
mente
racional
y
reflexiva
considera
que
los
mitos
no
son
más
que
eso,
mitos,
mitos
útiles
y
necesarios
hasta
llegar
a
alcanzar
un
determinado
momento
evolutivo
pero
insostenibles
a
partir
de
entonces.
No
es
cierto
que
los
mitos
transmitan
el
conocimiento
evidente
que
pretenden
comunicar
y,
por
consiguiente,
no
soporten
la
menor
tentativa
de
verificación
científica.
EZ:
Pero
también
hay
quienes
interpretan
los
mitos
de
las
religiones
esotéricas
de
una
manera
alegórica
o
metafísica.
KW:
Efectivamente.
Y
esos
son
precisamente
los
místicos.
En
otras
palabras,
los
místicos
son
quienes
dan
un
significado
esotérico
u
“
oculto”
a
los
mitos.
Y
ese
significado
no
depende
de
un
sistema
de
creencias,
de
símbolos
o
de
mitos
externos,
sino
que
brota
de
la
experiencia
directa
interna
y
contemplativa
del
alma.
En
otras
palabras,
los
místicos
no
son,
en
modo
alguno,
creyentes
míticos,
sino
fenomenólogos
contemplativos,
místicos
contemplativos
y
científicos
contemplativos.
Es
por
ello
que,
como
ha
señalado
Alfred
North
Whitehead,
el
misticismo
siempre
se
ha
aliado
con
la
ciencia
en
contra
de
la
Iglesia,
porque
uno
y
otro
se
basan
en
la
evidencia
consensual
directa.
Newton
fue
un
gran
científico
y
un
profundo
místico,
y
no
experimentaba
conflicto
alguno
por
ello.
Pero
no
parece
existir
el
mismo
tipo
de
compatibilidad
entre
la
ciencia
y
la
creencia
religiosa.
Son
precisamente
los
místicos
quienes
afirman
que
la
esencia
de
su
religión
es
básicamente
idéntica
en
todas
las
religiones
míticas
y
que
“recibe
muchos
nombres
cuando,
en
realidad,
es
Uno”.
Pero
no
encontrarás
un
solo
creyente
mítico-
un
fundamentalista
protestante,
pongamos
por
caso-
que
admita
fácilmente
que
el
budismo
también
es
un
camino
perfecto
de
salvación.
Quienes
creen
en
los
mitos
suelen
considerar
que
están
en
posesión
del
único
camino
porque
su
religión
se
basa
en
mitos
externos,
que
varían
de
lugar
en
lugar,
y
esto
es
lo
que
imposibilita
que
perciban
–
a
diferencia
de
los
místicos-
la
unidad
interna
que
se
oculta
detrás
de
los
símbolos
externos.
EZ:
Si,
ya
veo
¿De
modo
que
no
estás
de
acuerdo
con
Carl
G.
Jung
en
que
los
mitos
son
arquetipos
y,
en
ese
sentido,
tienen
una
importancia
mística
o
trascendente?
KW:
Esperaba
que
ese
tema
saliera
a
relucir.
Por
aquel
entonces,
al
igual
que
ahora,
la
encumbrada
figura
de
Carl
Jung-
del
que
Campbell
no
es
sino
un
seguidor
más-
domina
totalmente
el
campo
de
la
psicología
de
la
religión.
Cuando
abordé
este
campo
por
primera
vez,
creía
firmemente,
como
todo
el
mundo,
en
los
conceptos
fundamentales
y
en
los
esfuerzos
pioneros
que
Jung
realizó
en
esta
área.
Pero
con
el
transcurrir
de
los
años
acabé
llegando
a
la
conclusión
de
que
Jung
cometió
varios
errores
profundos,
y
que
esos
errores-
intensificados
por
lo
profuso
e
incuestionado
de
su
difusión-
constituían
el
principal
escollo
en
el
terreno
de
la
psicología
transpersonal;
no
era
posible
entablar
una
conversación
sobre
psicología
y
religión
sin
antes
aclarar
este
difícil
y
espinoso
tema.
KW:
Carl
Gustav
Jung
descubrió
que
los
hombres
y
mujeres
modernos
pueden
producir
de
manera
espontánea
–en
los
sueños,
la
imaginación
activa,
las
asociaciones
libres,
etc-
casi
todos
los
temas
fundamentales
de
las
religiones
míticas
del
mundo.
Este
hallazgo
le
condujo
a
deducir
que
las
formas
míticas
básicas-
a
las
que
denominó
arquetipos-
son
comunes
a
todas
las
personas,
las
hereda
todo
el
mundo
y
se
transmiten
gracias
a
lo
que
él
denomina
“inconsciente
colectivo”.
Y
luego
afirmó
aquello
de
que-
y
aquí
le
cito
literalmente-
“el
misticismo
es
la
experiencia
de
los
arquetipos”.
Pero,
en
mi
opinión,
este
punto
de
vista
incurre
en
varios
errores
cruciales.
En
primer
lugar,
es
evidente
que
la
mente,
incluso
la
mente
moderna,
puede
llegar
a
producir,
de
manera
espontánea,
formas
míticas
esencialmente
similares
a
las
que
podemos
encontrar
en
las
religiones
míticas.
Como
ya
he
dicho,
los
estadios
preformales
del
desarrollo
mental-
en
especial
el
pensamiento
preoperacional
y
el
pensamiento
operacional
concreto-
son
naturalmente
mitógenos.
Todos
los
hombres
y
mujeres
de
nuestro
tiempo
atraviesan
esos
estadios
preformales
del
desarrollo
mental-
en
especial
el
pensamiento
preoperacional
y
el
pensamiento
operacional
concreto-
son
naturalmente
mitógenos.
Todos
los
hombres
y
mujeres
de
nuestro
tiempo
atraviesan
esos
estadios
del
desarrollo
durante
la
infancia,
lo
que
les
permite
acceder
de
manera
espontánea
a
la
estructura
del
pensamiento
mítico,
especialmente
en
los
sueños,
en
donde
los
niveles
primitivos
del
psiquismo
pueden
aflorar
con
más
facilidad.
Pero
eso
no
tiene
absolutamente
nada
de
místico.
Según
Jung,
los
arquetipos
son
formas
míticas
básicas
vacías
de
contenido,
mientras
que
el
misticismo,
por
su
parte,
es
conciencia
carente
de
forma.
No
parece
existir,
por
tanto,
ningún
punto
de
contacto
entre
ambas
estructuras.
En
segundo
lugar,
Jung
tomó
prestado
el
término
“arquetipo”
de
grandes
místicos
como
Platón
y
San
Agustín.
Pero
la
forma
en
que
lo
utiliza
no
es
la
misma
en
la
que
lo
utilizaron
ellos
ni
tampoco
en
la
que
lo
han
utilizado
los
grandes
místicos
del
mundo
entero.
Para
los
místicos
–Shankara,
Platón,
San
Agustín,
Eckhart
y
Garab
Dorje,
por
ejemplo-,
los
arquetipos
son
las
primeras
formas
sutiles
que
aparecen
cuando
el
mundo
brota
del
espíritu
carente
de
forma,
del
Espíritu
no
manifestado.
Para
ellos,
los
arquetipos
son
los
modelos
en
los
que
se
basan
todos
los
demás
modelos
manifestados.
El
término
“arquetipo”
procede
el
griego
arche
typon,
que
significa
modelo
original.
En
este
sentido,
los
arquetipos
son
formas
sutiles,
formas
trascendentales,
las
primeras
formas
manifestadas,
ya
se
trate
de
manifestaciones
físicas,
biológicas,
mentales,
etc,
etc.
Y
en
la
mayor
parte
de
las
formas
de
misticismo,
esos
arquetipos
son
pautas
de
radiación,
puntos
de
luz,
iluminaciones
audibles,
formas
y
luminosidades
de
colores
radiantes,
luces
irisadas,
sonidos
y
vibraciones,
a
partir
de
los
cuales
se
manifiesta
y
condensa,
por
así
decirlo,
el
mundo
material.
Pero
Jung
utiliza
el
término
refiriéndose
a
ciertas
estructuras
míticas
básicas
que
son
comunes
a
todos
los
seres
humanos,
como
la
Sombra,
el
Sabio,
el
Ego,
el
Tramposo,
la
Máscara,
la
Gran
Madre,
el
Anima,
el
Animus,
y
demás.
Para
Jung,
pues,
los
arquetipos
no
son
tanto
trascendentales
como
existenciales,
simples
facetas
de
la
experiencia
comunes
a
la
condición
humana
cotidiana.
Coincido
con
él
en
que
esas
formas
míticas
constituyen
un
legado
colectivo
y
también
estoy
plenamente
de
acuerdo
en
que
es
muy
importante
“llevarse
bien”
con
esos
“arquetipos”
míticos.
Si,
por
ejemplo,
tengo
un
problema
psicológico
con
mi
madre,
si
tengo
lo
que
se
llama
un
complejo
materno,
es
importante
que
me
dé
cuenta
de
que
gran
parte
de
la
carga
emocional
no
sólo
proviene
de
mi
propia
madre
biológica
sino
también
de
la
Gran
Madre,
una
poderosa
imagen
del
inconsciente
colectivo
que
es,
por
así
decirlo,
la
quinta
esencia
de
todas
las
madres
del
mundo.
Es
decir,
el
psiquismo
parece
llevar
integrada
en
sí
mismo
la
imagen
de
la
Gran
Madre
del
mismo
modo
que
también
parece
estar
equipado
con
las
formas
rudimentarias
del
lenguaje,
la
percepción
y
diversas
pautas
instintivas.
De
este
modo,
si
se
reactiva
la
imagen
de
la
gran
Madre,
no
sólo
tendré
que
habérmelas
con
mi
propia
madre
biológica
sino
también
deberé
afrontar
miles
de
años
de
experiencia
materna.
Así
pues,
la
imagen
del
la
Gran
Madre
conlleva
una
carga
que
hace
que
tenga
un
impacto
muy
superior
al
de
mi
propia
madre
biológica.
Llegar
a
entrar
en
contacto
con
la
gran
Madre,
a
través
del
estudio
de
los
mitos
de
todo
el
mundo
constituye
una
buena
forma
de
hacer
frente
a
esa
forma
mítica,
de
volverla
consciente
y
así
poder
diferenciarse
de
ella.
Estoy
totalmente
de
acuerdo
con
Jung
sobre
este
punto.
Pero,
en
cualquier
caso,
esas
formas
míticas
no
tienen
nada
que
ver
con
el
misticismo,
ni
con
la
auténtica
conciencia
trascendental.
Lo
explicaré
de
una
manera
más
sencilla.
El
gran
error
de
Jung,
en
mi
opinión,
consistió
en
confundir
lo
colectivo
con
lo
transpersonal
(
con
lo
místico).
El
hecho
de
que
mi
mente
herede
ciertas
formas
colectivas
no
significa
que
esas
formas
sean
místicas
o
transpersonales.
Todos
heredamos
colectivamente
diez
dedos
en
los
pies,
por
ejemplo,
¡pero
el
hecho
de
experimentar
los
diez
dedos
en
mis
pies
no
supone
en
modo
alguno
estar
viviendo
una
experiencia
mística!.
Los
“arquetipos”
de
Jung
no
tienen
prácticamente
nada
que
ver
con
la
conciencia
auténticamente
espiritual,
trascendental,
mística
y
transpersonal,
son
formas
heredadas
colectivamente
que
compendian
algunos
de
los
encuentros
más
fundamentales,
cotidianos
y
existenciales
de
la
condición
humana:
la
vida,
la
muerte,
el
nacimiento,
la
madre,
el
padre,
la
sombra,
el
ego,
etc.
Pero
en
esto
precisamente
no
hay
nada
místico.
Colectivo
sí
pero
transpersonal
no.
Hay
elementos
colectivos
prepersonales
y
elementos
colectivos
transpersonales,
y
Jung
no
los
diferencia
con
la
claridad
necesaria.
Es
ese
descuido,
en
mi
opinión,
lo
que
desvirtúa
toda
su
comprensión
del
proceso
espiritual.
Así
que
estoy
de
acuerdo
con
él
en
que
es
muy
importante
entenderse
con
las
formas
tanto
del
inconsciente
mítico
personal
como
del
inconsciente
colectivo.
Pero
ninguno
de
ellos
está
relacionado
con
el
verdadero
misticismo
que
consiste
en
encontrar,
en
primer
lugar,
la
luz
más
allá
de
la
forma,
y
en
segundo,
la
ausencia
de
forma
más
allá
de
toda
luz.
EZ:
Pero
tropezar
con
el
material
arquetípico
del
psiquismo
puede
constituir
una
experiencia
muy
poderosa
y,
en
ocasiones,
hasta
muy
sobrecogedora.
KW:
Sí,
porque
los
arquetipos
son
colectivos
y
su
poder
trasciende,
con
mucho,
al
individuo:
cuentan
con
el
poder
de
millones
de
años
de
evolución
a
sus
espaldas.
Pero
colectivo
no
significa
transpersonal.
El
poder
de
los
“verdaderos
arquetipos”,
los
arquetipos
transpersonales,
se
deriva
directamente
del
hecho
de
que
son
las
primeras
formas
del
Espíritu
atemporal.
El
poder
de
los
arquetipos
junguianos,
por
su
parte,
se
deriva
del
hecho
de
ser
las
formas
más
antiguas
de
la
historia
temporal.
Como
constató
el
mismo
Jung,
es
necesario
alejarse
de
los
arquetipos
y
diferenciarse
de
ellos
para
liberarse
de
su
poder,
un
proceso
al
que
denominó
proceso
de
individuación.
Y
una
vez
más,
estoy
completamente
de
acuerdo
con
él
a
este
respecto.
Hay
que
diferenciarse
de
los
arquetipos
junguianos.
Pero,
en
última
instancia,
para
que
la
identidad
de
la
persona
se
transforme
en
esa
forma
transpersonal,
uno
debe
acercarse
a
los
verdaderos
arquetipos,
los
arquetipos
transpersonales.
Y
esa
es
una
diferencia
enorme.
El
único
arquetipo
junguiano
auténticamente
transpersonal
es
el
“Self”,
pero
hasta
la
misma
exposición
de
Jung
a
este
respecto
me
parece
sumamente
frágil
porque,
a
mi
juicio,
no
enfatiza
lo
suficiente
su
carácter
no
dual.
EZ:
Quisiera
preguntarte
por
la
relación
que
existe
entre
la
religión
esotérica
y
la
psicoterapia.
En
otras
palabras,
tanto
la
meditación
como
la
psicoterapia
pretenden
transformar
a
la
conciencia
y
curar
el
alma,
pero
¿cuál
es
la
relación
que
existe
entre
la
meditación
y
la
psicoterapia?
En
“Transformations
of
consciousnes”
abordas
el
tema
con
mucho
detalle.
Tal
vez
podrías
resumir
esa
exposición.
KW:
Muy
bien.
Creo
que
lo
más
fácil
será
remitirnos
al
esquema
que
aparece
en
esta
obra.
En
términos
generales,
la
idea
global
es
muy
sencilla:
el
crecimiento
y
el
desarrollo
se
dan
a
través
de
una
serie
de
estadios
o
niveles,
desde
el
menos
desarrollado
e
integrado
hasta
el
más
desarrollado
y
más
integrado.
Y
aunque
probablemente
existen
multitud
de
niveles
y
subniveles
de
crecimiento
diferentes,
en
ese
libro
he
seleccionado
nueve
de
los
más
importantes
que
aparecen
en
la
primera
columna
de
la
figura
“estructuras
básicas
de
la
conciencia”.
Pues
bien,
a
medida
que
el
self
se
va
desarrollando
a
través
de
cada
una
de
esos
estadios,
las
cosas
pueden
ir
relativamente
bien
o
relativamente
mal.
En
el
primer
caso,
el
self
se
desarrolla
normalmente
y
alcanza
el
siguiente
estadio
de
un
modo
relativamente
sano.
Pero
si
las
cosas,
en
cambio,
se
desarrollan
de
manera
inadecuada
pueden
aparecer
diversas
patologías,
y
el
tipo
de
patología,
el
tipo
de
neurosis,
dependerá
precisamente
de
la
etapa
o
nivel
en
que
tenga
lugar
el
problema.
En
otras
palabras,
en
cada
uno
de
los
estadios
o
niveles
de
desarrollo,
el
self
debe
enfrentarse
a
diferentes
tareas
y
su
manera
de
gestionarlas
determina
si
las
supera
de
manera
adecuada
o
inadecuada.
En
cada
una
de
las
etapas
de
desarrollo,
el
self
comienza
identificándose
con
esa
etapa
y
debe
realizar
las
tareas
propias
de
ese
estadio,
ya
se
trate
de
aprender
el
control
de
los
esfínteres
o
de
aprender
a
hablar.
Pero
para
que
el
desarrollo
prosiga,
el
Self
debe
terminar
renunciando
a
esa
etapa
u
desidentificarse
de
ella
para
dar
paso
a
una
nueva
etapa
nueva
y
superior;
en
otras
palabras,
tiene
que
diferenciarse
del
estadio
inferior,
identificarse
con
el
superior
y,
por
último,
integrar
lo
superior
con
lo
inferior.
Esta
tarea
de
diferenciación
y
posterior
integración
se
denomina
“fulcro”,
un
punto
de
inflexión,
un
momento
clave
del
proceso
de
desarrollo.
En
la
segunda
columna,
titulada
“fulcros
correspondientes”,
tenemos
los
nueve
grandes
fulcros,
los
momentos
decisivos
correspondientes
a
los
nueve
grandes
niveles
o
etapas
de
desarrollo
de
la
conciencia.
De
este
modo,
cuando
funciona
mal
en
un
determinado
fulcro,
el
sujeto
termina
desarrollando
una
patología
concreta
característica.
Esas
nueve
grandes
patologías
se
presentan
en
la
tercera
columna
de
nuestra
figura,
“patologías
características”.
En
ellas
encuentra
cosas
tales
como
psicosis,
neurosis,
crisis
existenciales,
etcétera.
Finalmente,
a
lo
largo
de
los
años,
se
han
desarrollado
diversas
modalidades
terapéuticas
para
tratar
las
diversas
patologías:
en
la
cuarta
columna
–“modalidades
de
tratamiento”-
he
detallado
los
más
apropiados
para
cada
problema
concreto.
Esa
es,
precisamente,
la
relación
que
existe
entre
la
psicoterapia
y
la
meditación.
EZ:
Esta
sencilla
figura
condensa
una
enorme
cantidad
de
información.
Me
gustaría
ahora
considerar
cada
punto
con
más
detenimiento.
Empecemos
con
una
breve
explicación
de
las
estructuras
básicas
de
la
conciencia.
KW:
Las
estructuras
básicas
constituyen
los
ladrillos
fundamentales
de
la
conciencia:
las
sensaciones,
las
imágenes,
los
impulsos,
los
conceptos,
etcétera.
He
señalado
nueve
grandes
estructuras
básicas
que
constituyen
una
versión
ampliada
de
lo
que
la
filosofía
perenne
denomina
la
Gran
Cadena
del
Ser:
material,
cuerpo,
mente,
alma
y
espíritu.
En
orden
ascendente,
los
nueve
niveles
son
los
siguientes:
Primer
nivel:
las
estructuras
físico-sensoriales.
Incluyen
los
componentes
materiales
del
cuerpo
más
la
sensación
y
la
percepción.
Es
lo
que
Piaget
llamó
inteligencia
sensoriomotora;
lo
que
Aurobindo
denominó
la
sensoriofísico;
lo
que
vedanta
denomina
annamaya-kosha,
etcétera.
Segundo
nivel:
lo
emocional-fantásmico.
Se
trata
del
nivel
emocional
y
sexual,
del
nivel
de
los
instintos,
de
la
libido,
del
impulso
vital,
de
la
bioenergía
y
del
prana
más
el
nivel
de
las
imágenes,
las
primeras
formas
mentales.
Las
imágenes-
lo
que
Arieti
denomina
“nivel
fantásmico”-
empieza
a
aflorar
en
el
niño
en
torno
a
los
siete
meses
aproximadamente.
Tercer
nivel:
la
mente
representacional.
Es
lo
que
Piaget
denomina
pensamiento
preoperacional.
Está
basada
en
los
símbolos,
que
aparecen
entre
los
dos
y
los
cuatro
años
de
edad
y
en
los
conceptos,
que
aparecen
entre
los
cuatro
y
los
siete
años.
EZ:
¿Cuál
es
la
diferencia
existente
entre
las
imágenes,
los
símbolos
y
los
conceptos?
KW:
Una
imagen
representa
una
cosa
en
la
medida
en
que
tiene
su
mismo
aspecto.
es
muy
sensillo.
La
imagen
de
un
árbol,
por
ejemplo,
tiene
más
o
menos
el
aspecto
de
un
árbol
de
verdad.
Un
símbolo,
por
su
parte,
representa
una
cosa
pero
no
tiene
el
mismo
aspecto
que
ella,
lo
cual
constituye
una
tarea
mucho
más
difícil
y
elevada.
La
palabra
“Fido”,
por
ejemplo,
puede
representa
a
tu
perro
pero
lo
cierto
es
que
no
se
parece
en
nada
al
perro
y,
por
lo
tanto,
es
bastante
más
difícil
de
recordar.
Por
eso
las
palabras
sólo
aparecen
después
de
las
imágenes.
Un
concepto,
finalmente,
representa
a
una
clase
de
cosas.
el
concepto
de
“perro”,
por
ejemplo,
no
sólo
representa
a
“Fido”
sino
a
todos
los
perros
posibles
y
constituye,
por
consiguiente,
una
tarea
todavía
más
difícil.
Los
símbolos
denotan
mientras
que
los
conceptos
connotan.
Pero
en
mi
esquema
denomino
mente
preoperacional
o
figurativa
a
la
mente
que
trabaja
con
los
símbolos
y
los
conceptos.
EZ:
¿Y
luego
la
mente
regla/
rol?
KW:
El
cuarto
nivel,
la
mente
regla/rol,
lo
que
Piaget
denomina
pensamiento
preoperacional
concreto,
aparece
alrededor
de
los
siete
y
los
once
años
de
edad.
Los
budistas
le
llaman
manovijñana,
una
mente
que
opera
concretamente
sobre
la
experiencia
sensorial.
Yo
lo
llamo
regla/
rol,
porque
es
la
primera
estructura
auténticamente
capacitada
para
llevar
a
cabo
un
pensamiento
reglado,
como
la
multiplicación
o
la
división,
y
es
también
la
primera
estructura
que
puede
asumir
el
rol
de
los
demás,
asumir
realmente
una
perspectiva
diferente
de
la
suya
propia.
Se
trata
de
una
estructura
muy
importante
denominada
por
Piaget
estadio
de
las
operaciones
concretas
porque,
aunque
puede
llevar
a
cabo
operaciones
complejas,
lo
hace
de
forma
muy
concreta
y
literal.
Quisiera
subrayar,
en
este
punto,
que
ésta
es
la
estructura
que
piensa
que
los
mitos
son
concretamente
y
literalmente
ciertos.
El
quinto
nivel,
al
que
llamo
nivel
reflexivo-
formal,
es
la
primera
estructura
que
no
sólo
puede
pensar,
sino
que
también
puede
pensar
sobre
el
pensamiento.
Es,
por
consiguiente,
la
primera
estructura
capaz
de
llevar
a
cabo
un
razonamiento
hipotético,
o
de
cotejar
propuestas
con
la
evidencia
empírica,
lo
que
Piaget
denomina
de
las
operaciones
formales.
Suele
aparecer
en
la
adolescencia
y
es
la
responsable
del
desarrollo
de
la
timidez
y
del
desmedido
idealismo
propio
de
ese
período.
Aurobindo
lo
llama
“mente
razonadora”
y
el
vedanta
manomaya-kosha.
El
sexto
nivel
es
el
nivel
existencia,
el
nivel
visión-
lógica,
una
visión
que
no
es
divisoria
sino
exclusiva,
integradora,
unificadora
y
creadora
de
redes
de
relaciones.
Es
lo
que
Aurobindo
llama
“
la
mente
superior”
y
el
budismo,
manas.
Es
una
estructura
muy
integradora,
tan
integradora,
en
realidad,
como
para
unificar
la
mente
y
el
cuerpo
en
una
unidad
de
orden
superior
que
yo
denomino
“centauro”
simbolizando,
con
ello,
la
fusión-
no
la
identidad-
entre
la
mente
y
el
cuerpo.
El
nivel
siete
es
el
nivel
psíquico,
pero
con
ello
no
estoy
afirmando
que,
en
él,
aparezcan
ciertas
facultades
paranormales
aunque
éstas,
obviamente,
pueden
empezar
a
desarrollarse
a
partir
de
ese
nivel.
Este
nivel
constituye
el
inicio
del
desarrollo
transpersonal,
espiritual
o
contemplativo,
lo
que
Aurobindo
denomina
“mente
iluminada”.
El
nivel
ocho
es
el
nivel
sutil
o
intermedio
del
desarrollo
espiritual,
la
morada
de
diversas
formas
luminosas
y
divinas
llamadas
yidam
en
el
budismo
e
ishtadeva
en
el
hinduísmo
(
a
las
que
no
hay
que
confundir
con
las
formas
míticas
colectivas
propias
de
los
niveles
tres
y
cuatro).
Se
trata
del
hogar
del
Dios
personal,
de
los
arquetipos
transpersonales
“reales”
y
de
las
formas
supraindividuales.
Es
la
“mente
intuitiva”
de
Aurobindo,
el
vijñamaya-
kosha
del
vedanta
y
el
alaya-vijñana
del
budismo.
El
nivel
nueve
es
el
nivel
causal,
la
fuente
pura
y
no
manifestada
del
resto
de
los
niveles
inferiores.
Se
trata
de
la
morada
no
de
un
Dios
personal
sino
de
una
Divinidad
o
Abismo
sin
forma.
Es
la
“supermente”,
el
supramental,
de
Aurobindo,
y
el
anandamaya-
kosha,
el
cuerpo
de
gloria
del
vedanta.
Por
último,
el
papel
en
que
está
representado
todo
el
diagrama
representa
la
realidad
última,
el
Espíritu
Absoluto,
que
no
es
un
nivel
más
sino
el
Fundamente
y
realidad
de
todos
los
niveles.
Es
la
“supramente”
de
Aurobindo,
el
alaya
puro
del
budismo
y
turiya
del
vedanta.
EZ:
De
modo
que
el
nivel
uno
es
la
materia,
el
nivel
dos
es
el
cuerpo
y
los
niveles
tres,
cuatro
y
cinco
son
la
mente.
KW:
Así
es.
Y
el
nivel
seis
constituye
una
integración
de
la
mente
y
el
cuerpo,
lo
que
denomino
el
centauro;
los
niveles
siete
y
ocho
son
el
alma;
y
el
nivel
nueve
más
todo
el
papel
son
el
espíritu.
Como
ya
he
dicho,
este
desarrollo
no
es
más
que
una
elaboración
más
sofisticada
de
la
gradación
materia,
cuerpo,
mente,
alma
y
espíritu,
pero
realizada
de
tal
forma
que
permita
establecer
relaciones
con
la
investigación
psicológica
occidental.
EZ:
De
modo
que,
en
cada
uno
de
los
nueve
niveles
de
crecimiento
de
la
conciencia,
el
self
debe
afrontar
tareas
muy
diversas.
KW:
Efectivamente.
El
bebé
parte
de
la
primera
etapa,
que
es
básicamente
el
nivel
material
o
físico;
sus
emociones
–nivel
dos-
son
muy
toscas
y
poco
desarrolladas
y
carece
de
la
capacidad
para
manejar
símbolos,
conceptos,
reglas
y
todo
lo
demás.
Es
básicamente
un
ser
fisiológico,
cuya
conciencia,
por
otra
parte,
es
una
no
dual,
oceánica
o
protoplásmica,
de
forma
que
en
modo
alguno
se
halla
diferenciado
de
la
persona
que
le
cuida
y
del
mundo
material
que
le
rodea.
EZ:
Muchos
teóricos
sostienen
que
ese
estado
oceánico
o
indiferenciado
es
un
estado
protomístico
en
el
que
el
sujeto
y
el
objeto
están
fundidos
y
que
ese
estado
es
el
estado
de
unidad
que
se
recupera
en
la
experiencia
mística
¿Estás
de
acuerdo
con
eso?
¡Las
ardillas
habían
vuelto!
Entraban
y
salían
de
las
gigantescas
sequoyas,
gozando
de
la
beatitud
de
su
ignorancia.
Me
pregunté
si
sería
posible
vender
el
alma,
no
al
diablo
sino
a
una
ardilla.
Cuando
Edith
preguntó
si
el
estado
de
fusión
infantil
es
un
prototipo
del
misticismo,
metió
el
dedo
en
la
llaga
de
la
cuestión
más
ardientemente
debatida
en
los
círculos
transpersonales.
Muchos
teóricos,
siguiendo
a
Jung,
mantienen
que,
dado
que
el
misticismo
es
una
fusión
entre
el
sujeto
y
el
objeto,
este
estado
primordial
de
fusión
indiferenciada
debe
ser
lo
que,
en
cierto
modo,
se
reconquista
en
la
experiencia
de
unidad
mística.
Yo
había
sido
seguidor
de
Jung,
había
compartido
esa
perspectiva
e
incluso
había
escrito
varios
ensayos
al
respecto
pero,
como
ocurre
tantas
veces
con
Jung,
ahora
era
una
postura
que
me
parecía
completamente
insostenible
y,
lo
que
es
más,
me
parecía
molesta,
porque
significaba
inequívocamente
equiparar
al
misticismo
con
una
especie
de
estado
regresivo.
Para
mí
era
pues,
como
digo,
una
cuestión
muy
espinosa.
KW:
Ciertos
teóricos
consideran
que
el
hecho
de
que
un
niño
no
pueda
explicar
la
diferencia
existente
entre
el
sujeto
y
el
objeto
constituye
una
demostración
palpable
de
que
ese
estado
es
una
especie
de
unión
mística.
Pero
lo
cierto
es
que
las
cosas
no
son
así:
el
niño
no
solo
no
ha
llegado
todavía
a
trascender
al
sujeto
y
el
objeto;
simplemente
es
incapaz
de
diferenciarlos.
Los
místicos,
por
el
contrario,
son
perfectamente
conscientes
de
la
diferencia
convencional
existente
entre
el
sujeto
y
el
objeto,
lo
único
que
ocurre
es
que
también
son
conscientes
de
la
identidad
profunda
y
superior
que
los
engloba.
Por
otra
parte,
la
unión
mística
es
una
fusión
de
todos
los
niveles
de
la
existencia,
físico,
biológico,
mental
y
espiritual,
mientras
que
el
estado
de
fusión
infantil,
por
su
parte,
constituye
una
identidad
exclusiva
con
el
nivel
físico
o
sensoriomotor.
Como
dijo
Piaget:
“Aquí,
el
self
es
material,
por
así
decirlo”.
Así
pues,
ésta
no
es
una
fusión
con
el
Todo
y,
por
consiguiente,
no
hay
nada
de
místico
en
ello.
EZ:
Pero
en
el
estado
de
fusión
infantil
hay
una
unión
entre
el
sujeto
y
el
objeto.
KW:
No
se
trata
de
una
unión
sino
de
una
indiferenciación.
Unir
es
juntar
dos
cosas
separadas
en
una
totalidad
superior.
En
la
fusión
infantil
no
hay
dos
cosas
sino
una
indiferenciación
global,
y
resulta
que
no
es
posible
integrar
lo
que
no
se
ha
diferenciado
todavía.
Además,
aunque
dijéramos
que
ese
estado
infantil
constituye
una
unión
entre
el
sujeto
y
el
objeto,
permíteme
que
insista
en
que
este
sujeto
es
un
sujeto
meramente
sensoriomotor
indiferenciado
de
un
mundo
sensoriomotor,
y
no
un
sujeto
totalmente
integrado
a
todos
los
niveles
fundido
con
todos
los
mundos
superiores.
En
otras
palabras,
este
estado
no
constituye,
en
modo
alguno,
un
prototipo
de
la
unión
mística
sino
más
bien
justamente
lo
contrario
del
estado
místico.
Así
pues,
el
estado
de
fusión
infantil
es
el
mayor
punto
de
alienación
o
de
alejamiento
de
los
niveles
y
mundo
superiores
cuya
integración
o
unión
total
constituye
la
misma
esencia
de
la
experiencia
mística.
Este,
dicho
sea
de
paso,
es
el
motivo
por
el
cual
los
místicos
cristianos
sostienen
que
naces
en
el
pecado,
la
separación
o
la
alienación.
El
pecado
no
es
algo
que
hagas
después
del
nacimiento,
sino
algo
que
eres
desde
el
mismo
momento
del
nacimiento
o
de
la
concepción,
algo
que
sólo
se
puede
superar
mediante
el
desarrollo
y
la
evolución
desde
la
materia
hasta
la
mente
y
de
ésta
hasta
el
espíritu.
El
estado
infantil
de
fusión
material
constituye
así
el
comienzo,
el
momento
más
bajo
del
proceso
de
crecimiento,
y
no
una
especie
de
prefiguración
del
estado
místico
final.
EZ:
Eso
tiene
que
ver
con
lo
que
tu
llamas
la
“falacia
pre
/
trans”
KW:
Así
es.
Los
primeros
estadios
del
desarrollo
son
prepersonales
porque
en
ellos
todavía
no
ha
aparecido
el
ego
personal,
individual
y
separado;
los
estadios
intermedios
del
crecimiento
son
personales
o
egoicos
y
los
estadios
superiores,
por
último,
son
transpersonales
o
transegoicos.
A
mi
juicio,
la
gente
tiende
a
confundir
los
estadios
“pre”
con
los
estadios
“trans”,
porque
superficialmente
son
parecidos.
Si
has
equiparado
el
estadio
de
fusión
infantil-
que
es
prepersonal-
con
la
unión
mística-
que
es
transpersonal-
te
verás
forzado
a
seguir
una
de
estas
dos
alternativas:
o
bien
elevas
el
estadio
infantil
a
la
categoría
de
unión
mística
(
de
la
que,
por
cierto,
carece)
o
bien
niegas
todo
misticismo
genuino
afirmando
que
no
es
más
que
una
regresión
al
narcisismo
infantil
y
al
no
dualismo
oceánico.
Jung
y
el
movimiento
romántico
en
general
cometieron
el
primero
de
los
errores-elevar
los
niveles
preegoicos
y
prerracionales
a
la
gloria
transegoica
y
transracional;
es
este
sentido,
son
“elevacionistas”.
Freud
y
sus
seguidores,
por
su
parte,
han
hecho
justamente
lo
contrario-
reducir
todos
los
estados
transracionales,
transegoicos
y
místicos
a
estadios
prerracionales,
preegoicos
e
infantiles;
en
este
sentido
son
“reduccionistas”.
Sin
embargo,
ambas
visiones
poseen
un
cincuenta
por
ciento
de
acirto
y
otro
tanto
de
equivocación,
ya
que
ninguna
de
ellas
advierte
ni
explica
la
diferencia
existente
entre
lo
“pre”
y
lo
“trans”.
Hay
que
decir
que
el
misticismo
genuino
existe
y
que
no
tiene
absolutamente
nada
de
infantil.
Afirmar
lo
contrario
sería
como
confundir
a
un
preescolar
con
un
doctor,
un
verdadero
disparate
que
no
hace
más
que
confundir
totalmente
las
cosas.
Las
ardillas
jugaban
frenéticamente.
Edith,
por
su
parte,
seguía
sonriendo
y
haciendo
preguntas
amablemente.
Me
pregunté
si
se
habría
notado,
de
algún
modo,
el
enfado
que
me
causa
la
noción
de
que
“misticismo
es
regresión”.
EZ:
Muy
bien,
volvamos,
pues
a
la
cuestión
original.
El
niño
se
encuentra
básicamente
en
el
primero
de
los
estadios,
el
nivel
sensorioperceptual
al
que
no
podemos
calificar
de
místico
¿Qué
ocurre
si
algo
va
mal
en
ese
estadio
del
desarrollo?.
KW:
Se
trata
de
un
nivel
tan
primitivo
que
sus
trastornos
son
verdaderamente
muy
graves.
Si
el
niño
no
logra
diferenciarse
de
su
entorno,
las
fronteras
de
su
ego
siguen
siendo
permeables
y
difusas.
En
tal
caso,
el
individuo
no
puede
describir
dónde
termina
su
cuerpo
y
dónde
comienza
la
silla.
Se
produce
una
difuminación
alucinatoria
de
las
fronteras
entre
lo
interno
y
lo
externo,
entre
el
sueño
y
la
realidad.
Este,
por
supuesto,
es
el
no
dualismo
característico
de
la
psicosis,
una
patología
grave
que
afecta
al
nivel
de
existencia
más
primitivo
y
fundamental,
el
self
material.
En
la
infancia,
este
trastorno
se
traduce
en
autismo
y
psicosis
simbióticas
y,
en
el
caso
de
persistir
en
grado
importante
en
la
edad
adulta,
contribuye
al
desarrollo
de
las
psicosis
depresivas
y
a
la
mayor
parte
de
las
esquizofrenias
adultas.
Las
modalidades
de
tratamiento
propias
de
este
nivel
son
la
fisiológica
y
la
pacificación,
ya
que
por
desgracia
los
únicos
tratamientos
que
parecen
funcionar
realmente
son
farmacológicos
o
de
custodia.
EZ:
¿Qué
ocurre
cuando
aparece
el
segundo
nivel?
KW:
Cuando,
alrededor
del
primer
año
de
vida,
aparece
el
nivel
fantásmico-
emociona,
el
self
tiene
que
diferenciarse
del
mundo
materia,
e
identificarse
en
cambio
con
el
mundo
biológico
de
su
cuerpo
separado
y
sensible,
para
luego
integrar
el
mundo
físico
en
su
percepción.
En
otras
palabras,
el
self
debe
romper
su
identidad
exclusiva
con
el
self
material
y
el
mundo
material
y
establecer
una
identidad
de
orden
superior
con
el
cuerpo,
el
cuerpo
como
entidad
separada
y
diferenciada
en
el
mundo.
Este
es
el
segundo
fulcro,
lo
que
investigadores
como
Margaret
Mahler,
por
ejemplo,
llaman
la
fase
de
“separación-individuación”.
El
cuerpo-
self
debe
separarse
e
individualizarse
de
la
madre
y
del
mundo
físico
en
general.
EZ:
¿Qué
ocurre
si
aparecen
dificultades
a
lo
largo
de
este
estadio?
KW:
En
tal
caso,
las
fronteras
del
self
permanecen
vagas,
fluidas
y
confusas.
El
mundo
parece
entonces
“inundar
emocionalmente”
al
self,
que
es
muy
volátil
e
inestable.
Son
los
llamados
síndromes
“borderline”
o
fronterizos,
síndromes
limítrofes
porque
se
encuentran
en
la
frontera
entre
la
psicosis
del
nivel
anterior
y
la
neurosis
del
nivel
subsiguiente.
Los
trastornos
narcisistas,
aunque
son
ligeramente
más
primitivos
están
relacionados
con
este
fenómeno.
En
estos
trastornos,
el
self,
precisamente
por
no
haber
logrado
diferenciarse
plenamente
del
mundo,
trata
al
mundo
como
su
concha
y
a
la
gente
como
meras
extensiones
de
sí
mismo.
En
otras
palabras,
es
completamente
egocéntrico,
ya
que
el
mundo
y
el
self
son
lo
mismo.
EZ:
¿Y
qué
hay
con
respecto
a
los
tratamientos
más
adecuados
para
estos
trastornos?
KW:
Tiempo
atrás
se
creía
que
estos
trastornos
eran
incurables
por
lo
remotos.
Pero
desde
hace
poco,
y
espoleados
por
la
obra
de
Mahler,
Kohut,
Kernberg
y
otros,
se
han
desarrollado
una
serie
de
tratamientos,
bastante
eficaces
por
cierto,
denominados
“técnicas
de
consolación
de
estructura”.
Dado
que
el
problema
fundamental
de
los
trastornos
limítrofes
es
que
las
fronteras
del
self
todavía
no
son
lo
suficientemente
fijas,
las
técnicas
de
consolidación
de
estructura
apuntan
precisamente
a
construir
éstas
y
a
delimitar
y
fijas
las
fronteras
del
ego.
Son
técnicas
que
ayudan
a
la
persona
a
diferenciar
el
self
de
todo
lo
demás,
explicándose
y
mostrándole
que
lo
que
le
ocurre
al
otro
no
le
ocurre
necesariamente
al
self,
cosa
que
no
resulta
evidente
para
quien
no
hay
completado
el
proceso
de
separación-
individuo.
Por
ejemplo,
estar
en
desacuerdo
con
tu
madre
no
te
matará.
Ahora
bien,
es
importante
darse
cuenta
de
que,
en
estos
síndromes
limítrofes,
la
psicoterapia
no
trata
de
sacar
a
luz
algo
del
inconsciente.
Ello
no
es
posible
hasta
el
siguiente
nivel,
el
nivel
tres.
En
los
estadios
limítrofes,
el
problema
no
es
que
una
fuerte
barrera,
un
fuerte
ego,
esté
reprimiendo
alguna
emoción
o
algún
impulso;
el
problema
es
que
ni
siquiera
hay
una
barrera
o
frontera
egoica.
Por
así
decirlo,
no
hay
barrera
que
reprima
y,
por
consiguiente,
no
existe
inconsciente
dinámico
ni
nada
que
sacar
a
la
luz
¡De
hecho,
el
objetivo
de
las
técnicas
de
consolidación
de
estructura
es
hacer
que
la
persona
“ascienda”
hasta
un
nivel
en
el
que
llegue
a
ser
capaz
de
poder
reprimir.
A
este
nivel,
el
self
simplemente
no
es
lo
bastante
fuerte
como
para
reprimir
nada.
EZ:
Entiendo
que
eso
ocurre
en
el
siguiente
nivel,
el
tercero.
KW:
Si,
así
es.
El
nivel
tres,
o
mente
figurativa
o
representativa,
empieza
a
surgir
en
torno
a
los
dos
años
de
edad
y
domina
la
conciencia
hasta
la
edad
de
siete
años.
En
este
nivel
aparecen
los
símbolos,
los
conceptos
y
el
leguaje,
lo
cual
permite
que
el
niño
transforme
su
identidad
de
un
self
fundamentalmente
corporal
a
un
self
mental
o
egoico.
El
niño
ya
no
es
sólo
un
cuerpo
dominado
por
los
sentimientos
e
impulsos
del
momento;
también
es
un
ser
mental,
con
un
nombre,
con
una
identidad
y
con
expectativas
y
deseos
que
se
extienden
en
el
tiempo.
El
lenguaje
es
el
vehículo
del
tiempo;
es
gracias
al
lenguaje
que
el
niño
puede
recordar
el
ayer
y
soñar
con
el
mañana
y
por
consiguiente,
lamentar
el
pasado
y
sentirse
culpable
o
preocuparse
por
el
futuro
y
experimentar
ansiedad.
Por
consiguiente,
es
en
este
estadio
donde
aparecen
el
sentimiento
de
culpa
y
la
ansiedad.
Y
si
la
ansiedad
es
excesiva,
el
self
puede
reprimir
y
reprimirá
todos
los
pensamientos
o
emociones
ansiógenos.
Esos
pensamientos
y
estas
emociones
reprimidas,
especialmente
relacionados
con
el
sexo,
la
agresividad
y
el
poder
constituyen
el
inconsciente
reprimido
dinámicamente,
lo
que
yo
llamo
(al
igual
que
Jung)
“la
sombra”.
Si
la
sombra
se
vuelve
excesiva,
si
está
demasiado
cargada,
demasiado
llena
por
así
decirlo,
entonces
irrumpe
en
toda
una
serie
de
síntomas
llamados
psiconeurosis
o
abreviadamente
neurosis.
De
modo
que,
en
el
tercer
nivel,
la
aparición
del
leguaje
favorece
la
emergencia
del
self
egoico-mental
que
debe
aprender
a
diferenciarse
del
cuerpo.
Pero
si
esa
diferenciación
va
demasiado
lejos,
el
resultado
es
una
disociación,
una
represión.
En
tal
caso,
el
ego
no
trasciende
al
cuerpo
sino
que
lo
aliena,
lo
excluye.
Pero
eso
sólo
significa
que
ciertos
aspectos
del
cuerpo
y
sus
deseos
permanecen
en
la
sombra,
saboteando
dolorosamente
al
ego
en
forma
de
conflicto
neurótico.
EZ:
De
manera
que
la
forma
de
tratar
las
neurosis
consiste
en
establecer
contacto
con
la
sombra
y
reintegrarla.
KW:
Efectivamente.
Y
las
técnicas
que
propician
este
movimiento
se
denominan
“técnicas
de
descubrimiento”
porque
intentan
descubrir
a
la
sombra,
sacarla
a
la
superficie
y
luego,
como
dices,
reintegrarla.
Pero,
para
ello,
primero
hay
que
liberar
o
relajar
la
barrera
de
la
represión
creada
por
el
lenguaje
y
sostenida
por
la
ansiedad
y
por
el
sentimiento
de
culpa.
Una
de
las
formas
de
hacer
esto,
por
ejemplo,
consiste
en
animar
a
la
persona
a
decir
todo
lo
que
acuda
a
su
mente
sin
censurarlo.
No
obstante,
sea
cual
fuere
la
técnica,
el
objetivo
es
esencialmente
el
mismo:
establecer
contacto
con
nuestra
sombra,
aceptarla
y
volver
a
tomar
posesión
de
ella.